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CRÍTICAS - CINE

Leyenda (Legend)

(Reino Unido/ Francia, 2015)

Dirección y Guión: Brian Helgeland. Elenco: Tom Hardy, Emily Browning, David Thewlis, Christopher Eccleston, Taron Egerton, Chazz Palminteri, Paul Bettany, Colin Morgan, Tara Fitzgerald, Paul Anderson. Producción: Tim Bevan, Chris Clark, Quentin Curtis, Eric Fellner y Brian Oliver. Distribuidora: Buena Vista. Duración: 132 minutos.

Los últimos playboys.

A pesar de que a rasgos generales resulta de por sí muy difícil reducir la vida de cualquier persona al tiempo promedio, la disposición y las limitaciones de un largometraje, sin duda el periplo de los míticos gemelos Ronald y Reginald Kray presenta una serie de problemas de índole singular. Estos gurúes del crimen organizado de la década del 60 fueron verdaderas celebridades y ejemplos colaterales del costado más contradictorio de lo que se dio a conocer como el Swinging London, llegando al punto de codearse en sus nightclubs con muchísimas personalidades prominentes de la época, tanto del mundo del espectáculo como de la política y el propio gobierno. Famosos por sus arrebatos de violencia y sus estrategias en lo que atañe al amedrentamiento de los adversarios en los negocios, su “carrera” duró aproximadamente unos diez años entre fines de los 50 y el cenit de los 60.

El director y guionista Brian Helgeland construyó una biopic relativamente exitosa que sin embargo a veces tropieza con las mismas piedras con las que se había topado Peter Medak en la recordada El Clan de los Krays (The Krays, 1990), el otro gran ensayo en pos de redondear un retrato minucioso del poder que gozaron en su momento los británicos: reemplazando el tono seco de esta última por una progresión un poco más lúdica que hasta incluye chispazos de comedia negra, Leyenda (Legend, 2015) nos ofrece un rompecabezas con varias entradas analíticas en simultáneo que a su vez pueden resumirse en los dos arcos narrativos principales, los cuales abarcan por un lado la relación de Reggie con Frances Shea, quien se terminaría convirtiendo en su esposa, y por el otro el vínculo del susodicho con su hermano Ronnie, éste ya con un diagnóstico de esquizofrenia paranoide a cuestas.

Como no podía ser de otra manera, Tom Hardy descuella interpretando a ambos personajes y acentuando las diferencias que marca el guión de Helgeland, en consonancia con lo que parece haber sido una convicción específica orientada a trazar distancia con respecto al talante homogéneo y psicopático que proponía El Clan de los Krays como rasgo excluyente de la dupla protagónica: aquí la división de roles es -en cierto sentido- más clasicista porque Reginald representa la faceta más “amigable” de la familia (en esencia pretende darle una pátina de legalidad y/ o sustentabilidad a sus actividades comerciales) y Ronald aporta el componente inestable de la ecuación (se erige como la encarnación de un caos que no sólo destruye a los enemigos, sino que además se lleva puesto a secuaces y allegados). Por otra parte, la visceralidad y la compulsión constituyen los puntos de contacto del dúo.

Lamentablemente el director no exprime al máximo las posibilidades que abre el derrotero de los mellizos, dilapidando la interesante tensión que acumulan algunas escenas con momentos posteriores un poco redundantes o trabajando el matrimonio de Reggie desde el melodrama más previsible. Otros problemas de la película pasan por el hecho de saltearse la infancia de los muchachos y por los déficits de la propuesta en lo que hace al núcleo del relato, ya que no brinda demasiada información acerca del entorno socioeconómico que favoreció su ascenso y se circunscribe al personalismo/ la voluntad individual a la hora de explicar su derrumbe. La falta de desarrollo contextual y de algunos secundarios está compensada mediante el maravilloso desempeño del elenco, en el que también se destacan Emily Browning como Shea y David Thewlis como Leslie Payne, el “tesorero” de la banda.

Más allá de haber dejado afuera a una pluralidad de anécdotas y datos que podrían haber sido valiosos para el apuntalamiento de una historia en verdad coherente, el recurso de Helgeland centrado en extremar el carácter de los Krays termina desplegándose como un arma de doble filo, debido a que en primera instancia genera un halo de glorificación para con la paradójica figura de los señores y luego aprisiona al film en un esquema dualista basado en la incapacidad de Reginald de controlar a su hermano, un planteo atrayente de por sí pero no del todo explotado. Aun así, Leyenda se las arregla para construir una elegía cargada de intensidad, elegancia y dinamismo, que en ocasiones parece hacerse eco de The Last of the Famous International Playboys, la mejor canción del Morrissey solista y esa otra “carta de amor” a los Krays en particular y los antihéroes de los suburbios en general…

calificacion_3

Por Emiliano Fernández

 

Tom Hardy ha demostrado ser uno de los actores del momento gracias a sus grandes actuaciones. Ha sabido encarnar personajes tan distintos como el desquiciado Charles Bronson o el icónico Mad Max. Ahora en Leyenda, su última película, interpreta a los gemelos Reggie y Ronnie Kray. Fueron dos gangsters londinenses que se adueñaron de la ciudad durante las décadas de los 50 y los 60.

