Funeral en Hawaii…
George Clooney es un actor que parece verse atraído por dos tipos de roles en sus proyectos: comedias sarcásticas que lo empujan hacia el borde del absurdo, y el extremo del señor seductor, adulto y bien serio (en este encasillamiento entra la opción de asesino, político, consultor, etc.).
Con Los Descendientes, Clooney nuevamente abre el abanico a otro tipo de interpretación y se interna en su costado sereno, dramático, con la suficiente cuota de sarcasmo que Alexander Payne bien sabe imprimir a todos sus films.
Al igual que con Las Confesiones del Sr. Schmidt, el eje argumental deviene en la ocasional ausencia de una esposa; en este caso, Matt (Clooney) encuentra a su mujer (Elisabeth) en estado de coma tras un accidente náutico, lo que causa gran alboroto en la tranquila vida de su cónyuge, que sufre la pérdida de distinta forma que sus dos hijas; una muy pequeña que siente una especie de abandono y todavía no llega a comprender exactamente qué es lo que está ocurriendo, y una adolescente que vive el trance con enojo y toma una postura en total defensa de su padre; entre madre e hija un secreto que verá la luz se convertirá en la búsqueda motora del film. Matt, a su vez, se encuentra en un momento muy especial; las tierras hereditarias que administra en Hawaii están a punto de ser vendidas, junto con las de otros terratenientes, con el objeto de construir un inmenso condominio de placer. Para concretar esta venta, todo el clan de propietarios debe llegar a un acuerdo, y sobre Matt recae gran parte del peso de la transacción; sumado a eso, la presión de los padres de Eli, sus vecinos, sus hijas y el inevitable punto de tener que decidir sobre la muerte asistida de su esposa. Un personaje inmóvil en una cama que centra mayoritariamente todos los conflictos por verse.
A modo de escapatoria e intento de dilucidar los interrogantes, Matt, sus hijas y el novio de la mayor emprenden un viaje a Kauai. Uno de esos viajes “fraternizadores” en el que el padre, que estuvo ausente gran parte de sus vidas, termina reconociendo a sus hijas, y empieza a ser entendido y a relacionarse de una manera mucho más comprometida con ellas. Un hombre nuevo ha surgido a partir de la tragedia.
Clooney se pone el film al hombro, algo para lo que está más que calificado, y nos brinda una de sus mejores interpretaciones, impulsiva y serena a la vez, contemplativa, pasional y enérgica. Gran dirección de actores por parte de Payne, cuyos guiones no caen en vaguedades, sino que improvisan e indagan en lo profundo de los seres; en sus películas encontramos situaciones absurdas y cotidianas como así también escenas memorables. ¿Quién habría de olvidar al excéntrico Schmidt en varios momentos o la charla de Giamatti y Madsen en Entre Copas? Los Descendientes marca inevitablemente el crecimiento sostenido de un autor que, por lo menos hasta ahora, no ha defraudado con ninguna de sus incursiones cinematográficas.
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