EL CIUDADANO HENSON
Hay algo innegable: de la mano de la proliferación de plataformas y de su necesidad de llevarle algo nuevo al cliente para que se siga pagando mensualmente, se estrena una exagerada cantidad de documentales todas las semanas. Esto es un efecto natural, podría decirse, ya que los servicios de streaming financian -y requieren- producciones económicas que contemplan un periodo de producción cada vez menor. Además no hay que esquivar la realidad de que si el público reconoce en las miniaturas del catálogo de cualquier plataforma a un rostro, un producto o un hecho trascendente, irá tras él. Así, en los últimos días, irrumpieron el perezoso documental sobre Generación Zoe, el infame sobre los Beach Boys (acá se puede leer una atinada crítica de Juan Pablo Martinez) o el simpático relato sobre el auge y caída de Moviepass, la tarjeta que venía a salvar la taquilla del cine. En medio de todos esos afiches multiformes a los que fueron reducidos las películas (o como sea que se llame lo que se estrena directamente en streaming), casi olvidado, sin pena ni gloria, quizás por la ausencia de un elemento cínico o trágico que atraiga clics, se encuentra un documental sobre un hombre fundamental para la cultura de nuestros tiempos y que, a fin de cuentas, moldeó gran parte del humor tal como lo comprendemos ahora.
Difícil es hablar propiamente, sin caer en datos biográficos y revelaciones de la investigación, de un documental cuando éste intenta acercarse a una persona de la talla de Jim Henson. Sí, Ron Howard tiene algunas ideas originales de puesta de escena para presentar a los entrevistados (que van desde Frank Oz hasta Alex Rockwell), también brilla el material de archivo y el recorrido es didáctico pero exhaustivo sobre las diferentes facetas del sujeto que ideó los programas infantiles más exitosos que hayamos conocido. Quizás lo más interesante sea la reparación histórica de Jane Henson como pieza fundamental en la creación de los Muppets y, por qué no, de una de las épocas doradas de la televisión norteamericana. Pero la figura de Jim sobrepasa todo lo que pueda pretender Howard como director de un documental más que correcto para el ecosistema de las plataformas y que se destaca por el cariño hacia su objeto de estudio.
Es que Jim Henson era un genio absoluto. Como a toda persona brillante (y más una tan inquieta como el creador de Los Muppets y Plaza Sésamo ¡y director de Laberinto!), abordarla es una tarea más que ardua. ¿Un titiritero? ¿Un hombre de televisión? ¿Un entretenedor, un educador? ¿Cineasta? ¿Decorador, ingeniero, animador? ¿Todas? Bueno, quizás sea más sencillo decirle artista y ya. Pero no, Jim Henson era un genio. Artistas pueden ser muchos (o todos), pero los fuera de serie son realmente pocos. En el momento más luminoso de Jim Henson: El hombre y las ideas, Ron Howard se detiene en una entrevista en particular: en el frustrado The Orson Welles Show, el conductor presenta a Henson y a Frank Oz -otro eternamente subvalorado- como mentes maestras. Sentado junto a René (o Kermit), su personaje mimado, Jim habla de par a par con un emocionado Orson acerca de sus infinitas creaciones. Además de dos héroes de la cultura del siglo XX, Welles y Henson fueron personas que hicieron en su medida lo que quisieron y lucharon por ser intelectualmente exigentes sin pecar de snobs y sin desprenderse de su veta popular. Para muestra, un botón: solamente resta ver los cortos animados que realizó Henson en el pico de su popularidad como Drums West (1961) o Eleven Cheer (1973) y notar que están más cerca del cine experimental de lo que uno creería. De la rana René a Stan Brakhage hay un sólo grado de separación. Así son los genios.
(Estados Unidos, 2024)
Dirección: Ron Howard. Guion: Mark Monroe. Producción: Sara Bernstein, Margaret Bodde, Mark Caballero, Chris Finnegan, Brian Grazer, Ron Howard, Mark Monroe, Christopher St. John, Seamus Walsh, Justin Wilkes. Duración: 111 minutos.