HECHOS Y MEMORIAS
Durante la entrevista moderada por el crítico Elvis Mitchell en el Independent Film Channel (IFC), Christopher Nolan confirmó que su principal atracción hacia el relato Memento Mori se debió a la inflexibilidad de su hermano Jonathan contra el protagonismo de un hombre diagnosticado con amnesia. Para él, que dicha condición expresara la imposibilidad de retener recuerdos recientes le brindó a esa obra breve la aptitud de maniobrar una razón gramática en un espacio y tiempo controlado.
La amnesia es un recurso narrativo infaltable en historias televisivas extensas, ya sean culebrones o sitcoms, de ahí el rechazo por parte de ciertos tramos en un arte sintético como el cine. Por supuesto que siempre habrá excepciones elogiadas y modélicas incluso para cineastas (la saga de Bourne es un buen ejemplo de las últimas décadas, aunque sea en materia de acción).
Nació así la contraoferta cinematográfica titulada Memento. En palabras de los hermanos Nolan, ellos no estaban interesados en que Leonard Shelby (el protagonista, encarnado por Guy Pearce) fuera el hombre que no sabe quién fue y que al final lo recuerda. Sí se plantearon la composición de un área entre la persona que Leonard es y la persona que fue, pero siempre definida en el presente. Como reflejo de su padecimiento de no tener memoria de corto plazo, la película se mueve con una cronología dual, lineal y puesta a la inversa con escenas a color que hacen retroceder los eventos y otras en blanco y negro que los hacen avanzar hasta que ambas coincidan en una curva. Esta última es manifestada en un Leonard que lo pierde todo cuando se esconde de sus miserias al vestirse como un narcotraficante exitoso, similar al Bill del final de Following que sacrifica su libertad por imitar a un ladrón profesional y elegante al estilo businessman.
El segundo largometraje dirigido por Christopher Nolan empieza y termina donde el primero apenas había concluido, porque se ve atravesado por dualidades puestas en diegesis: Memento inicia y finaliza con las dos únicas muertes en el presente del relato, descontando los flashbacks de las dos esposas difuntas; Leonard dice que odia el diminutivo “Lenny” y pide que no lo llamen de esa forma, pero tanto “Leonard” como “Lenny” siempre serán los dos nombres aplicados por los otros protagonistas al mencionarlo; Es habitante de dos ciudades, la actual (Los Angeles) y la originaria (San Francisco); investigaba perfiles de personas por oficio y ahora lo hace por beneficio personal; siempre recuerda a Sammy Jankins, un ex cliente que sufría su enfermedad ahora presente; sus creencias e inseguridades solo oscilan entre dos personajes secundarios, que son Teddy (Joe Pantoliano) y Natalie (Carrie-Ann Moss); dos son las mujeres con las que Leonard intenta llenar el hueco de dos camas matrimoniales, Natalie y la prostituta anónima.
Al igual que el Trent de En la boca del miedo, Leonard es un investigador de seguros para nada familiarizado con la noción del fan y entiende que la finalidad de las ficciones se reduce en los spoilers, en simplemente saber cómo termina una historia. Por eso descarta el compromiso con las segundas lecturas e incinera el libro favorito de su esposa sin nombre. Sus creencias pasan por Natalie –etimológicamente, la natalidad, el nacimiento de Cristo- a quien le confía: los detalles de la noche en que su esposa fue violada y asesinada; que ella le decía “Lenny”; una noche de intimidad omitida polémicamente; y por último (en realidad al principio de su relación) bebe voluntariamente la saliva de ella, la de su cliente y la propia (o podríamos decir, la sangre de ella, su apóstol y la de él).
Si Natalie es una tercera posición desde la cual Leonard catapulta sus intereses, lo que falta definir es una otredad, un enemigo para establecer un poder a través de la toma de decisiones. Este es nadie más y nadie menos que Teddy, un doble por oposición. A primera vista, comparten con Lenny un apodo de cinco letras, solo que él lo usa para esconder su nombre de pila, mientras que el protagonista principal detesta el segundo nombre que se le adjudica, esa segunda lectura, esa segunda historia. Este rechazo por la abreviatura se lo comenta a Teddy al principio del film (o sea, el final) y le advierte que no es la primera vez que lo hace, algo que –nuevamente- por omisión polémica comprobamos que no es cierto ya que en el transcurso de los hechos (siempre desde el final hacia el comienzo) este no vuelve a ser tema de conversación entre los dos.
