A Sala Llena

0
0
Subtotal: $0,00
No products in the cart.

CRÍTICAS - STREAMING

El sabor de la vida (La passion de Dodin Bouffant)

El cineasta vietnamita-francés Tran Anh Hung demuestra una vez más su sensibilidad y humanismo fuera de lo común al adaptar la novela “El apasionado epicúreo -La vida y la pasión del gourmet Dodin Bouffant”  escrita en 1924 por el periodista, poeta y ensayista suizo Marcel Rouff, inspirada en la vida del gastrónomo Antheime Brillat-Savarin, y ambientada en la Francia rural del siglo XIX.

La novela de Rouff comienza con el duelo de Bouffant por la muerte de Eugénie. En el film Tran Anh Hung, por el contrario  inicia la acción con Eugénie. En ella hace coexistir a dos personajes femeninos que  acompañaron la vida de Bouffant. Primero Eugénie  (cocinera y amante, que lo ayudó durante veinte años) y luego Adèle, una a campesina de Bressia, a la que no se ve, pero se intuye que será parte importante de la vida del gourmet ya que la va a buscar con la pequeña Pauline saliendo, ambos y un amigo que la recomendó, por la puerta de la cocina, que se abre hacia el futuro. 

 Pot au feu o El sabor de la vida es un film sobre lo irrepetible, lo fugaz  del genuino placer de todos los sentidos. Es una narración íntima sobre el valor de la amistad, el amor y el aprendizaje humano, construyendo una reflexión serena y contemplativa  sobre la naturaleza perecedera del tiempo y la importancia de los pequeños momentos cuya belleza permiten que la vida fluya en permanente armonía. Tran Anh Hung coloca su objetivo en el placer de los sentidos: la vista, el oído, el tacto, el olfato, y el gusto.

Pot au feu empieza en el huerto con Eugénie (una composición  magistral de Juliette Binoche) recogiendo hortalizas, legumbres, y todo tipo de verduras, para luego entrar en la cocina y hacer un despliegue de ellas sobre ollas, sartenes y marmitas. En ese inicio se va fragmentando la vida cotidiana de los habitantes del castillo. Eugénie en la cocina cortando verduras, Dodin (un admirable Benoît Magimel), dueño del castillo, apodado el “Napoleón de las Artes Culinarias”,  en su baño matinal, la joven ayudante Violette (Galatéa Bellugi) colaborando con los señores  y Pauline, la pequeña sobrina de Violette (Bonnie Chagneau-Ravoire), desplegando toda su ingenuidad y encanto, degustando los platos que se preparan para la cena de los martes. Toda una tradición de décadas en la que se reúnen los amigos de Dodin para saborear los nuevos platos que éste crea y Eugénie ejecuta. 

Esa primera escena es bellísima, a tal extremo que el espectador quedará subyugado por ese arte efímero de cocinar. Todo está allí puesto sobre la mesa y luego todo desaparece en los platos y el estómago de quienes comparten esa cena sibarítica, que invoca a todos los sentidos, como sostenía Savarín en el tratado de “Fisiología del gusto”, y cuyas refecciones  atraviesan los diálogos y son el apoyo etéreo del film, y están anexadas al universo interno de los personajes.

En esa reunión alrededor de mesa de la cocina, el fogón, entre el ir y venir de pescados, costillares, aceites y especias que dura alrededor de 35 minutos, montados en un plano secuencia (con algunos cortes apenas perceptibles), casi sin diálogos,  sin música. con un sonido ambiental sólo expresado por chisporrotear del fuego,  el golpear de algún utensilio, sobre la madera o el hierro, atravesado por el sonido exterior del gorjeo de los pájaros, cigarras y el susurrar del viento,  se observa a los cuatro amantes de la cocina dedicándose a preparar el exquisito festín. 

En los momentos de gran intimidad entre Dodin y Eugénie surgen diálogos en que reflexionan sobre el amor, el tiempo, la vida, la muerte. Cuando Dodin le pide que se case con él Eugénie, responde “El matrimonio es como una cena que comienza por el postre”, y al hablar sobre la felicidad, Dodin repite una frase de San Agustín: “La felicidad es seguir deseando lo que ya se tiene”.

Tran Anh Hung jugó en casi todo el film con la presencia y ausencia de Eugénie. Se la ve en el huerto y la cocina, pero no en la cena que es sólo para hombres, sin embargo ella está presente a través de los platos que se van presentando. Luego hará su aparición al final de la comida siendo felicitada por los comensales (Emmanuel Salinger, Patrick d’Assumçao, Fréderic Fisbach y Jan Hammenecke) y participando de esas conversaciones fuera de la rutina de hedonista de los hombres. Esa articulación de presencia-ausencia anticipa la partida de Eugénie hacia un viaje sin retorno.

