DE CUANDO INDIANA PERDIÓ Y NO ESPECÍFICAMENTE EL SOMBRERO
La muy esperada quinta entrega de Indiana Jones generó una importante expectativa como para convertirse en el gran film que clausure la saga protagonizada por Harrison Ford. El hoy actor octogenario describió el “ser evidente” por qué no continuará con el personaje luego de este film. Asimismo, James Mangold suplantó a Steven Spielberg, en la única película de la saga que no lo tiene como director. Como si no fuese suficiente, el elenco está conformado por Phoebe Waller-Bridge (exitosa tras la serie Fleabag), quien interpreta a una arqueóloga recién recibida que tiene una misión personal; Toby Jones como Basil Shaw, un entrañable amigo de Indy; Mads Mikkelsen, en el rol de Jürgen Voller, el villano nazi de turno, y los apenas utilizados Antonio Banderas o el querible John Rhys-Davies con un regreso escueto.
¿Qué ocurrió entonces?
El film comienza muy bien, con una escena de acción en la que Indiana, con técnicas de-aged mediante, se encuentra con nuevos enemigos nazis que están cargando un tren con todo vestigio valioso de la Segunda Guerra Mundial ante su inminente culminación. Excusa por la cual se genera la búsqueda del objeto punzante que derramó la sangre de Jesús y, de paso, la de un artefacto fantástico denominado Antikythera, diseñado por el mismísimo Arquímedes y con el cual se podría, entre otras cosas, viajar a través del tiempo. Indiana zafa del estar colgado de una soga al cuello y continúa su viaje con Basil; un papel como los que anteriormente compusieron Denholm Elliot, John Rhys-Davies, Ray Winstone o su propio padre en la ficción, Sean Connery. La persecución termina en el interior y luego exterior de un tren a toda marcha. Allí tiene lugar el primer duelo entre Jürgen e Indiana a lo largo del film. Ya a partir de esta primera secuencia vertiginosa nos damos cuenta que el exceso de CGI da una sensación alejada de las primeras Indiana, en las que los efectos eran producidos de manera más artesanal, contando con miniaturas, dobles de acción mate paintings, algo que el mismo Spielberg clausuró o extinguió con su Jurassic Park.
En Indiana Jones y el dial del destino surgen dos temas principales: uno de ellos incluído en el propio título del film, el destino, y el otro, el tiempo. A medida que transcurre la película son dos nociones que se van fortaleciendo en el arqueólogo. Ford de hecho mencionó que uno de sus pocos requerimientos para el volver al rol de Indy era el de hacer una buena película y que se entienda que su personaje es muy mayor de edad y que tenga un cierre. Por lo cual, el personaje se jubila en Nueva York, deja de ser profesor universitario y no encuentra sentido alguno o pertenencia a su vida. Hasta Marion (Karen Allen) le pide el divorcio. Indy ya no encuadra en las tierras neoyorquinas de 1969. En cierta manera se quedó sin aventuras que lo mantengan vivo. Tampoco cuenta con la agilidad de antaño. Esto es algo que se planteaba en la serie de El joven Indiana Jones, con un anciano Jones que se encargaba de contar sus historias de joven.
El despliegue audiovisual de Indiana no sorprende. Están los habituales viajes a lo largo del continente para ir resolviendo la caja de Pandora que se va abriendo. Cuando se resuelve algo de la trama, instantáneamente aparece otro desafío a emprender. Si al artefacto le falta una parte, es falso o lo que sea. Así nos encontraremos a Indiana y troupe viajando por Tánger, Grecia y Siracusa (Sicilia). Es el cuento de la buena pipa una y otra vez, que planteaba Faretta en su texto sobre Avengers: Infinity War, a diferencia que acá algo se perdió. El espectador que creció con el personaje de Indiana Jones en su adolescencia hoy busca nostalgia y diversión. Por el contrario, aqui se encuentra con un fallido producto de Disney, que tiene el objeto de llevar al héroe a nuevas generaciones y así olvidarse del pasado. Los realizadores no necesitaban el Antikythera para viajar en el tiempo y revisionar lo que significa y significó Los cazadores del Arca Perdida para varias generaciones.
(Estados Unidos, 2023)
Dirección: James Mangold. Guion: James Mangold, David Koepp, Jez Butterworth, John-Henry Butterworth. Elenco: Harrison Ford, Mads Mikkelsen, Phoebe Waller-Bridge, John Rhys-Davies. Producción: Simon Emanuel, Kathleen Kennedy, Frank Marshall. Duración: 142 minutos.
