Todo sobre mi padre.
Las diferentes entradas de una saga del cine comercial suelen cumplir con ciertas reglas: la primera cuenta el origen, la segunda explora un territorio similar a la primera, pero con mayor amplitud gracias a un presupuesto más abultado, y la tercera suele volver a los orígenes o apoyarse en elementos de la obra original para relanzar nuevos conflictos y revalorizar a su figura principal. Un poco de todo esto sucede en Kung Fu Panda 3 (2016), pero afortunadamente también presenta otras cuestiones interesantes.
En esta ocasión Po, nuestro Guerrero Dragón panda con la voz original de Jack Black, tiene que enfrentar a un nuevo enemigo y al mismo tiempo recomponer los lazos familiares con su padre biológico. El villano de turno es Kai (con la voz original de J.K. Simmons), un yak condenado desde hace 500 años a vivir en el “reino de los espíritus”, donde ha logrado robar el chi, la fuerza vital de cada ser, de los guerreros más legendarios de China. Kai logra regresar al mundo de los vivos con el plan de obtener el chi de Po y los Cinco Furiosos. De la forma más funcional imaginable ofrecida por el guión, Po debe restablecer la relación con su padre Li (Bryan Cranston), quien al mismo tiempo lo guiará hacia el Valle de los Pandas, lugar místico y milenario donde Po deberá convertirse en un Maestro del Chi para derrotar a su enemigo y terminar con la amenaza.
Como decíamos al inicio, las terceras partes en ocasiones vuelven a poner de manifiesto elementos dramáticos y temáticas presentadas en el primer capítulo de una saga. En este caso, el espíritu del Gran Maestro Oogway (la tortuga sabia) es el nexo a través del cual nos reconectamos con la ideología/ moraleja propuesta en el primer film, según la cual el poder está dentro de cada uno de nosotros. El panda del título debe hacer un recorrido geográfico y espiritual para descubrir esa cualidad que lo hace distinto a los demás, sobre la cual pende el destino del mundo.
La dupla de escritores de los dos films anteriores, Jonathan Aibel y Glenn Berger, vuelve a estar a cargo del guión y Jennifer Yuh repite como directora tras su experiencia en la segunda parte de la saga. Guillermo del Toro es productor ejecutivo, por lo cual no sería descabellado pensar que los departamentos de arte y animación hayan recibido algo de su estilo visual, en particular por el impecable diseño de escenografía y paisajes, con el ojo puesto en los detalles. Cada secuencia es un deleite para la vista. Es la primera vez que un largometraje de animación norteamericano en producido en conjunto con un estudio chino: se puede apreciar la mayor cantidad de “manos” involucradas en la producción, lo que seguramente dio la posibilidad de un mayor desarrollo artístico.
Como sucede en este tipo de historias, un gran villano eleva la calidad del relato, y Kai pone la vara muy alto. En la primera entrega el leopardo Tai Lung era una bestia incontrolable, en la segunda Lord Shen era un pavo real con una mente filosa, y en este caso Kai es un yak sobrenatural que regresa del reino de los espíritus y su poder parece imposible de detener. A un personaje bien delineado desde el guión le hace también justicia un diseño y arte que le dan un aspecto particular e intimidante.
Volviendo a la esencia de su primer capítulo, Kung Fu Panda 3 marca otra interesante entrada en las aventuras del panda gigante, el Guerrero Dragón, con suficientes fuegos de artificio para entretener a los más chicos y una profundidad aceptable para que los más grandes no relojeen la hora más de lo necesario.
Por Alejandro Turdó