Desde el inicio el director Brian Helgeland deja en claro que ha decidido centrarse más en la relación de Reggie con su novia Frances que en la alocada y ultra violenta vida de los hermanos. La voz en off de Emily Browning -como la susodicha- será la elegida para narrar los hechos y hacer avanzar el film. Esta elección elimina la posibilidad de ahondar en la agitada infancia de los gemelos, en su trasfondo y en sus luchas personales. Es tanto el foco en Frances y Reggie que por momentos la obra parece querer ser una película romántica sin llegar a serlo, obviando casi por completo la verdadera naturaleza de esa relación amorosa: controladora, posesiva y casi enfermiza.

A pesar de esto, hay varias escenas de acción. La que más se destaca es aquella en la que pelean sangrientamente Reggie y Ron. Está tan bien hecha que parece que de verdad hay dos Tom Hardy peleando a muerte y no uno solo con un doble. Es furiosa y hasta divertida. Las demás escenas son, generalmente, de la mano de Ronnie, el gemelo esquizofrénico y totalmente desquiciado.

La historia por momentos se siente lenta pero, al mismo tiempo, pasa demasiado rápido por algunos de los puntos más interesantes de la vida de los Krays. Algunos de esos puntos son su relación con gente del espectáculo, su tiempo en la prisión militar y el hecho de que Ron no era homosexual sino bisexual (incluso tuvo dos esposas).

Hardy muestra de nuevo sus grandes dotes actorales. Es fácil olvidar que él solo interpreta a los hermanos. Lucen casi iguales pero sus personalidades y sus gestos los diferencian tan perfectamente que parecen ser dos personas distintas. Y justamente sus dos sólidas y memorables actuaciones hacen que Leyenda valga la pena ser vista. Por él, por Tom.

calificacion_3

Por Eliana Giménez

 

La actuación. ¿Es la actuación responsable del éxito cualitativo de una película? Los actores egocéntricos (casi todos) dirán que sí; porque ven las películas desde la actuación, ven la performance no sólo como medio (de un fin superior: una idea del mundo) sino además como responsable primaria de un triunfo de la puesta en escena. Claro que esa no es nuestra tarea, por suerte la mayoría de los espectadores no somos actores. Hay sobrados ejemplos de que actores no profesionales con registros que podrían ser considerados negativamente o actores profesionales sin galardones ni mucha técnica pueden formar parte de una gran película (un caso relativamente actual y nuestro es el de, por citar alguna, Vil Romance de Campusano); por el contrario, es más difícil que sólo una gran actuación consiga redimir una puesta en escena fallida. Tom Hardy la rompe casi siempre, por desgracia acá no tanto como en La Entrega (The Drop, 2014), sobre todo porque la puesta de Brian Helgeland es pretenciosa, tan grandota en su cáscara que pide un Hardy que atente contra su sutileza natural y reviente su actuación en una performance demasiado exagerada. Claro que al menos en esa exageración de Hardy -que va de la mano con la artificialidad hiperbólica de un Helgeland muy poco verosímil para el clasicismo que parece proponer- hay mucha vitalidad, algo que no tiene, en líneas generales, una historia soporífera que se sostiene por aislados sketches cómicos más que por la pura fuerza narrativa que la debería mantener viva y potente.

La leyenda. Leyenda es un título adecuado para una película sobre los Kray. Es acertado porque en el este de Londres los Kray ya no son carne y finitud sino mito y universo. Si alguien sentado en un bar tomándose una pinta te dice que una vez hizo un laburito para los Krays, se cuelga en el pecho una medalla que le otorgan todas las calles de Londres. Claro que debe haber mucho fabulador, pero algún vejete que estuvo metido en lo espurio todavía debe guardar algo de verdad adornada. Esa misma verdad que le falta a la artificialidad vacua de Helgeland. Porque aunque tenga cosas de la Goodfellas de Scorsese (la entrada al casino de Reggie Kray con su novia simulando la ya mítica entrada al Copacabana de Henry Hill junto a su chica en ese plano secuencia demoledor, o la buena escena de la madre de los Krays repartiendo té contra la secuencia en la que la propia madre de Scorsese organizaba una cena de madrugada), en esta puesta no hay un gramo de verdad como sí había en Buenos Muchachos, más moderna desde lo formal pero más genuina y verdadera desde el cuento y la leyenda. Uno de los problemas de Helgeland es que no asume del todo su farsa, lo mismo le ocurrió en Revancha, una película con tal artificialidad (falsedad), con tanto cliché desaprovechado por una convencionalidad fastidiosa en el armado de los planos que no le permitía jugar con los géneros o la ironía, además de desperdiciar al enorme Gibson y a un buen actor como Gregg Henry, capaz de romperla con De Palma en Doble de Cuerpo y terminar apestando con un Helgeland que nos confirma lo del actor envase/ herramienta de algo superior. Leyenda continúa con el “ciclo Helgeland” de películas superficiales, sin humanidad en sus personajes, sin historia en sus planos, y sin alma en su representación.

calificacion_1

Por Ernesto Gerez

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