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Cosas que prometí no decir | La mano del teñidor

Cosas que prometí no decir | La mano del teñidor

 a José Luis De Lorenzo

 

 And almost thence my nature is subdued

 To what Works in, like the dyer’s hand

 Y quizás de allí que mi naturaleza esté sometida

 a aquello que la trabaja, como la mano del teñidor

 Shakespeare, Soneto CXI

 

Como se habrá notado, Rear Window es el único film de su autor donde éste hace su habitual cameo pero con una notable diferencia. Aquí actúa, no es una figura de paso que se entromete en su creación para hacerla completa a la manera de Cervantes en El Quijote o de Velázquez en “Las meninas” y otros varios ejemplos que podrían sumárseles.

Aquí indica algo dramático, “actúa”; más aún, aparece en una esfera privada y en relación con un protagonista ya conocido y además lo hace no muy avanzado el relato, circa 26’…

Lo que hace allí es, al parecer, muy sencillo. Surge “como de la nada” en el departamento-estudio del pianista y compositor. Lo vemos dándole cuerda a un reloj de forma circular puesto sobre la chimenea, y a continuación lo vemos diciéndole “algo”, que no podemos oír.

Veremos esto en relación con la económica del film y luego a su simbólica siendo esta particularidad algo que también da a esta obra el carácter de una pieza central o totalizadora de su autor.

La acción y diégesis se desarrollan en esa zona bohemia conocida como Greenwich Village, aunque con todas las modificaciones que su autor necesita para su puesta en escena.

Allí en el edificio frente al cual se encuentra la mónada de Jeff, habitan entre los personajes solitarios, dos o tres artistas, o que se creen tales. Este pianista-compositor, la llamada “Miss Torso”, y una escultora en la planta baja. Esta pergeña obras abstractas a las que -como suele suceder- adosa un título de tipo contenidista-sentimental para desviar su vacío e inepcia creativa. Y de paso dándole un rotundo contenido alegórico.

 El hombre común -doble de Stella-; en este caso alguien que transporta una barra de hielo -estamos en medio un tórrido verano como se nos dice desde el propio inicio mediante grados Fahrenheit- pregunta cómo se llama esa escultura, una suerte de esfera ovoide con un agujero redondo en su centro. La mujer responde casi ofendida y con vehemencia por la aparente falta de sutiliza del hombre de la calle. “¡Hambre!”.

Esta es también aquella que pretende darle instrucciones de jardinería al propio Thorvald, así como en el finale, con esa suerte de regreso al punto de partida, la vemos dormida completamente (al igual que Jeff). En tanto el pianista que ha conseguido al fin no perder el tiempo que le señala el propio Hitchcock como autor in fabula, logra no solo completar su composición sino que la melodía sirve para alejar de la tentación del suicidio a la mujer solitaria, bautizada también por un Jeff frío y distante, como “Miss lonelyhearts”.

Precisamente en ese final, con Jeff dormido y con una Lisa travestida en mujer bohemia y que simula interesarse por un libro sobre expediciones al Himalaya, aquella mujer agradece oblicuamente al pianista -ya de visita en su célula particular- diciéndole “No puedo explicarle lo que esta música ha significado para mí”

Tendríamos tres, si sumamos a la que Jeff bautiza como “Miss Torso” una bailarina que hace sus ejercicios calisténicos con la ventana abierta para la temprana invasión ocular del fotógrafo -e imaginamos que para algunos otros vecinos mirones. Esta “Miss Torso” sería el arte como afición o como mera manifestación de un erotismo superficial. La completa aficionada. Siendo la escultura la antiartista, y el pianista-compositor el auténtico artista creador.

Recordemos también que “Miss Lonelyhearts” y “Miss Torso” son las dos únicas criaturas a las que el Jeff-dios panteísta-spinoziano da nombres de entre todas las figuras que espía en su cotidie y sumidas en sus respectivas esferas privadas. Ahora vayamos a las económicas de estos nombres.

