Luciano Rosso viene construyendo una amplia trayectoria actoral, principalmente en el teatro (la obra Un poyo rojo es apenas una muestra). La audioserie Dial, ya disponible en Spotify, lo tiene en un nuevo y desafiante formato. Esto es lo que Luciano reveló sobre su experiencia.
¿Cómo llegás al proyecto?
Para mí es una experiencia nueva, porque soy un actor más bien físico. Vengo de la danza, del teatro, un poco del circo, y trabajo mucho con un lenguaje universal que es el cuerpo. Cuando llegó esta propuesta, para mí fue un doble desafío. Tenía ganas de hacerlo y me permitía salir de mi zona de confort, porque es otro tipo de teatralidad, que es desde la voz. Además, me encuentro rodeado de un elenco que es… Wow (risas), lo que es un incentivo más grande. Pero hay algo muy especial para mí en este tipo de formatos que, si bien no es nuevo porque estaba el radioteatro de antiguo, tiene el plus de contar con toda esta nueva tecnología sonora, que te pone en un rol de que no sos un consumidor pasivo, sino que estás ejercitando el cerebro porque, mediante estímulos sonoros, estás viendo una peli en tu cabeza. Me parece que es loco y está buenísimo, porque hoy en día está en peligro de extinción. Lo que no se ve en una pantalla, no existe. Esto me pasa porque los chicos me hicieron escuchar Número oculto, que es también algo que hicieron anteriormente. Me parece que es importante porque estimula una parte del cerebro que está un poco olvidada, dormidita, y es un formato que me alucina.
¿Cómo fue trabajar en el día a día para grabar tu participación?
Para mi sorpresa, terminó siendo algo superfísico. Terminaba transpirado cada jornada. Porque uno puede estar hablando o leyendo, que no era el caso siempre, pero hay una exigencia física detrás de eso. Fue una sorpresa para mí, primero porque si venís haciendo una escena en la que te está corriendo un demonio, tenés que estar agitado, y bueno, el estudio era grande y nos permitía estar ahí como poniendo el cuerpo para llegar a ese estado, también. A nivel humano fue increíble, porque se armó un grupo enseguida . Se dio todo muy naturalmente. Había una contención muy grande. Pegamos muy buena onda enseguida con el elenco. Entramos en el código enseguida, siendo que ninguno sale de este mundo de la voz o de la radio; es toda gente de cine, de teatro, donde están siempre expuestos a nivel cuerpo, y se armó algo muy lindo. La verdad, fue una experiencia hermosa.
¿Del personaje que puedes contar al respecto y cómo lo trabajaste?
Cuando me llegó el guión, obviamente me armé una estructura de este tipo, Renzo. Me armé una base desde donde partir, aunque igual estaba bastante bien plasmada. Fue muy muy claro lo que querían, no me costó encontrar el personaje, y además, en el estudio tenemos la posibilidad de grabar un montón de colores sobre ese texto, sobre esa voz, sobre ese momento o sobre esa escena que estaba sucediendo. A ese nivel se dio bastante bastante naturalmente. Pero bueno, siempre es algo nuevo conectar con un personaje que está tan lejos de tu realidad. Renzo es un personaje súper escéptico, que tiene un pasado muy cruzado, muy doloroso, y conectar con eso te hace entrar en estados que son bastante lejanos a tu vida cotidiana cuando no tenés el pasado que tuvo ese personaje, cuando no te pasaron las cosas que le pasaron a él, y sobre todo, en un género tan rico para hacer este tipo de formatos, como es el terror.
Justamente hablando del terror, ¿cómo te relacionás con el género?
Me encanta. Por eso también esta propuesta fue como “Ay, encima de terror” (risas). Era redonda. Sí, me gusta, es algo que me gustó siempre. Me gusta esa sensación de asustarte pero, a la vez, ser consciente de que igual es una ficción. Me parecen un género tan rico y tan amplio… Ese estímulo de generarte miedo a mí me divierte. Tiene mucha potencia.
¿Tenés algunas películas favoritas?
Crecí con Freddy Krueger. Entonces, Pesadilla era para mí un referente fuerte. Todas las de esa época, de los 80 y de los 90, fueron importantes. Siempre me gustó esa sensación de miedo como un estímulo al cerebro. Por eso el terror me gustó siempre.