Después de más de una década del estreno de Infancia clandestina, Benjamin Ávila regresa para dirigir un largometraje sincero y emotivo. Colaborando nuevamente con Natalia Oreiro, ella aquí interpreta a una madre de familia que es despojada de su rol natural y primitivo. Una mamá que es incapaz de cuidar a su hijo y que en una primera instancia se muestra tan indefensa como él.
La mujer de la fila es una película que utiliza como base al melodrama familiar, pero lo hace provocando un quiebre en la institución de la familia. Esta división no solo es la que permite que la historia se lleve a cabo sino también la que le provocará una metamorfosis a la misma. En los minutos iniciales de la película vemos cómo la policía allana su hogar en busca de su hijo Gustavo, quien es culpado de haber cometido un grave delito y es llevado a la cárcel por el mismo. En el transcurso del argumento sucede algo que en un primer nivel debería ser impensable, pero que va a tono con el núcleo de la película. El mundo cárcel poco a poco se infiltra en la institución familiar y la asimila por medio de la empatía. Lo que en un primer nivel significaba miedo, odio y angustia, se transforma en algo armonioso y familiar. La comunidad generada por los personajes se siente natural, los que comienzan siendo enemigos poco a poco bajan sus defensas para darse cuenta de que son más parecidos de lo que en realidad creen. El presidio penitenciario más que ser un fin funciona como un limbo en donde ambos mundos chocan y se mezclan.
Ahora bien, la película no busca romantizar a la cárcel, sino por el contrario generar una conmoción y una empatía hacia los afectados que tienen justamente familiares dentro de estos penitenciarias. Lo que al principio se señala como barbarie, paradójicamente termina siendo más educada y compasiva que la “civilización”. La metamorfosis no es un fin, es un recorrido, un descubrimiento que la madre tiene durante el film en donde se da cuenta de que todo lo que la rodea es una apariencia y no un sostén real. Esto se refleja poco a poco en el aspecto de Natalia Oreiro, en la primera escena es sinónimo de una madre de familia de clase media. Pero poco a poco ella va perdiendo, o mejor dicho, se va quitando cosas como lo son sus aretes o diferentes tipos de prendas, que la van a igualar a las demás mujeres de la fila.
La puesta en escena muy inteligentemente logra generar distancia entre las tres unidades protagonistas dentro de la historia: La familia, la cárcel, y la policía. Las primeras dos terminan por asimilarse y por constituir una nueva unidad, mientras que el tópico policial, desde su primera marca de enunciación con un fuera de foco, planos cercanos en cámara en mano y filmados con lentes angulares, quieren crear un muro infranqueable e indestructible. Es también por medio del punto de vista que esta institución es reflejada como la más violenta de todas, suena contradictorio pero la policía es representada como una figura a la cual hay que temer o respetar. Esta subversión de los valores de la justicia llevan al personaje de la madre a querer resolver la cuestión por su propia cuenta, enfrentado así a la banda criminal de la que su hijo formaba parte. La policía no es una institución a la que se pueda acudir en señal de socorro, su función está más relacionada con cuidar los muros de una prisión que en capturar a los criminales.
La mujer de la fila es un relato que cuando llega a su final enseña la vida de las personas reales sobre las cuales se inspiraron para hacer la película. Con notas al pie que indican que la historia fue ligeramente modificada con fines dramáticos y ficcionales para la narración. Aún así, la subtrama amorosa que maneja el relato pareciese estar únicamente porque sucedió en la vida real, y es lamentablemente esta consecución de escenas las que entorpecen el ritmo y al foco de atención del film. Es una historia que resulta creíble, porque sucedió y la propia narración lo aclara, pero que no termina de ser completamente funcional para la trama principal.
El personaje de Natalia Oreiro tiene un desarrollo satisfactorio, es entendible el crecimiento que tiene a partir de los sucesos que le tocaron vivir. Su interpretación, que tiene matices del grotesco, es muy buena y bastante creíble, soportando correctamente el protagonismo del film. El resto de las mujeres de la fila, que al final nos enteramos que son mujeres de la fila reales y que no tienen experiencia en la actuación, son posiblemente lo mejor de la película. Aportan frescura e ingenio en cada plano que aparecen, y se sienten sumamente naturales, e incluso reales, durante todo el relato. Esta es una película que busca generar la experiencia más auténtica posible en cuanto a visitar al mundo cárcel se refiere, siempre desde el punto de vista externo de las familias, y mostrando lo crudo de su realidad.
(Argentina, España, 2025)
Dirección: Benjamín Avila. Guion: Benjamín Avila, Marcelo Muller. Elenco: Natalia Oreiro, Amparo Noguera, Alberto Ammann, Federico Heinrich, Marcela “Tigresa” Acuña, Lide Uranga. Producción: Tomás Eloy Muñoz Lázaro, Valeria Bistagnino, Esteban Mentasti, Hori Mentasti, Mariana Volpi y Mariano Rodriguez Colombelli. Duración: 105 minutos.