Jueves 25 de noviembre, el día más importante del año: ¡¡¡¡¡Mi cumpleaños!!!!!!! ¡¡Si, si, si!! Todo el año me la paso esperando este día sagrado, este día maravilloso en que, más que nunca, sucede lo que me encanta que suceda, y eso, es ser el centro exacto de la atención de todo el mundo.
Verán, hay gente (probablemente de la mas inteligente que conozco) que no disfruta de la atención ajena y a la que le revienta atender el teléfono cien veces en el día para escuchar lo mismo. Esa gente es la que, hoy mas que nunca, repudiamos con ganas y de la que, si nos ponemos bien honestos, debemos decir que desconfiamos consuetudinariamente. Así que queda claro que esta columna está dedicada a todas las “prima donas” del bonete que hay dando vueltas por allí. Gente de mi palo que, como yo, disfruta hasta el orgasmo de la apertura de regalos, las canciones alusivas, los llamados desde las doce de la noche, las sorpresas, las fiestas desproporcionadas y las borracheras inconscientes, que depara el festejo del propio natalicio.
Mi media naranja está de vacaciones. Tuvo el buen gusto y la maravillosa delicadeza, de tomarse la semana de mi cumpleaños para estar conmigo por lo que, estos últimos días, han sido particularmente buenos. Vino, buena comida, música, caminatas por el barrio, compras, mucha tele, mucha radio… Ahora mi peoresnada (que mucho no se banca estar al pedo) está pintando las paredes y el techo del baño de color rosa (me dejó elegir el color sin chistar) y yo escribo tendida en mi camita, con mi gato Oberón enroscado a los pies durmiendo como descocido, esta columna que, de movida, me está poniendo de humor melanco.
Hoy, mientras esperaba que la batería de mi laptop resucitara, me puse a hacer zapping por los canales de cable (esto es una conducta que el lector asiduo de este espacio ya ha descubierto como hábito) y me dediqué a pensar un poco en la infancia y en los cumpleaños y en los amigos y en las fiestas y en mis viejos y en mi hermana y en mi amiga María José que está en Europa y la extraño y en un millón de cosas que me iban desfilando por la mente como una estampida de elefantes rosa (¿cazaron el guiño a la Disney, fans estén atentos).
Una imagen llevó a la otra y eso, mas el hecho de que en un canal después del veinte, estaban pasando Hombre Nuevo Vida Nueva, me hizo acordar a mi viejo y al hecho bastante singular de que, una vez, mientras comíamos en un restaurante de mi pueblo, me confesara que él veía a la gente y la clasificaba con colores.
Mi hermana y yo nos quedamos de una pieza mientras nos lo contaba. No recuerdo de qué color la veía a ella, pero si recuerdo que a mi me veía naranja. La película, protagonizada por Kurt Russell Y Goldie Hawn, me había hecho acordar de él y de sus cosas porque, de chicas, había una cinta que alquilábamos una y otra vez cuando no sabíamos qué título llevarnos: Hombre Nuevo vida Nueva. Una comedia tan olvidable como despareja, pero que para mí abre como una llave, un universo entero de memorias, sabores, colores, temperaturas… Recuerdo que siempre nos cruzábamos al videoclub a la siesta, con el sol rajando el asfalto, porque no nos dejaban ir a la pileta hasta que hubiéramos dormido por lo menos una hora. Eso jamás sucedía, mi hermana y yo hacíamos cualquier cosa menos dormir. Nos poníamos a jugar a las barbies, a cantar, a hacernos reír de una cucheta a la otra, a robarle cigarrillos a mi papá y pretender que fumábamos… Una vez desbaratamos un montón de paquetes de algodón de la farmacia y llenamos el living de copos, sacamos nuestras camperas de nieve y las bufandas y los gorritos, nos emponchamos todas y salíamos del dormitorio por el pasillo hasta el living, fingiendo que estábamos en la Antártida. ¡Hacía cuarenta grados afuera! ¡Dios mío, qué voluntad!
Nos tentábamos por cada pavada que, muchas veces mi vieja se levantaba y se llevaba, fuera de las casillas y tironeando del brazo, a una para su cuarto para que nos dejáramos de joder. Entonces una de las dos abría despacito la puerta y se asomaba esperando que apareciera la cabeza de la otra y, a penas eso sucedía, las risas arrancaban de nuevo incontrolables y entonces se armaba la de San Quintín.
