LA NOCHE MENOS ESPERADA
Las expectativas son siempre difíciles de pilotear; se mecen, suben, bajan y hasta pueden desaparecer de la mente. Cuando una película en sus dispositivos de venta emana un halo de novedad provoca un interés absolutamente genuino, sin importar si ya transitamos en varias oportunidades por el camino de la decepción. Había algunas banderas rojas sobre Late Night with the Devil, no por comentarios o reseñas de quienes la vieron en festivales, sino porque en su propio poder discursivo expuesto en el trailer existía la chance de no colmar nada de que aquello que se proponía.
La premisa es muy simple y atractiva a la vez: un programa perdido de un late night show de los 70 es encontrado y es eso lo que se nos pone frente a los ojos, el metraje completo de esa emisión (incluyendo lo que sucede en los cortes comerciales). Allí ya hay un quiebre con el concepto del found footage, una especie de subgénero nacido en los 80, revivido a fines de los 90 y explotado en diversas escalas en la década del 2010. Si la idea es poner a la audiencia de la película bajo el mismo prisma del punto de vista de un televidente, incluir los detrás de escena entre comerciales no hace más que evidenciar la falta de confianza en el dispositivo narrativo empleado. Más aún si hay un racconto de antecedentes del anfitrión del programa, aquí Jack Delroy (un espléndido David Dastmalchian, eterno secundario en muchas otras películas) poseedor de un perfil nutrido de todas las paranoias de los 70, incluyendo las conexiones satánicas y el consumo desenfrenado de drogas. En esa necesidad de ubicar un grado cero del protagonista también se encienden las alarmas que atentan contra el espíritu del tiempo real y la sorpresa de ver la TV en vivo.
Lo que sucede en el programa está cimentado por la dinámica del formato late night show; hay invitados que son presentados individualmente para luego conformar un espacio entre todos ellos y el conductor. La particularidad de la emisión se halla en que fue durante un especial de Halloween con un médium excéntrico, una parapsicóloga junto a una adolescente que puede invocar al diablo y un experto en desenmascarar a personajes como a los anteriormente mencionados. Se recorren todos los puntos que conforman un programa de este tipo: el que secunda al host con comentarios cómicos, la banda en vivo, la tribuna con participantes ocasionales y hasta un número musical. De la misma forma en que se espera cada punteo de estos lugares comunes, la película pisa las mismas baldosas en los momentos de terror. Casi todo lo que se espera de una invocación sucede, casi todo lo que se espera de personaje escéptico también y así muchas otras situaciones descansadas en la primera opción ocurrida, por ejemplo, hay un exorcismo con voces cambiadas, con cambios en la piel de la víctima y nada cercano a una sorpresa siquiera sobrevuela contiguamente las acciones presentadas. La dosis de novedad solo pretende emerger hacia el final con una disrupción, más cercana a un batido de incongruencias para intentar narrar lo inerrable que también resulta fallido por la misma razón en la que se rompe un punto de vista con las situaciones durante los cortes publicitarios.
Tan solo algunos efectos prácticos, la reconstrucción de época y la evocación catódica aparecen como cualidades sobresalientes, que a favor de la pobreza del desarrollo juegan a favor de la película, como distractores de un cúmulo de encadenamiento de situaciones bastante previsibles. Un verdadero desperdicio de materiales potencialmente potables para una narrativa terrorífica apoyada en un escenario tan bien distribuido, como lo es el formato televisivo representado aquí. Muchas veces una idea extraordinaria solo puede tener vida en tamaños condensados como un trailer y nada más.
Guio, dirección: Cameron Cairnes, Colin Cairnes. Elenco: David Dastmalchian, Laura Gordon, Ian Bliss, Ingrid Torelli, Rhys Auteri, Fayssal Bazzi. Producción: Derek Dauchy, Roy Lee, Mat Govoni, Steven Schneider, Adam White. Duración: 93 minutos.