¿Por qué no pasa esto en una película repleta de repeticiones que nos presentan las consecuencias antes de las causas? Teddy le dice “Lenny” constantemente y “Leonard” en contados casos, ¿hay algún sentido en esto, o es mero azar? Nos arriesgamos por la primera opción y destacaremos un solo uso del “Leonard” por parte de Teddy, que es la primera vez (la del final de la película y no la del principio, claro) que Leonard le apunta con un arma. Es más, diremos que, más allá del recuerdo de la esposa que perdió, Lenny es de quien Leonard huye porque Lenny es el director de la película que Leonard protagoniza. Lenny es un fuera de campo que Leonard no puede mencionar.
Teddy es como Leonard, pero no como Lenny. Los hechos superan cualquier rasgo de memoria, no hay interpretación que valga al confrontarla con registros. Teddy solo se piensa a sí mismo materialmente. Al margen de guardarle cierto respeto a Leonard por no robarle los doscientos mil dólares que esconde en su vehículo robado, el oficial Teddy solo quiere la mitad del dinero secuestrado por Leonard y no la mitad simbólica de la obra de Lenny. Teddy traza su plan a partir de una ruta de escape unilateral, una traducida en un ingreso monetario extra.
Lenny, como tantas veces creyó reconocerlo Teddy, eliminó a su némesis alegórico aliando a dos figuras totémicas como sus tatuajes y sus fotografías polaroid, esos instantes privilegiados a los que el cine se opuso desde su origen auténtico. Lenny usó el recurso del enemigo en su contra. Por supuesto que el principio de simetría de El concepto del cine puede ser aplicado para los tres usos distintos que Lenny le otorga a la fotografía de Teddy. Esto está a la altura del recorrido de la foto de Sarah Connor en la primera Terminator, donde la tercera aplicación se abre simbólicamente en el momento que la foto es tomada.
En su presentación con el rostro de Teddy, las fotos indican cómo hace Leonard para ponerse al día con los mensajes que él mismo se escribió. Confía ciegamente en ellos, al punto de volverse un homicida por tan solo leer sus apuntes en las fotos. En la segunda aparición de la foto de Teddy, en forma de ícono y uso desplazado, verificamos que la letra de las notas sí es de Leonard y que se deben a una puesta de comparación comunicativa de datos entre sus tatuajes y la información recibida de fuentes que desconocemos por el momento. La tercera vez no requiere énfasis analítico, se da a la mitad de la película para recordarnos la fe de Leonard en ellas y que todavía no cuenta con motivos para matarlo a Teddy. La cuarta es la tercera que nos importa porque es la declaración del símbolo, cuando Lenny toma la fotografía.
Así es, Lenny en vez de Leonard.
Justo antes de eso, Teddy lo saluda como tal y él no lo corrige. Podemos decir que esto es porque no le prestó atención, o porque, cifradamente, Lenny se acepta con ese nombre. De hecho, es la única vez en todo el film que lo vemos resistir tanto tiempo a sus inevitables olvidos… más si tenemos en cuenta que no solo son los últimos veinte minutos de duración, sino que hay que sumarle cada minuto de las escenas exhibidas en blanco y negro, cuando Leonard es sustituido por Lenny. Esta fotografía en clave simbólica se une con su continuidad al mostrarnos su origen y es arrojada cuando Lenny es notificado por un eje vertical (ese Jimmy Grant arrastrado por las escaleras y lo confunde con Sammy Jankis, o así lo interpreta él) de que tiene material para dirigir su propia película y combatir su desgarradora realidad, identificando a Teddy como la otredad de la cual no debe “creer en sus mentiras”.
Como hemos indagado en nuestro texto, en Inception Cobb es un director dual. Opera con símbolos, o más bien hace que sus reclutas los pongan en escena por él, y a la vez se esconde de ellos al borde de negarlos. En Memento Leonard es el actor que Lenny dirige. Nosotros percibimos la pos-producción montada por Lenny, en su última escena somos testigos de cómo jerarquiza su pre-producción y, finalmente, se produce el corte a créditos cuando Leonard ingresa al rodaje en la tienda de tatuajes.
© Lucas Manuel Rodriguez, 2020 | @LucasManuel94
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