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Fantástico inoxidable | Por qué Jurassic Park es un clásico

Fantástico inoxidable | Por qué Jurassic Park es un clásico

Si una película es capaz de hacerte viajar dos veces en el tiempo, una vez por la historia previa a tu especie, y otra por tu propia historia, entonces estamos hablando de algo grande. Inobjetable a nivel planetario.

La primera vez que vi Jurassic Park fue en su estreno. Fui con mi abuela y me acuerdo que ella decía: “Qué miedo esos gordos”. Los gordos eran los dinosaurios. Yo no tenía miedo, alucinaba. Estaba en séptimo grado de la primaria, tres años después empezaría a ser parte de mi primera película, tres después de eso llegaría a mi primera clase en la escuela de cine con una gorrita de Jurassic Park. Sacando cuentas ahora, su impacto fue sin dudas profundo.

La última vez que la vi, fue con mi hija una semana antes de escribir esto. Ella está en segundo grado y siempre le gustaron los dinosaurios, pero veníamos pateando ver Jurassic Park por temor a lo realista que sigue viéndose. Temía que tuviera miedo, como había tenido mi abuela más de treinta años atrás. Pero no. Cero miedo. Todo era curiosidad y asombro. Alucinaba.

La curiosidad y el asombro son lo que mueve todo el relato de Jurassic Park. Son las mismas fuerzas que mueven a la ciencia, a los pibes y pibas, y de más está decir que son las que mueven a Steven Spielberg, quien logró junto a Michael Crichton (autor de la novela y guionista) y David Koepp (guionista) uno de los puntos más altos de la Ciencia ficción.

El género, en su amplio espectro, propone viajes en el tiempo, travesías a otros mundos, visitas de seres extra o intraterrestres, pasados alternativos, futuros distópicos y avances científicos capaces de modificar de raíz lo que conocemos. Y todo eso es siempre atravesado por la intromisión de lo fantástico, en su versión siniestra como lo extraño, o en su versión benévola como lo maravilloso. Si bien Spielberg era ese autor de lo fantástico maravilloso (Encuentros cercanos del tercer tipo; E.T.), en Jurassic Park hace un giro que lo llevaría más adelante a abordar lo extraño y siniestro (La guerra de los mundos). Lo que sucede en Jurassic Park es un punto de intersección entre todos los elementos de la Ciencia ficción, con un planteo en el cual lo siniestro y lo maravilloso se encuentran y se desligan. Porque es una película sobre nuestra relación con la naturaleza, en la que no hay bien ni mal, esos valores los ponemos nosotros. Pero, como siempre en Spielberg y en todas las grandes obras, nada de esto está planteado en forma forzada ni pretenciosa, al contrario, el verosímil se construye porque todos esos puntos están basados en investigaciones y teorías biológicas y tecnológicas reales o posibles. Son en realidad los humanos quienes fuerzan el orden natural y provocan la catástrofe.

Siempre que pienso en esta película, recurro en mi mente a una experiencia muy hermosa que tuve escribiendo y rodando la miniserie Creando bestias prehistóricas (Mulata Films) con el paleontólogo Sebastián “Ninja” Apesteguía y su equipo. Él ha descubierto algunas de las especies argentinas más importantes a nivel mundial en las últimas dos décadas, con cinco tapas de la revista Nature. Una bestia. Por ahí andan diciendo que es nuestro Alan Grant. Así que necesité sentarme a charlar con él para pensar todo esto, volviendo a encontrarnos en esa obra maestra en la que nuestras profesiones se juntan.

El Ninja tenía veinte años cuando se estrenó Jurassic Park. Por esos días ya era estudiante de biología y trabajaba como preparador de fósiles para José E. Bonaparte (su mentor y eminencia total de la paleontología moderna a nivel mundial) en el Museo Argentino de Ciencias Naturales. Fue al cine con sus compañeros del museo, y cuando llegó la escena en que Grant ve algo desde el Jeep, se levanta flasheado, le gira la cabeza a Ellie y juntos tienen el asombro de su vida frente a un braquiosaurio real y con vida, el Ninja sintió una emoción tan grande que bajó la cabeza y pasó unos minutos así, intentando asimilar lo que acababa de ver. Spielberg lo había llevado al mismo viaje que a Grant.

