Invasión a la Privacidad (The Resident, Reino Unido, Estados Unidos, 2011)
Dirección y Guión: Antti Jokinen. Elenco: Hillary Swank, Jeffrey Dean Morgan, Lee Pace, Christopher Lee. Distribuidora: Diamond. Duración: 91 minutos.
El título local con el que se estrena esta producción de la mítica Hammer Films juega sin tapujos con cómo se conoció por estas tierras ese divertido pastiche porno soft que era Sliver (1993). De esa “Invasión a la privacidad”, gracias a la presencia de la hermosa Sharon-Bajos instintos-Stone, y a que el tiempo ha ayudado a olvidar al Baldwin utilizado en esa ocasión para los menesteres pertinentes, guardo un recuerdo que hace palidecer la actual película homónima (al menos por estas tierras; a quien corresponda: ¡gracias por la originalidad!). En este caso, nuevamente tenemos la historia de una mujer (Juliet Devereau, doctora interpretada por Hillary Swank), que tras romper con su novio se va a vivir a un amplio departamento antiguo, de alquiler sospechosamente barato, cuyo locatario (Max/Jeffrey Dean Morgan) aparece en principio como atento y encantador.
El cómo esa relación va derivando en la escalada de voyeurismo y violencia, de encierro y persecución (hablar de El Inquilino, la de Polanski o la de Schlesinger, sería un exceso de ponderación hacia esta película) carece de clima y de progresión dramática. Por si a algún distraído (distraído al borde de sufrir una enfermedad cognitiva, deberíamos decir) se le escapa por dónde viene la trama desde el minuto cero de la narración, no daremos mayores detalles; lo que molesta (aun previendo el devenir de la historia) es la perezosa previsibilidad, el flashback explicativo para subnormales, la estética clipera que se quedó anclada en los 90 (ya sabemos: bañeras, velitas, copas de vino tinto) y ¡lo que es peor! la ausencia total de algún momento (¡uno!) que pueda causar algo parecido al terror (o al menos, miedo, o susto). Por último, sólo queda agregar que, olvidándose de que la Hammer no sólo fue la génesis del lanzamiento al estrellato de dos figuras como Peter Cushing y Cristopher Lee (aquí haciendo un papelito como abuelo de Max), sino que supo no hacer asco al erotismo (cruzando por ejemplo las historias de vampiros con el lesbianismo), las escenas de sexo son pacatas, eluden mostrar piel y terminan recordando alguna publicidad de perfume.