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CRÍTICAS - CINE

El hombre de los sueños (Dream Scenario)

El hombre de los sueños empieza in medias res con Paul Matthews (Nicolas Cage) siendo parte del sueño de su hija, quien termina el relato diciéndole que estaba en el lugar con ella, pero que él no hacía nada. Hay algo en Paul que ya refleja vanidad y sorpresa por partes iguales. Hasta aquí, una situación propia de la naturaleza humana para relacionar caras familiares en los sueños. Su labor está dedicada a la docencia universitaria, bajo una dinámica gris en la que sus alumnos apenas le prestan atención. La misma historia del sueño de su hija se expande a algunos de ellos, quienes dicen verlo también en sus sueños y, también, con una actitud pasiva. Los escenarios son variados: un terremoto, una persecución y demás situaciones. El envanecimiento de este profesor se eleva en la misma proporción del enrarecimiento esparcido sobre la trama, la cual da un giro cuando gente que jamás lo vio dice haber soñado con él.  La bola de nieve alcanza a un punto de fama, en el momento en que su rostro se convierte en popular llevándolo a una agencia de publicidad interesada en explotar el fenómeno en diferentes campañas. Mientras Paul busca aprovechar este estatus de celebridad para reflotar una investigación biológica estancada, la idea de la agencia es moldear una figura a los tiempos actuales, de la fama en las redes sociales.

Kristoffer Borgli, el mismo de Sick of Myself, pretende ofrecer una singularidad en la plantilla de pesadilla realista, trazada por un hecho fantástico inexplicable, pero alejado de lo sobrenatural y rodeado de verosimilitud para pensar en cómo la realidad de un personaje se resquebraja, en la idea de “lo que deseas puede transformarse en una maldición”. Cage luce semi calvo y es petulante, en el perfil de un perdedor anhelante de concretar una ambición muy personal y muy distante de un interés general, en función a su trabajo profesional. Es inevitable asociar El hombre de los sueños con El ladrón de orquídeas de Spike Jonze, por repetir actor protagónico y mismo entramado laberíntico de un descenso a los infiernos. En la película de Jonze, Charlie Kauffman se enrula cuando pretende escribir un guión eludiendo contar una historia, aquí se trata de un hombre frustrado ávido de explotar el azar de una popularidad involuntaria, luego reconvertida en una acelerada cancelación porque su presencia en los sueños se transforma en activa y violenta.

Cuando Borgli se adentra en la instancia de la cancelación, su propio relato se empantana al tocar todas las postas de un discurrir previsible, tanto que su protagonista termina en Francia, el último bastión de todo artista incomprendido o desterrado de Estados Unidos. El hombre de los sueños tiene en sus manos el poder de la premisa atractiva, al igual que la vida de Paul lo que nace como una bendición se oscurece. Este retrato de la histeria colectiva acerca de las celebridades -y esa categoría tan amplía llamada “famoso”- propone una fuerza de barrida para eliminar la presencia de un personaje “cancelable” que hoy ya no existe, por muchos motivos. Si todo es cancelable, nada lo es, es ahí que la película corre el riesgo de ser vieja antes de nacer.       

(Estados Unido, 2023)

Guion, dirección: Kristoffer Borgli. Elenco: Nicolas Cage, Julianne Nicholson, Lily Bird, Michael Cera. Producción: Ari Aster, Tyler Campellone, Lars Knudsen, Nicolas Cage, Jacob Jaffke. Duración: 102 minutos. }

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