La ciencia parece fría, los científicos tienen fama de duros, pero Spielberg los retrata como son: hombres y mujeres que no han sucumbido al mandato de abandonar el asombro. La película nos hace transitar por todo ese proceso científico al modo de una aventura. Nos enseña en forma didáctica cómo funciona una cadena de ADN, cómo es posible la clonación e inmediatamente vemos el nacimiento de un dinosaurio. Parece una ecuación, casi matemática, pero nos emociona. Y así comprendemos lo emocionante del descubrimiento científico. 

Quería saber si lo que proponen Crichton y Spielberg era posible. El Ninja me dijo que es, al menos, verosímil. Si bien no existen mosquitos conservados en resina de tanta antigüedad, de encontrarlos sería factible el proceso. La única limitación sería la tecnológica, ya que no se han creado hasta hoy computadoras capaces de procesar toda la información genética necesaria de dinosaurios y ranas para realizar la clonación, como propone la historia. Quizás, solo sea cuestión de tiempo para que lo imaginado en Jurassic Park se haga posible.

Hay una diferencia entre el film y la novela que me parece preciso señalar, y es algo del tono y la propuesta inicial. El libro ataca con una tonalidad oscura y bastante realismo. Unos pequeños dinosaurios se han escapado y llegan a comerse un bebé. La película, en cambio, invita desde el comienzo a un viaje de aventuras muy claro: esto es una fábula. Destaco esta diferencia, porque es un aspecto fundamental para la construcción del clásico, para ampliar el espectro de público y hacer más universal su propósito. Lo mismo sucede con haber obviado descubrimientos contemporáneos al libro y la película, como lo son las plumas en los dinosaurios. Agregando plumas al T-Rex (aunque las haya tenido), el choque para el público habría sido muy grande y generado un rechazo. Esta decisión estética es en realidad ética (todas lo son si pensamos la estética como puesta en escena de la ética), ya que obviando un dato, permitió que todos los no científicos nos enteráramos de que las aves son dinosaurios evolucionados sin que eso nos parezca inverosímil. Spielberg toma una decisión basada en la máxima ley cinematográfica: propiciar la imaginación. 

La imaginación es muy poderosa, mueve Arte y ciencia, dos de las más nobles actividades humanas. Y esa es la máxima clave de esta obra maestra, porque pone en pantalla un imaginario colectivo muy poderoso. El trailer de Jurassic Park rezaba algo así como: “Una historia haciéndose desde hace 65 millones de años”. Ponía el foco en lo que vendría a sellar, esa fuerza que mueve a paleontólogos, niños y fans de la Ciencia ficción, que es la imaginación del pasado.

Jurassic Park es un clásico porque articula un equilibrio entre todos estos elementos: aventura, datos científicos, verosímil, diversión, humanidad, personajes memorables y una idea universal de armonía con la naturaleza. Pero además el equilibrio lo logra desde el propio género, porque pone en la balanza lo fantástico maravilloso y lo fantástico siniestro constantemente. Primero, los dinosaurios se ven maravillosos, pero luego empezamos a dudar de si no será siniestra la intromisión humana en la creación de especies ya extintas, cuando todo falla y los personajes se convierten en presas. Finalmente, al momento en que los protagonistas están a punto de ser devorados por los velociraptores, es el T-Rex el que viene a atacar y comerse a los velociraptores, como buen carnívoro depredador que fue (¿o es?). En este clímax, ese momento de las películas donde los autores dejan su opinión final acerca de lo que están narrando, es el equilibrio natural el que ordena al género y nos salva. No podemos pensarnos como algo extraño en la naturaleza, porque somos parte de ella.

El último gesto de la película es la expresión de Alan Grant, cuando todos los sobrevivientes escapan en helicóptero y él abraza a los niños que odió al comienzo. El gesto es una sonrisa. Propuse al Ninja interpretar esa sonrisa, cada uno desde su oficio. Mi idea es que Grant se vio transformado por la aventura y haberse visto frente a la vida que siempre imaginó, lo hizo sentirse parte de ella. Por eso es que todo el periplo le permitió comprender, sentirse igual y proteger al mismo tiempo a dos cachorros de su propia especie. Para el Ninja, la sonrisa proviene de algo más simple, aunque quizás también más complejo. Grant observa los pterosaurios que vuelan junto al helicóptero y comprende que nada de lo que quedó en la isla será contenible a partir de ahora. La naturaleza sigue su camino.

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