Charlie Kaufman y Michel Gondry, guionista y director, lograron una síntesis tan poderosa que marcaron sendas para dos géneros con una sola película. Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, 2000) fue la madre de una tradición del cine romántico y de otra del cine fantástico. El cine comercial del nuevo siglo encontraría a partir de este film la forma propia de encarar las historias de amor, que no sería ni Comedia Romántica ni Melodrama en sus formas más puristas. Como sucede en los vínculos reales, las reglas y las fronteras entre la comedia y la tragedia se tornan grises, y Eterno resplandor… llegó para dejar eso en claro. Pero además, como si eso no hubiera sido suficiente, lo hizo renovando el Fantástico. Y no cualquier Fantástico. Junto con David Lynch, Kaufman y Gondry revitalizaron el viejo Surrealismo, Lynch acercándose al Terror, Kaufman y Gondry, a la Ciencia Ficción.
Algo (bastante) de esa Ciencia Ficción Surrealista había en ¿Quiéres ser John Malkovich? (Being John Malkovich, 1999), también escrita por Kaufman, y dirigida por Spike Jonze. Pero la máquina de borrar recuerdos aplicada a una historia de amor, con la mirada de Gondry y las actuaciones inolvidables de Jim Carrey y Kate Winslet, viene a introducir la Ciencia Ficción en un terreno diferente, criando un nuevo público, o mejor dicho, acercando públicos, ampliando el espectro.
La Ciencia Ficción aparece aquí como un notable ejemplo de lo que un género debería ser en su mejor versión: el único canal posible para contar una historia particular. Es por eso que Eterno resplandor… se convirtió en una película fantástica para personas que no veían películas fantásticas, y en una película romántica para personas que no veían películas románticas.
Un vínculo es una construcción. Pero mientras lo habitual en una historia de separación es contar el derrumbe, la fábula de Kaufman y Gondry narra la deconstrucción y el intento de reconstrucción de un vínculo amoroso, mientras asistimos a lo que había sido el derrumbe que no habíamos visto. Y para sumar enrosque, ese derrumbe no lo vemos en el “plano real”, sino en los recuerdos de Joel Barrish, el protagonista. Toda esa concentración de procesos mentales y emocionales anudados que vive Joel la vivimos con él porque nos identificamos en su profunda contradicción, y es tan particular que se hace universal. La Ciencia Ficción (de nuevo, surrealista) nos permite hacer ese viaje, porque es el género el que brinda las herramientas narrativas para articular semejante maraña.
La Ciencia Ficción juega en Eterno resplandor… un rol fundante: esta historia de amor no podría ser contada desde otro género; la Ciencia Ficción es parte de su Ser, en el sentido metafísico.
Es ya imposible pensar en olvidar a alguien y no imaginar ese casco en la cabeza de Jim Carrey, porque Eterno resplandor… deja una huella profunda en quien la ve. Pero no es solamente esa imagen o el efecto de lo ingenioso de la idea, porque también cala muy hondo en nuestra masa emocional: nunca más creeremos que es posible borrar por completo a alguien amado. Y ese es el valor más pesado de este film: historia y puesta en escena son inseparables, están construyendo entre ambas un vínculo único e irrepetible. Como el de Joel y Clementine. Como el que la mayoría soñamos y, errantes, tratamos de construir.
Más que los dispositivos tecnológicos inventados para la historia y que los propios tópicos del género aplicados, lo que transforma a esta película en un clásico son las preguntas que la Ciencia Ficción viene a plantear acerca de nuestros vínculos amorosos. ¿Es posible olvidar, extirpar la memoria? ¿No estamos yendo en contra de la propia naturaleza? ¿No estamos negando algo que nos define como especie?
Finalmente, es en una sola pregunta que Eterno resplandor de una mente sin recuerdos sintetiza géneros fantásticos y románticos con toda la complejidad de ese sentimiento que mueve a la humanidad:
¿Es posible borrar al amor de tu vida?