(Rumania/ Francia, 2015)
Dirección y Guión: Corneliu Porumboiu. Elenco: Toma Cuzin, Adrian Purcarescu, Corneliu Cozmei, Radu Banzaru, Dan Chiriac, Iulia Ciochina, Marius Coanda, Florin Kevorkian, Laurentiu Lazar. Producción: Marcela Ursu. Distribuidora: Zeta Films. Duración: 89 minutos.
Vaya si son apasionantes las películas con personajes en busca de tesoros. Desde El Mundo Está Loco, Loco, Loco, de Stanley Kramer, hasta La Leyenda del Tesoro Perdido, pasando por las andanzas de Indiana Jones y Los Goonies, ejemplos hay de sobra. ¿Qué puede resultar de un largometraje de este subgénero en manos de un autor tan alejado de la espectacularidad y la pirotecnia visual como Corneliu Porumboiu? Gracias a films como Cae la Noche en Bucarest y Policía, Adjetivo, Porumboiu se convirtió en uno de los nombres fuertes de los festivales de cine y de los espectadores más exigentes. Su estilo, seco y minimalista, y su sentido del humor absurdo, ya constituyen elementos fundamentales del cine rumano contemporáneo. En El Tesoro no se aparta demasiado de sus preocupaciones estéticas y temáticas, pero esta vez con un sabor, si se quiere, más tierno.
Una noche, Costi (Toma Cuzin) le está leyendo aventuras de Robin Hood a su pequeño hijo, cuando aparece Adrian (Adrian Purcarescu), un vecino del edificio, para pedirle 800 euros. Su editorial quebró y necesita ir pagando las abultadas deudas. Costi no puede ayudarlo, ya que a duras penas puede con su trabajo y su familia. De ahí surge una revelación por parte de Adrian: supuestamente, su abuelo dejó un tesoro escondido en una vieja residencia familiar, en un pueblo vecino. Junto a un extravagante individuo que sabe manejar detectores de metales, estos antihéroes cotidianos partirán en busca de lo que podría ser la salvación a sus problemas económicos.
A través de esta curiosa comedia, Porumboiu habla de la actual situación de la sociedad rumana (de hecho, de la situación europea en general), donde la clase media debe vivir día a día, sin demasiadas chances de ahorrar y pensar en un buen porvenir. Los planos largos, tan característicos del director, permiten apreciar un trabajo actoral fluido y realista, pese a que pueden provocar un efecto de monotonía en el público no muy acostumbrado a estas propuestas. Y resulta imposible no identificarse con estos personajes que se dejan llevar por el “tal vez” con tal de arañar una esperanza.
El Tesoro es la contracara intimista de las cacerías de tesoros cinematográficas habituales, pero -a su manera- sigue siendo una historia de aventuras. Además, es la demostración de la buena forma creativa de un cineasta que no deja de sorprender.
Por Matías Orta