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CRÍTICAS

Lovely Revolution

 

 

Lovely Revolution

Dirección general: Enrique Dacal Arreglos y Dirección musical: Pablo Dacal. Libro Enrique Papatino. Música: Pablo Dacal. Los actores: Jessica Schultz, Enrique Palatino, Julio Ordano, Enrique Dacal. Los músicos: María Esquiroz – Violín, Clara Stegmann – Violoncello,  Gonzalo Braz – Clarinete – Clarón, Maximiliano Schonfeld – Oboe – Corno Inglés – Guitarra. Prensa: Simkin & Franco.


Deleite revolucionario

 

“Las revoluciones se hacen con

una sonrisa…empecemos por ahí”

Arbolito

 

El teatro es, en sí mismo, un hecho revolucionario. Lo era en tiempos de dictadura militar, cuando la mera reunión ponía en juego la vida misma. Lo es en tiempos de violencia neoliberal en donde los condicionamientos económicos apuntan al corazón de la experimentación y la búsqueda, obligando a la brevedad, al apuro, a pequeños formatos. Obligando a la repetición.

En este contexto de rutinización de lo teatral, tenemos la oportunidad, cada tanto y casi por casualidad, de encontrarnos con alguna búsqueda, con alguna apuesta.

Lovely Revolution es una de ellas. Esa vertiginosa tertulia de teatro musical, tal los dichos de sus intérpretes, es tertulia, es musical, es vertiginosa y es -¡tantas gracias!- teatro.

La pieza se anima nada menos que a una ópera. Los músicos en escena dan cuenta de ello, pero más lo hacen los actores, que nos cantan los hechos al tiempo que desarrollan la acción sin interrupciones. La temática (ayudada por una sensible ambientación y acorde vestuario) nos induce a creer que estamos ante un exponente de “teatro político” (como si hubiera teatro que no lo fuera). El año del Bicentenario de la Revolución de Mayo y sus prolíferos recordatorios, nos predisponen a una clase de historia. Sin embargo, Lovely Revolution no es un acto escolar. Tampoco una revisión académica de la historia que rescata. Toma posición, como es inevitable y elije la ficción.

Enrique Papatino, toma al material como la materia que es para luego, amasarla y materializarla en escena. En este caso se nutre -así sus palabras (www.revolutionlovely.blogspot.com) -, de mundos diversos. Según nos cuenta desde si sitio web,  transitó por el conflicto triangular de la ópera Tosca, de Puccini (en donde un jefe de policía intenta seducir a una cantante lírica, al tiempo que deshacerse del revolucionario que comparte su lecho) tanto como del que recorre la Mariana Pineda de Federico García Lorca, reemplazando en este caso al jefe de policía por el juez Pedrosa, el Pedrosa que encontraremos en Lovely Revolution de la siempre exquisita mano de Julio Ordano.

Quizá haya sido el aura bicentenaria lo que tentó al autor a juntar una revisión de la Revolución de Mayo con las historias predichas. Desde ahí elije a Mariano Moreno, su militancia, su elección política y su dudoso final para narrar esta historia.

Y acá estamos. Entre un Pedrosa de dudosa honestidad revolucionaria, en busca de los placeres que podría darle Guadalupe, la bella y segura esposa de Moreno, que nos acerca la igualmente bella y segura Jessica Shultz, acompañando sus acostumbrados dotes actorales con una voz hechizante inundada de notas impecables, carente de fisuras.

El Enrique Dacal actor, nos presenta al inglés infaltable en nuestra historia patria, el exacto representante del libre comercio que con sus gracias bufonescas nos impiden dejar de seguirlo hacia cualquier rincón del escenario, para luego preguntarnos si pensamos reírnos mucho tiempo más de nosotros mismos.

Los músicos no son una fracción del decorado. Son cuerpos presentes, materia viva en escena, que nuca se niega, sino que se acentúa, ganando su lugar escénico, haciendo lucir la ya de por sí brillante partitura de Pablo Dacal.

El Enrique Dacal director hace gala de su deslumbrante oficio, ensamblando escenas imposibles, superponiendo vivos y ausentes, sufrientes y traidores, pajes y revolucionarios con gran audacia, dando por resultado un engranaje escénico de lujo.

Lovely Revolution se burla de la academia, no ahonda en mayores contradicciones de los personajes históricos, pincela, sin profundizar -no parece ser su objetivo- ciertos caracteres de los personajes que elije narrar, los unifica, los mezcla y los diferencia según su gusto. Sin embargo, se nos hacen reconocibles, sobre todo cuando el Mariano de Enrique Papatino interpela a su público teatral obligándolo a tomar posición desde la pregunta que sostiene la obra entera. “¿Hemos ganado?”

Saavedra nos dice que “fue necesaria tanta agua para apagar tanto fuego”. La historia nos dice que ese fuego se apaga con sangre. Nietszche diría que “¡La magia de estos combates es que quien los contempla también tiene que tomar parte de ellos!”.

Esta noche, el combate, lo ganó el teatro.

Se agradece.

 

Teatro: La comedia: Rodríguez Peña 1062, Capital Federal – Buenos Aires – Argentina

Web: http://www.lacomedia.com.ar

Entrada: $ 40,00

Día y horario: Domingo – 20:00 hs.

 

 

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