Goyo

UN CINEASTA POSIMPRESIONISTA DEL SIGLO XXI 

Pasaron solamente once años y ocho películas desde Corazón de león (por poner una referencia llamativa, nomás), y no existe en lo que va de este siglo otro director argentino con una filmografía tan prolífica y sostenida en el éxito como la de Marcos Carnevale. Habría que analizar esa obra a la luz de cómo se fue moviendo alrededor de la argentinidad, lo porteño, lo cómico, lo dramático, el star system, los roles de género y las diversidades, o de cómo atravesó ciclos políticos o etapas completamente disímiles de la industria cinematográfica argentina. Incluso es probable que la pandemia haya dejado su marca en la idea que tenía Granizo sobre volver a las fuentes en una sociedad tan enganchada a las pantallas.

Todo esto es para decir que, después de haber encogido a Francella, intentado retratar algo parecido al purgatorio, puesto a Adrián Suar a sus 53 años como un galán pícaro con dos familias paralelas y bombardeado Buenos Aires con bolas de hielo, Carnevale no perdió ni un ápice de ambición. La lista de cosas que intenta retratar o transmitir en Goyo incluye a las clases altas, las clases bajas, las sensaciones de una persona con Asperger, la violencia de género, las grandes pinturas argentinas y cómo los trazos y tonos de Van Gogh se pueden colar en la visión de un hombre enamorado. Hay un detalle importante, que es que Carnevale contó con el “asesoramiento y aval” de distintas fundaciones de apoyo a personas neurodivergentes o con discapacidad intelectual. Pero los mecanismos usuales del cine de Carnevale siempre tienen sus propias maneras de llevar las buenas intenciones a resultados complicados.

La historia de amor entre Goyo (Nicolás Furtado, hombre con Asperger, guía del Museo Nacional de Bellas Artes) y Eva (Nancy Dupláa, mujer separada de un hombre violento, guardia de seguridad recién llegada al museo) se va desarrollando y ramificando para resaltar la tesis más noble que tiene la película, sobre cómo cada persona es el producto de su entorno y las dinámicas que se producen en él. Así es que prácticamente todos los personajes principales revelan las mochilas que vienen cargando en sus vidas, lo cual es particularmente notorio en la familia de Goyo, atravesada por una tragedia que acecha desde los márgenes para llegar al centro del conflicto con una revelación telenovelesca (bastante parecida al flashback que aquejaba al personaje de Francella en Granizo).

Goyo llega a ese punto conducida por una serie de viñetas que demuestran el acercamiento de Carnevale a sus universos, buscando siempre la mayor síntesis entre lo que los actores, los diálogos, la dirección de arte o el vestuario puedan transmitir sin tener que dar muchas vueltas ni matices. Así es que la música clásica es el trabajo de una mujer alcohólica que da conciertos en una sala ambientada como un whodunit en el hotel Faena; en la platea de un estadio de fútbol la gente se mete en discusiones ajenas con chistes homofóbicos, o los dos hombres violentos en la familia de Nancy Dupláa tienen un aspecto completamente distinto al del niño sensible del cual son parientes. También está el vínculo clave de Goyo con su hermano Matute (Pablo Rago), porque pone la trama en movimiento pero también le da el principal combustible humorístico a la película, que es cómo Goyo aprende las convenciones de las relaciones con el sexo opuesto. El resultado será el gag de Nicolás Furtado recitando categorías pornográficas con el semblante serio de su personaje.

Todos los caminos llevan a aquello que, en los papeles, pudo haber sido la mayor alarma que despertaba Goyo de antemano, que era el retrato de un personaje con Asperger hecho por Carnevale. Debe haber muchas personas instruidas para meterse con la interpretación de Furtado y su veracidad o respeto por los efectos del trastorno, pero hay algunas decisiones de dirección y fotografía para capturar las emociones de Goyo que merecen ser mencionadas. Durante algunos momentos conflictivos, la cámara se le pega al rostro y a sus manos como si estuviera en Doce hombres en pugna, lo cual no hace para los contraplanos sobre otros personajes, y algunas subjetivas se animan a darle una visión vangoghizada del objeto de su afecto, mostrando su capacidad de detectar un pigmento sobre su cara o incluso de imaginar todo un cuadro. Esas no son búsquedas narrativas o estéticas usuales en el cine de Carnevale, y también son peculiares porque parecen ir en contra de uno de los pocos aciertos de la película, que es cómo ilustra las diferencias entre Goyo y Eva. Varios diálogos agregan buenos puntos sobre la inserción de Goyo en la sociedad y la visión que tienen de él los demás, y de repente la película va y presenta sus virtudes y dificultades como si fueran superpoderes o defectos completamente anormales para el resto de las personas.

Es simplemente la manera en la que el director se asoma a las cuestiones que retrata: dos años después de 30 noches con mi ex, y mientras Alemania sigue en cartel, es bastante bienvenido que un aporte de Carnevale a analizar los desafíos de la salud mental sea tan empático. Si el trazo grueso (perdón) sobre los personajes y las simplificaciones formales son tan predecibles es porque ya forman parte de un estilo.

(Argentina, 2024)}

Guion, dirección: Marcos Carnevale. Elenco: Nicolás Furtado, Nancy Dupláa, Soledad Villamil, Pablo Rago, Cecilia Roth. Producción: Rocío Gort, Martín Kweller, Ignacio Rey. Duración: 106 minutos.