Si, si, como mi viejo ve a la gente en colores, yo tengo películas que le pertenecen a mi gente y la clasifican y la rememoran como un olor, como una esencia, como un aroma perenne y maravilloso.
Así que, mis queridos amigos, me voy a permitir enumerar una lista de películas con sus respectivos dueños y les voy a pedir que, si tienen ganas, compartan conmigo alguna que les dispare una imagen o un sonido, o les traiga de nuevo a una persona que, como los míos, se haya vuelto dueña de su film inolvidable.
Mi amiga Luján dice que entre nosotras está La Edad de la Inocencia, que ella se acuerda de mí cada vez que la ve. Pero yo creo que nuestra película es Hable con Ella de Almodóvar. Cuando se estrenó nos fuimos al cine juntas una tarde, huyendo ella de todas sus obligaciones de madre y yo, como siempre, sin ninguna obligación o, por lo menos, sin ninguna que me obligara realmente. Nos sentamos en la punta de la fila y nos devoramos la función entera. Habíamos comido hamburguesas, comprado golosinas y hablado pavadas la mitad de la tarde y las dos, salimos del cine contentas, pero acordando que Grandinetti siempre “hace” de Grandinetti y que por mas que le dé vueltas, al tipo le faltan cinco. Por lo demás, la película era maravillosa. Yo me acuerdo de eso cada vez que la veo, no puedo separarla del sabor a hamburguesas y de la caminata de vuelta, con el sol a medio ponerse y la gente saliendo de los “Pago Fácil” y los supermercados.
A mi viejo me lo define Los Aventureros. Alain Delon, Lino Ventura… Esa tristeza que me acomete cuando pienso, esa melancolía de fin de domingo. Angustia, belleza furtiva, un poco la muerte y mi viejo que es un soñador, un aventurero, un vago, un bohemio enmascarado.
Para mi vieja Momento de Decisión. Ballet, Barishnikov, piruetas interminables, saltos casi olímpicos, llanto emocionado, mis zapatillas de punta (que odié con todas mis fuerzas), el placer inagotable de bailar y de brillar con una luz finita pero poderosa, delgada pero cortante como el destello de un cuchillo.
Ya en otro tono, y digo esto con muuchaaaa cachada en la voz y con cara de langa. Están dos de mis mejores, más grandes y célebres amigas de toda la vida, las inefables Mariela y Cecilia. Dos hermanitas capaces de volarle los sesos de una mirada a cualquiera. Bellas, inteligentes, esculturales, divertidas, peculiares y, sobre todo, compañeras de departamento en un momento de la vida en donde éramos tan felices que resplandecíamos. Vivíamos las tres juntas en un departamento en Las Cañitas y la pasábamos tan bien que nos dolían los huesos. No sabíamos ni por asomo que sería de nuestras vidas, pero estábamos allí, comiendo caviar una mitad del mes y polenta la otra. Los vecinos hablaban de nosotras en las reuniones de consorcio, nos denunciaban por ruidos molestos y venían a tocarnos la puerta a la mañana para que dejáramos de hacer despelote. Todo eso, mas el amor, las fiestas, la amistad y la juventud en su estado menos domesticado.
En una época, las tres coincidimos extrañamente, en que yo tenía poderes extrasensoriales. De hecho era cierto, si yo pensaba en una película, a más tardar al día siguiente, la pasaban en el cable. Una mañana me levanté petulante y le pregunté a Cecilia que película se le antojaba. Me contestó que The Doors de Oliver Stone. “Hecho” le dije, y al día siguiente la estaban dando en TNT. Es por eso que cada vez que la veo, pienso en ellas.
El frenesí profetizador duró poco. Mis poderes se desvanecieron solitos, se fundieron a negro con el paso del tiempo jajaja. Eso si, por un breve período de tiempo gocé de una reputación de mano chanta intachable. La gente me preguntaba por sus amores perdidos y por los números de la quiniela. Una vez la pegué…
Para terminar, circunspecta, sigo con la lista.
De mi hermana es Los Sueños de Kurosawa, de mi marido Forrest Gump, de mi amigo Diego Taxi Driver, de María José Titanic, del Negro Chicago, de Darío Viaje a Darjeeling, de Victoria Cumbres Borrascosas, de Jorgito Rambo, de Pablo Amada Inmortal, de Javier Drácula!… y así y así y así…
Todos míos, todas de ellos… Mis grandes películas favoritas, mis personas favoritas…