Miss Lonelyhearts era el nom de plume de una archiconocida consejera sentimental de una revista ilustrada de aquellas que en ese tiempo particular se llamaban “para mujeres”. El seudónimo dio lugar a una mediocre novela y con los años a un no menos mediocre film; si eso fuera posible.

“Torso” refiere a otro tipo de desplazamiento. Es lo que fue o sería alguna vez lo que ha devenido el cambalache abstracto de la seudo escultora de la planta baja. También una de las partes seccionadas del cuerpo de la señora Thorvald, haciendo pendant con el dicho de Lisa sobre la danza de los siete velos, en referencia a la ejecutada por Salomé para pedir la cabeza del Bautista (por cierto el santo que figura como emblema en el monasterio de Vértigo).

“Torso” y “Thorvald”, tienen cierta homofonía.

 

Estos trazos de unión son los que crean la figura en el tapiz hitchcoquiano. Siendo que la a veces por demás trasegada ambigüedad de Henry James se torne en la claridad operativa de Hitchcock. En James había ya un hombre que sabía demasiado, pero que no sabía en paralelo cómo traducirlo siempre en términos que fueran los adecuados a las ideas que reflejaban sus sentimientos con respecto a todo lo exterior, al que juzgaba con implacable minuciosidad.

En James la minucia es una forma del suspenso y esto, al igual que lo será en Hitchcock, es siempre una cualidad moral; en lo que difieren es que aquél demoraba lo que no terminaba de comprender; y éste demora aquello que sabe demasiado en intensa concentración.

“Lo que Maisie sabía” y su autor no tanto, es aquello que en el autor de Rear Window se vuelve El hombre que sabía demasiado.

 

En cuanto al cameo hitchcoquiano, es hora de expresar su sentido. Desde luego el propio autor, en una típica operación de reducción irónica jesuítica, ha dicho que en uno de sus primeros films faltaba un extra para una escena; no había nadie a mano así que se ubicó él en esa posición. El film fue un éxito y al declararse un hombre “supersticioso” desde ese momento se le ocurrió repetir la aparición ya como cameo.

Como adelantábamos estos cameos refieren a cierta autoconciencia barroca que aparece en El Quijote y en “Las meninas” y llegan hasta el Ulises de Joyce, con ese hombre de impermeable que aparece callada y ubicuamente a lo largo del “Bloomsday”. El autor es un algo que participa de la creación en marcha.

Pero en Hitchcock esto va todavía más lejos. Es conocido su dictum de que en el documental el autor es Dios, mientras que en el film de ficción el director toma el papel de Dios. Nadie como este artista ha llevado semejante concepto hasta su propio límite. En la Creación y en el consiguiente relato de la misma, Dios es o aparece como personaje de su creación. De tal modo en sus films esta extensión momentánea de la divinidad debe figurar en su obra.

Establecido esto, la creación se juzga con el autor in fabula incluido en relación las demás creaciones apendiculares. La del propio protagonista si es Jeff el protagonista -o más si en la obra de Hitchcock hay auténticos protagonistas, tema a tratar en otro lugar-, es viciosa, luego atada o intentada atar al fundamento legalista, hasta hacerse parte carnal de la obra para volverla real.

La de la escultora no tiene cualidad alguna, salvo algo tan vacío como el hueco en un trozo -que no torso- informe de la piedra, a la que ha recubierto con un jarabe sentimental al titularla de manera contenidista. La del músico que dilata la obra en excesos inútiles. Y hasta la de Miss Lonelyhearts que levanta esquicios mímico-teatrales en el tinglado de su mente solitaria. Claro que será el músico a quien el propio Dios-autor enmienda, el que logre la obra: símil especular de la obra que estamos viendo in progres

También tenemos que Jeff observa en su etapa solipcista a varias de estas formas, desde paródicas hasta patéticas de lo que él mismo practica, pero sin que esas formas exteriores alcancen para hacerle tomar conciencia de su situación de creador panteísta.

No se ve en ellas, porque solo su mirada cuenta; como la Norman Bates en Psycho, o como la de Scottie –in fine– en Vértigo.

 

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

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