Un título tan contundente como “La verdad sobre la Dolce Vita”, debe necesariamente generar la curiosidad de más de un fanático de Federico Fellini y de una de sus obras mayores. El presente film es una de tantas manifestaciones cinematográficas, básicamente documentales, presentadas durante el año 2020, en que el director de La dolce vita hubiese cumplido cien años.
A diferencia de Fellinopolis, también presentada en el 22° BAFICI y consagrada a tres películas: La ciudad de las mujeres, Y la nave va y Ginger y Fred, la que ahora nos ocupa, está centrada en la que da título al documental de Giuseppe Pedersoli. Y a diferencia de la antes nombradas no se ocupa de aspectos técnicos, ni de entrevistas a sus responsables.
La “verità” se refiere a otro aspecto, tanto o más importante que la filmación en sí y que puede hacer fracasar más de un proyecto cinematográfico. Como afirma en un momento Giuseppe (Peppino) Amato (interpretado en la ficción por el actor Luigi Petrucci): “La dolce vita fue para mí un verdadero infierno”. Amato fue uno de los dos productores centrales, junto a Angelo Rizzoli, y las dificultades por las que pasó el proyecto justifican su afirmación.
El presupuesto y la duración del film fueron factores irritantes, sobre todo para el editor Rizzoli. Para él, la duración original prevista de cuatro horas era insostenible y el máximo que “autorizó” fue de tres horas (la película finalmente duró seis minutos menos que dicho tope).
Pero aún más crítica fue la cuestión económica ya que allí también estableció un techo de 500 millones de liras, que obviamente no se sostuvo, con lo que el “budget” final superó ampliamente dicha cifra.
Son pocas las figuras entrevistadas, apenas tres actrices, de las cuales sólo una y la menos célebre actuó en La dolce vita. Se trata de Valeria Ciangottini, que aparece en una escena en la playa (muy jovencita) sirviendo a Marcello. La encantadora y otrora pulposa Sandra Milo, desborda simpatía en sus declaraciones. Y si bien no participó en La dolce vita, del cual afirma “que es un sentimiento”, ella es una actriz muy felliniana al haber actuado en 8 ½ y en Giulietta degli spiriti, en una de cuyas escenas se la ve.
La restante, la aún bella Giovanna Ralli, estuvo al principio en un rol menor en el primer largometraje de Fellini (Luci del varieta), codirigida por Alberto Lattuada).
Son en cambio más abundantes las entrevistas a figuras lamentablemente fallecidas, comenzando por Marcello Mastroianni quien comenta que en algún momento se imaginó que su personaje fuera interpretado por Paul Newman. Y agrega que cuando Fellini se le acercó para proponerle el rol central lo llamó Marcellino, seguramente afirma usando el diminutivo para negociar un menor cachet.
También son varios los registros en que aparece Bernardo Bertolucci, indicando que “la visión de la película motivó mi deseo de pasar de la poesía a filmar únicamente películas”.
Hay varios extractos de escenas de Marcello con Sylvia (Anita Ekberg), incluyendo la más célebre en la Fontana de Trevi, donde se la ve primero con un gatito, pidiéndole a Marcello que le consiga leche. Acto seguido aparece éste, caminando muy lentamente para no derramarla, para finalmente ingresar a la célebre “fontana”.
La verità su La dolce vita es también un homenaje a Peppino Amato, que produjo entre otras Roma, ciudad abierta y Ladrón de bicicletas. Su hija María es entrevistada en varias oportunidades, con toda justicia reivindicando el rol central de su padre, como productor perseverante. Peppino sufrió un primer infarto a pocos días de su estreno y falleció de igual afección cuatro años después.
Como afirma (el actor que lo interpreta) “no me equivoqué al creer en el film”. Las imágenes del público masivo, desde su premier en Roma en el cine Fiamma, hasta la Palma de Oro en Cannes, fueron un justo premio a su convicción. Y la perduración del film hasta el presente, incluso en salas locales, confirman a Fellini como uno de los mayores nombres de la cinematografía mundial.
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