La familia del bosque.
En el horror puede no ser determinante -en lo que respecta a los resultados finales- que la película en cuestión sea caótica, deje elementos por desarrollar y nunca aclare el origen preciso de la fuerza destructora, por ello Los Hijos del Diablo (The Hallow, 2015) no sólo no sufre sino que además le saca partido a sus deficiencias, metamorfoseándolas en peldaños hacia la sorpresa narrativa: el comienzo promete una estructura símil Perros de Paja (Straw Dogs, 1971) pero no cumple, el nudo coquetea con Pumpkinhead (1988) para luego traicionarnos, y el desenlace se asemeja a una cruza imposible entre El Resplandor (The Shining, 1980) y El Laberinto del Fauno (2006), desparramando elegías implícitas acerca de la descomposición familiar y el rol del entorno en estos menesteres desoladores.
De hecho, sin duda las dos características excluyentes de esta interesante ópera prima de Corin Hardy son su imprevisibilidad y preciosismo, ejes en torno a los cuales gira un relato basado en la vieja premisa de la unidad modelo (hombre, mujer y recién nacido) que decide dejar atrás la vida metropolitana para abrazar su opuesto exacto, una cabaña antiquísima rodeada de una frondosa arboleda. Como se adelantó anteriormente, el esquema “odio entre vecinos” pronto muta en “film de monstruos”, hoy vinculado al folklore bucólico de Irlanda, circunstancia que a su vez nos obliga a poner de manifiesto el contexto de la trama: Adam Hitchens (Joseph Mawle), la cabeza del clan, es el encargado de mapear la futura tala del bosque, acorde con la decisión gubernamental de vender las tierras a las madereras.
Lejos de la pereza visual que enmarca a gran parte de las propuestas del terror mainstream de nuestros días, la fotografía de Martijn van Broekhuizen construye desde la sutileza un ambiente tétrico que esconde secretos y cobija los miedos de los protagonistas, utilizando a los CGI como una herramienta más en pos de mostrarnos -sin gestos patéticos ni estrambóticos- la apariencia de los seres que acechan en la oscuridad, todo un linaje de lo más curioso. El buen desempeño de Mawle y Bojana Novakovic como Clare, su esposa en la ficción, aporta el empujón necesario para que la andanada de cambios de formato resulte convincente y no comprometa el verosímil, haciendo que la desesperación por sobrevivir (por un lado) y el deseo revanchista (por el otro) cohabiten en un mismo entramado general.
Aquí el realizador combina con eficacia un asedio de índole fantástica, mucho humanismo y algún que otro detalle cientificista ligado a la supuesta naturaleza micótica de los ataques. Más allá de la colección de clichés que se dan cita en mayor o menor medida a lo largo del metraje, definitivamente lo que salta a la vista en Los Hijos del Diablo es la importancia de la ejecución concreta de las premisas por sobre esa típica fanfarria hueca de los convites hollywoodenses (léase golpes de efecto baratos, pocas ideas en la puesta en escena, diálogos lastimosos y ese nulo interés en los personajes centrales). Ahora bien, no podemos dejar de lamentar el título elegido para el estreno del film en el mercado local, el cual no guarda la más mínima relación con el sustrato temático y una moraleja de base ecologista…
Por Emiliano Fernández