El sabor de la vida tuvo su chef  con estrellas Michelin colgadas en su chaqueta, fue el que preparó todos los platos que se presentaron en el film y que también degustó todo el equipo que realizó la película. Pierre Gagnaire (director culinario y supervisor del menú gastronómico), al que se lo ve en un cameo como cocinero del príncipe leyendo la carta de lo que se comería ese mediodía, anticipando: célerí, rodaballo, carré de ternera,  los entremeses, la entrada, los aperitivos y el remate que tiene como plato principal “Pollo a la nata”.

Si bien la película no persigue un fin social existe, como un personaje borroso en la trama, la relación de una cocina para seres privilegiados y refinados que pueden acceder a la alta cocina. Por eso Dodin en una de sus comidas especiales para el príncipe, como contrapartida,  quiso elaborar un plato popular que se denomina  Pot au feu” (olla en llamas), un clásico francés, conocido por ser un plato económico que puede alimentar a muchos, o alimentar a una sola familia para varias comidas.

A pesar de que es una receta única, se puede servir en tres platos separados: tuétano sobre pan tostado, caldo rico en colágeno y carne de res y verduras estofadas. 

Existe desde que el mundo es mundo tres temas básicos que fueron interpretados de diversas maneras desde los griegos: la vida, la muerte y el amor. Eros es el instinto de vida, que incluye los instintos sexuales, el impulso de vivir y los impulsos instintivos básicos como la sed y el hambre. Su contraparte es Thanatos, que es el instinto de muerte. Incluye sentimientos negativos como odio, ira y agresión.

Tres filmes entre otros anteriores a El sabor de la vida recuerdan estos temas. La exquisita La fiesta de Babette que es la máxima expresión de amor hacia una familia luterana y una celebración a la vida. Luego Vatel que representa un festín dionisíaco en la corte de Luis XIV y La grande bouffe (La gran comilona) fundamentalmente escatológica y con gran pulsión de muerte.

En cambio El sabor de la vida es un film que envuelve al espectador con imágenes bucólicas excelentemente elaboradas por el director de fotografía Jonathan Ricquebourg, que también se deleita  con la cámara en el proceso de cortar, batir, freír, preparar los postres y mostrar esos platos refinados, que parten de la cocina al comedor ininterrumpidamente a la boca de los presentes. Por otra parte su fotografía se desliza por la campiña francesa como pinceladas a la manera impresionista, siguiendo el movimiento de las hojas de los árboles o el recorrido de un Dodin, deprimido por la muerte de  Eugénie, sobre una parcela de flores blancas. Tal vez realizada con el sentido de duelo que poseen los orientales, en el cual el blanco es señal de luto.

La iluminación forma parte del preciosismo fotográfico, y remarca en forma metafórica a las estaciones a las que aluden los protagonistas en sus conversaciones fuera y dentro de su espacio vital. Cada escena posee un tono distinto y una textura particular, el primer tramo del filme se dedica a enfocar con tonos entre brillantes y pasteles  en determinados espacios de la cocina, el comedor y el interior del castillo. Las luces y sombras juegan un rol concluyente en cada escena. Se pasa de la claridad a la oscuridad cuando muere Eugénie, para luego pasar otra vez a la claridad en maravillosa escena final con un plano secuencia de 360 grados en el cual se recorre toda la cocina pasando de la penumbra a la luz, elevando en cada vuelta la luminosidad para finalizar un matiz amarillo, bañado  por el sol sobre la chimenea.  En medio de ese recorrido se escuchan las voces de Eugénie y Dodin conversando, uno que su vida se  acerca al otoño y la otra que en la suya siempre será verano, de pronto en el espacio vacío de la cocina se los ve sentados alrededor de una mesa, como si esa cocina conservara el alma de ellos. En un giro último la cámara se dirige hacia la puerta, la atraviesa  y se aleja hacia la infinita campiña. El tiempo y el espacio están allí, bajo el dominio de la imagen, sostenidos por la pasividad del recuerdo.

(Francia, Bélgica, 2023)

Dirección: Anh Hung Tran. Guion: Anh Hung Tran, Marcel Rouff. Elenco: Juliette Binoche, Benoît Magimel, Emmanuel Salinger, Sarah Adler. Producción: Olivier Delbosc. Duración: 135 minutos.

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

También te puede interesar...

Recibe las últimas novedades

Suscríbete a nuestro Newsletter