0
0
Subtotal: $0,00
No products in the cart.

Cine

La tortuga roja (La tortue rouge)

EL SILENCIO TAN TEMIDO

“PELÍCULA SIN DIÁLOGOS”. Esa leyenda, así, en letra mayúscula, se lee apenas uno ingresa en el link de compra de entradas de La tortuga roja, la película que se reestrena por estos días en las salas argentinas. ¿Será que hace falta aclarar de antemano que este film propondrá un viaje narrativo diferente, que dice más que cientos de palabras? ¿No habla esa advertencia también de la época en la que estamos: una época en la que todo parece necesitar explicación previa, aclaración redundante, advertencia preventiva? 

Lo cierto es que este film —ganador del Premio Especial del Jurado en la sección Una Cierta Mirada del Festival de Cannes—, el primer largometraje del neerlandés Michaël Dudok de Wit, es una perla escondida al interior de la marea de la sobreinformación contemporánea que nos aplasta. Una pieza que recuerda que el cine, antes que industria, algoritmo o trending topic, puede ser todavía un canto visual. Una invitación a que el espectador se conecte con la naturaleza de una manera distinta, profunda, casi mística.

No es casual la presencia del sello casi imbatible de Studio Ghibli detrás de la producción. Esta película, al igual que el resto de dicha factoría, proponen un universo donde la naturaleza no es escenario sino personaje, donde lo fantástico se filtra en lo cotidiano sin que haya una frontera nítida. Esta cinta de apenas 80 minutos cuenta la historia de un muchacho —su biografía es una incógnita— que termina en una isla desierta. Allí, de la mano de un tratamiento visual de gran refinamiento, con una estética que dialoga con la paleta de colores cálidos, matices de acuarela y el grano tenue de la animación tradicional, comienza a delinearse un periplo que en sus primeros compases parece remitir a Robinson Crusoe: un hombre solo, una isla, la necesidad de construir una balsa para huir. Lo raro empieza después.

Sus intentos de escape se ven frustrados por la irrupción de una inmensa tortuga roja, la que da nombre al film, y que más que un animal salvaje o suerte de Moby Dick en formato reptil, representa otra cosa. Un símbolo, una fuerza de la naturaleza que a la vez protege y condena, que obstaculiza y guía. El hombre, como Ahab en la novela de Herman Melville, se enfrenta a esa presencia colosal que desafía su voluntad. Pero aquí no hay rencor heroico ni epopeya marítima: lo que surge es un enfrentamiento íntimo, existencial. La tortuga aparece como belleza, como ternura, como amenaza y como misterio. En esa ambigüedad radica su potencia.

La música, a cargo de Laurent Perez Del Mar, juega un papel esencial. Cada curva dramática encuentra su eco en la partitura. Las cuerdas y los vientos amplifican emociones que no se pronuncian, que no se nombran. El enojo, el arrepentimiento, el llanto, el descubrimiento del amor: todo está allí, en una coreografía de silencios y sonidos que recuerda que la palabra, a veces, es lo menos necesario.

Dudok de Wit, que ya había mostrado su talento en el terreno del cortometraje —con Father and Daughter, obra maestra que le valió un Oscar en 2001—, se lanza aquí a un desafío mayor: sostener una narración extensa sin apoyarse en diálogos ni en giros de guion evidentes. Lo que propone es otra cosa: un relato que funciona como metáfora de la vida misma, con sus ciclos, sus pérdidas y sus revelaciones. La isla no es tanto un lugar geográfico como un espacio interior; la tortuga no es un animal sino la materialización de lo Otro, eso que nos impide persistir en la fuga y nos obliga a quedarnos, a aprender, a transformarnos.

El film se despliega como una lección metafísica sobre la naturaleza y sobre el vínculo humano con ella. Una naturaleza que no se somete ni se domina, sino que ofrece resistencia, enseña, devuelve. También sobre el amor. El amor humano, la ternura animal y vegetal. Hay un contraste visual entre las escenas de día y de noche que resulta decisivo para narrar en clave poética lo que no puede explicitarse en un parlamento. El sol y la luna se vuelven personajes secundarios, las mareas hablan, el viento es lenguaje.

En tiempos de hiperexplicación, saturación de diálogos, guiones que temen a la pausa y a la ambigüedad, La tortuga roja se alza como un gesto contracultural. Un recordatorio de que el cine puede ser pura imagen, pura sensación. Que no todo necesita traducirse en palabras. Que los grandes relatos también pueden escribirse con silencio.

No es una película fácil ni complaciente. Tampoco aspira a serlo. Su ritmo pausado, su carácter contemplativo, puede resultar extraño para quienes están acostumbrados a narrativas veloces, de montaje frenético y subrayado emocional. Pero quien se entregue a su cadencia hallará una experiencia única: la de un viaje interior disfrazado de naufragio, la de un relato de amor escondido en la forma de una fábula, la de una meditación sobre la vida y la muerte disfrazada de animación para adultos.

Cuando la tortuga aparece y el protagonista se enfrenta a ella, en verdad nos enfrentamos todos a esa incógnita que define nuestra existencia: ¿qué hacemos con lo que no podemos controlar? ¿Qué significa, en última instancia, amar lo que primero rechazamos? ¿De qué manera lo extraño, lo que interrumpe, puede convertirse en lo que nos salva?

Volver a ver hoy La tortuga roja en las salas de cine argentinas no solo es redescubrir una gema de la animación contemporánea. Es también recuperar la posibilidad de un cine que habla en otro idioma: el del silencio, las imágenes; la naturaleza convertida en metáfora. Un cine que, en medio de tanto ruido, todavía se atreve a hablarnos desde el silencio tan temido.

(Francia, Bélgica, Japón, Estados Unidos, 2016)

Dirección: Michael Dudok de Wit. Guion: Michael Dudok de Wit, Pascale Ferran. Duración: 80 minutos.

 

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

También te puede interesar...

BUSCADOR

Generic selectors
Solo coincidencias exactas
Búsqueda por título
Búsqueda en contenido
Post Type Selectors

ÚLTIMAS ENTRADAS

Recibe las últimas novedades

Suscríbete a nuestro Newsletter