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CRÍTICAS - CINE

Megalopolis

MEGADESILUSIÓN

Hay un término que ya ha sido empleado en diversas críticas publicadas en esta web al querer desarrollar sobre la expectativa que genera un film antes de ser visto, en parte una “movida” de marketing también denominada “hype”. No se si recuerdan la noticia del hombre que había muerto de risa en una sala al ver Los enredos de Wanda o el año pasado, la de que ciertos espectadores se retiraron de la sala durante los primeros minutos de proyecciones previas al estreno mundial de Crimes of the Future, de David Cronenberg, cuando en la realidad, por experiencia propia o haber consultado con pares, nada de esto sucedió jamás. Megalopolis creó mucho de este hype. Hoy en día se volvió habitual dentro del periodismo generar un vinculo para con el lector, oyente, receptor, que consiste en un pretexto, una peculiaridad, una característica o alguna reacción de esos primeros espectadores, sea este el contenido de un teaser, trailer, una simple mención o una nota de color, como ocurrió semanas atrás y hasta horas previas a la primera proyección del último film de Coppola. Específicamente, me refiero a que un actor se llevó mal con otro durante el rodaje, o acerca de las horas de maquillaje que tuvo que soportar. En fin, una larga lista de realidades y/o ocurrencias que hacen a esta “movida” y no aportan nada a la experiencia de ver la película.

Francis Ford Coppola no dirigía desde Twixt (unos 13 años atrás, película inerte con ideas) ni tampoco había conseguido las inversiones necesarias para poder concebir Megalopolis por décadas, por lo que tuvo que autofinanciarse. Como cuando realizó la hermosísima y hoy positivamente recordada One from the Heart, razón por la que fundió a su propio estudio, Zoetrope. El autofinanciamiento no es una acción frecuente en el cine actual, menos aún si contamos con escalas a nivel de una superproducción. Existe un factor a la hora de hablar del cine de Coppola: por lo general no fue alabado por la crítica cuando se estrenó, a excepción de El Padrino, La conversación o Apocalypse Now. ¿Por qué hoy añoramos y analizamos films como Peggy Sue Got Married, Tucker: Un hombre y su sueño, Jardines de piedra e incluso El Padrino. Parte III, que en su momento fueron destrozados? ¿Por qué cuesta tanto hablar de Coppola y de sus últimas producciones, que distan tanto de sus obras maestras?

Megalopolis es un proyecto ambicioso y colosal a la vez. Se aprecia un tema recurrente en la filmografía de Coppola: filmar y tratar temas como el arte, la arquitectura, la ópera, el diseño, la construcción de un objeto y su vínculo con la historia; aquí, con el Imperio romano, podemos refrescar las referencias en El Padrino. Parte II o III o Tucker.

Adam Driver interpreta a Caesar Catilina, premio Nobel de arquitectura, residente del edificio Chrysler de una Nueva York ahora llamada Nueva Roma. Consigue manipular un nuevo elemento o material denominado Megalón, que tiene propiedades únicas en materia de construcción y que, a su vez, le permite la habilidad de detener el tiempo. Caesar, junto a sus diseños urbanísticos, tiene en mente un proyecto integral general de cambiar la arquitectura y modo de vida de las personas: la creación de Megalopolis, una ciudad que se retroalimente con el ciudadano/humano en muchos sentidos, y por qué no, generar una evolución. Busca combinar así una mejora en la calidad de vida, capaz de permitirle al ser humano emplear su tiempo de manera eficiente para poder hacer lo que realmente quiere, comprometerse con el medio ambiente y demás. Una mirada ambientalista, que recuerda a los deseos de Cameron en sus Avatar. Ahora, todo esto es muy lindo pero…la puesta en escena que Coppola dedica a su fábula -como la destaca desde su placa inicial-, si bien es osada y grandilocuente (como ocurriera con Babylon, de Damien Chezelle), también culmina manifestándose en un exceso contraproducente, semejante en contrapartida con lo que ocurría en el transcurso hacia el final y fiesta de Tetro, film que tenía un comienzo por demás interesante y luego terminaba cayendo a un precipicio.

Megalopolis se presenta con placas o intertítulos recitados por Laurence Fishburne, chofer de Caesar, y hasta hay lugar también para recursos como el de una irrupción en la misma sala de cine de una persona física real que interactúa con el film, algo que no agrega absolutamente nada a la trama y que será irreproducible en salas comerciales. Coppola acá rompe la cuarta pared e introduce la noción del “cine dentro del cine”, planteando la idea de que podríamos bien ser los espectadores quienes cuestionamos al Caesar y a Francis Ford. De hecho, algo que estamos haciendo en este texto o referenciando a Faretta, y a modo de analogía, la clase media que no aparece en Titanic pero que puede pagar una entrada para ir a verla. A los excesos de Coppola se suman y están presentes cuestiones muy simplistas sobre política. La figura del banquero (Jon Voight), el hijo tonto llamado Claudio (Shya LaBeouf), el alcalde (Giancarlo Esposito), la periodista (Aubrey Plaza), una trama policial/judicial sobre la difunta esposa de Caesar y una historia de amor carente de química alguna con Julia (Nathalie Emmanuel), a su vez hija del alcalde. En el film de Coppola se acentúa la noción del intento por recrear la caída del Imperio romano y que, sin alejarnos mucho, podría tranquilamente ser sacada de films como Batman/Batman vuelve. Cuando irrumpen escenas de protestas callejeras, sumadas a la música incidental, pareciera estar Spike Lee detrás de cámara, algo que sobresale de manera forzada frente a los diversos tonos en los que transita el film.

Llega un momento de Megalopolis en el que el desconcierto es notorio. Diálogos que rozan el ridículo y pobres actuaciones de grandes actores que participan vaya uno a saber por qué. Así vemos a un lamentable Dustin Hoffman y a Voight (dupla de Perdidos en la noche) o a LaBeouf similar al irritable Mark Ruffalo en Pobres criaturas. El film transcurre generando deseos de que culmine y no se convierta en el pastiche de personajes frente a cámara y diseños a sus espaldas creados por CGI que termina siendo, repleto de mensajes cursis y el deseo de lograr que accedamos a un paraíso utópico no solo arquitectónico sino cinematográfico.

Con Megalopolis, lejos nos encontraremos de ambas intenciones, y es menester manifestar el deseo de que Coppola vuelva a filmar, las veces que sea, e incursionar, seguir explorando, explotando y manifestándose, y también hacernos pensar y repensar sus films, así como discutirlos, por más que nos encontremos con una desilusión de tamaño en un sistema de medición que denominemos mega.

(Estados Unidos, 2024)

Guion, dirección: Francis Ford Coppola. Elenco: Adam Driver, Nathalie Emmanuel, Shia LaBeouf, Giancarlo Esposito, Aubrey Plaza, Jon Voight, Dustin Hoffman, James Remar, Talia Shire, Jason Schwartzman. Producción: Michael Bederman, Francis Ford Coppola, Barry J. Hirsch. Duración: 133.

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