La nueva versión de El cuervo, bajo la dirección de Rupert Sanders, se esfuerza en mantener una línea estética que recuerda ligeramente a la película original protagonizada por Brandon Lee. Sin embargo, mientras la versión de 1994 se impregnaba de una autenticidad casi mística, esta nueva entrega parece carecer de ese impacto visceral, lo que la lleva a quedar atrapada entre la fidelidad intelectual y una necesidad de modernización que no siempre encaja bien.
En el apartado actoral, Danny Huston sobresale en su rol de villano, como era de esperarse. Su interpretación es precisa y, aunque predecible, sigue siendo convincente. Huston ha demostrado a lo largo de su carrera que encarnar personajes oscuros y malvados es algo que hace con naturalidad, y aquí no es la excepción. Sin embargo, esta familiaridad también le juega en contra, punto que lleva a que su actuación, aunque efectiva, carezca de la sorpresa o la innovación que podría haber aportado un actor menos encasillado en este tipo de roles.
Bill Skarsgård, quien carga con el peso del protagonismo, parece estar en una relación emocional dependiente, demasiado a la sombra de su interpretación de Pennywise, influencia nociva que parece no poder soltar. Su trabajo se mide por la serie de gestos y temblores que, lejos de enriquecer al personaje, lo convierten en una figura errática.
Es como si los espasmos de un cuerpo recién resucitado fueran todo lo que puede ofrecer. No obstante, en un giro irónico, esta desconexión casi logra alinearse con el espíritu torturado del personaje, lo que crea una especie de comunión disfuncional que podría interpretarse como intencionada, aunque no necesariamente efectiva.
El principio despliega una extraña reformulación de lo que definimos como déjà vu, que integra además una vaga idea sobre lo que podríamos esperar de Guasón 2. El cuento de una pareja rebelde, acompañada de un soundtrack cuidadosamente diseñado para amplificar sus emociones, transcurre en escenarios que van de lo artificial a lo poco creíble. Este enfoque estilístico termina por sentirse más como una imitación sin sustancia propia que como una interpretación innovadora.
El uso de simbolismos, elemento central en la original, aquí se percibe más como un intento fallido de profundidad que como un recurso narrativo potente. La película parece esforzarse por rescatar la esencia de la obra que la precede, pero en su afán por aggiornarse, pierde en efectividad. En lugar de una reinvención audaz, lo que queda es una historia promedio, atrapada en sus miserias, casi como el personaje.
En un esfuerzo por actualizar ciertos elementos para que resuenen con la audiencia contemporánea, la película intenta renovar algunas de las temáticas y estéticas que le sirvieron de inspiración a partir del film original. Sin embargo, este intento de modernización parece más un adorno que una verdadera reinterpretación, lo que resulta en una desconexión entre lo que la película quiere ser y lo que realmente es.
En lugar de ofrecer una visión audaz o innovadora, lo que queda es una historia que se siente atrapada entre el homenaje y la necesidad de atraer a un nuevo público, sin lograr realmente ninguna de las dos cosas.
Al final de cuentas, la remake de El cuervo se esfuerza por honrar (por llamarlo de algún modo) su legado, pero en el proceso pierde gran parte de la esencia que hizo de la historia un clásico de culto. Bill Skarsgård lucha por encontrar su propio camino en un rol que lo desafía de maneras inesperadas, y a cada paso no para de naufragar. La película, en su intento de ser relevante y contemporánea, termina ofreciendo una experiencia visualmente atractiva pero emocionalmente hueca, que difícilmente logrará el mismo impacto que su predecesora.
(Reino Unido, Francia, Estados Unidos, 2024)
Dirección: Rupert Sanders. Guion: Zach Baylin, Wiliam Josef Schneider. Elenco: Bill Skarsgård, FKA twigs, Danny Huston, Josette Simon. Producción: Victor Hadida, Molly Hassell, John Jencks, Edward R. Pressman. Duración: 111 minutos.
1 comentario en “El cuervo (The Crow)”
Ni gratis veo esta semejante mierda