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CRÍTICAS

Julia Holter – Aviary (2018)

Lo primero que queda claro con Aviary, el nuevo disco (¡doble!) de Julia Holter, es cómo se planta ante la música o cualquier hecho artístico: siempre busca ir más allá, recorrer, explorar, transgredir, experimentar. Eso la llevó a resultados tan disímiles como los amagues pop de Have You in My Wilderness (2015), el mundo lánguido y post apocalíptico de Loud City Song (2013) o simplemente ponerse a leer recetas de cocina sobre sonidos ambientales (Cookbook, 2008).

Lo segundo que queda claro es la infinita variedad de sonidos que Holter logra hacer convivir con tanta armonía y cohesión. El álbum arranca a pura grandilocuencia con “Turn the Light On”, una explosión de sonido que se parece a esos finales apoteóticos de shows en vivo en donde cada músico intenta hacer el máximo ruido posible con su instrumento, pero Julia encauza a la canción con su voz y le va dando forma mientras canta con una voz poderosa “Voy a encender la luz/Tan brillante”. Sigue “Whether”, el tema que más chances tiene de parecerse a un éxito, con una impronta psicódelica a mitad de camino entre Beatles y Beach Boys que sobre el final –Julia no puede con su genio– se deforma en un caos sonoro.

Pero más allá de este comienzo atronador, el tono general del disco es calmo, tenso, hipnótico, lleno de ecos envolventes. “I Shall Love 2” es el primer corte de difusión en el que aparece la Holter más influenciada por Laurie Anderson, la forma de cantar casi hablada, los pequeños motivos que le dan identidad a la canción y un crescendo final que culmina a toda orquesta y a toda voz repitiendo el título del tema. El tema tiene su variación, “I Shall Love 1”, casi al final del disco. Nuevamente se repite el título ante una base que nos vuelve a recordar a Beach Boys en su rica instrumentación.

Holter deja ver su trasfondo académico en “Chaitius”, con un comienzo barroco a cargo de instrumentos de viento y cuerda y de voces agudas que nos sumergen en un clima espectral, Julia empieza a cantar y a recitar palabras en inglés y en occitano (tomadas de una canción medieval) hasta que el tema se “arregla” y se hace más accesible. Aquí aparece la esencia del disco, el choque entre pasado y futuro, tan evidente a veces que en medio de climas antiguos aparece el Yamaha CS 80 que Vangelis en Blade Runner convirtió en el sonido del futuro.

Reconocemos en varias canciones a la Julia Holter jazzera, la que se perfeccionó junto a su banda durante la gira anterior que prácticamente los obligó a editar In the Same Room, el disco en el que grabaron las versiones que venían haciendo en los shows pero en estudio y en una sola toma. Ellos son Corey Fogel en batería, Devin Hoff en contrabajo y Dine Maccabee en viola y voz. Además para este álbum se suman Tashi Wada en sintetizadores (y las gaitas desquiciadas del comienzo de “Everyday Is an Emergency”), Sarah Belle Reid en trompeta y Andrew Tholl en violín.

En “In Gardens’ Muteness” aparece la nostalgia de Loud City Song, Julia solo con su voz y su piano (casi desafiante al oído con esas notas agudas al final), pero sobre todo en “Why Sad Song”, que cierra el disco con desánimo, con una tristeza contenida que nos hipnotiza pero que también nos muestra visiblemente a la cantautora que aparece disimulada entre tanta experimentación.

Julia Holter toma un poco de todos sus discos pasados y los combina en esta síntesis perfecta de todo lo que representa.

© Patricio Durán, 2018 | @moss_elixir

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

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