Amé El Hombre de Acero (Man of Steel, 2013) y defendí con uñas y dientes Batman vs Superman: El Origen del Justicia (Batman Vs. Superman: Dawn of Justice, 2016); me pareció una gran película. Me gustó Mujer Maravilla (Wonder Woman, 2017), aunque no vi en ella el manifiesto feminista que la industria pretendió esgrimir. Me pareció un film menor, pero lindo, redondo, muy entretenido.
Es de público conocimiento que mi novio, Henry Cavill, actúa en Liga de la Justicia (Justice League, 2017), así que voy a criticarla con mesura, aun cuando me parece por lo menos de las últimas entregas de la franquicia, la peor.
La liga es un fallido intento de convertir la solemnidad de DC (injustamente criticada, las películas son épicas religiosas) en el desenfadado desparpajo de Marvel. Que si bien este último funciona en algunas de sus entregas, al adulto promedio con dos o tres neuronas, termina por inflarle los gobelines.
Liga… es una especie de Frankenstein en varios de sus niveles: primero en la colaboración de dirección, Zack Snyder tuvo que legarle el timón a Joss Whedon debido a una tragedia personal y eso se nota de muy mala manera. Y segundo en el lineamiento de guión, un compendio escalofriante de películas como Thor: Un Mundo Oscuro (Thor: The Dark World, 2013), El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo (Lord of the Rings: The Fellowship of the Ring, 2002), Guardianes de la Galaxia (Guardians of the Galaxy, 2014) y Los Vengadores (Avengers, 2012), entre otras. Este cocoliche termina dando como resultado una película sin carnadura ni vida propia, sin personalidad y, francamente, sin sentido. Si había donde abrevar, era en Watchmen: Los Vigilantes (Watchmen, 2009), pero ni por las tapas…
Apenas pisamos fuera de la sala, olvidamos el nombre del villano. No se puede recordad qué quiere ni por qué lo quiere. Sus motivos dentro de la trama son tan débiles, que se evaporan de la mente del espectador segundos después de terminada la película. Los elementos que llevan la narración adelante son superficiales. El verdadero motivo, la verdadera pregunta de la película, es respondida rápida, superficial y livianamente. Y ese interrogante es: ¿por qué es lícito y moral resucitar a este tipo?
En una especie de Concilio de Elrond, y aquí concuerdo con mi amigo Rodolfo Weisskirch, se decide el uso de un poder indomable que excede al género humano. Por supuesto, la conclusión de este concilio, es opuesta a la de Tolkien. La escena más importante de la película, está planteada apenas como una transición. Y lo que, en Batman vs Superman era una abominación, en La Liga es una especie de milagro.
Horrible, amateur, torpe e irresponsable planteo. Además, por supuesto de innecesario, teniendo en cuenta la culminación de Batman vs Superman, con el féretro de Clark moviéndose y modificando los elementos que lo rodeaban. La vuelta de Superman debió ser religiosa y no “meryshelliana”. Desenterrarlo es algo casi, casi, oprobioso.
El humor dentro de la película, salvo por dos o tres gags, es forzado. Aquaman es un pesado. Denso, insoportable, como sospecho que es quien lo interpreta, que se la pasa hinchando las pelotas de sus colegas en todas las alfombras rojas. Uno o dos chistes están bien, pero Momoa no para de hacer idioteces. Y si querían que Flash fuera el comic relief, debieron buscar otro actor. Miller tiene demasiado filo, demasiado borde y no es un comediante. Sus escenas dramáticas junto a su padre, funcionan mucho mejor que todas sus acotaciones pretendidamente cómicas, con un resultado lastimosamente fuera de tono.
Tal vez solo Batman, en su fragilidad humana, esconda el secreto del corte de Zack que piden ahora todos los fanáticos.
Pero falta mucho. Falta mucho.
Falta Snyder. Faltan su Fe, su religiosidad, sus dilemas morales. Falta su solemnidad apoteótica. Falta contenido, falta oscuridad, falta trama, falta guión, falta carne, falta mundo, falta densidad universal, falta, falta, falta…
© Laura Dariomerlo, 2017 | @lauradariomerlo
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