E tropeçou no céu como se fosse um bêbado
E flutuou no ar como se fosse um pássaro
E se acabou no chão feito um pacote flácido
Agonizou no meio do passeio público
Morreu na contramão atrapalhando o tráfego.
MUERTO A LABURAR
Otra vez, Bong Joon-ho se apalanca en un hito en su carrera (en este caso, el batacazo que Parásitos dio en aquellos Oscars del 2020 que parecen hoy muy lejanos) para explorar las inciertas, turbulentas y ocasionalmente frustrantes aguas de Hollywood. Lo hace con un gran presupuesto y jugando nuevamente dentro de los códigos de la ciencia ficción más estricta. En esta ocasión, Bong adapta la novela Mickey7 de Edward Ahston, que sigue el periplo de un trabajador explotado en una colonia espacial catalogado como “prescindible”: es decir, disponible para ser asesinado y revivido infinidad de veces. ¿A qué se debe la diferencia de cifras? Según el director, matar a Mickey 7 veces le parecía poco.
Bong se arriesga y, al menos artísticamente, triunfa. El éxito de público es otro cantar, uno particularmente difícil de predecir en estos tiempos de productoras con fobia a invertir en una IP no consolidada y a un público cada vez más reticente a gastar el elevado precio de una entrada. Es tomando en cuenta estos factores que la propuesta de Bong Joon-ho resulta particularmente desafiante y audaz: abiertamente política en su discurso (con dardos envenenados a Donald Trump, las iglesias evangelistas y las derechas reaccionarias, con motosierra y todo); desenfadada y cachonda en su abordaje de la sexualidad (en tiempos de superhéroes con torsos esculpidos exentos de cualquier atisbo de deseo); áspera y cruel en su violencia (resistiendo el mandato de atenuar el tono en pos de una calificación más amigable).
Muchas son las decisiones estéticas y narrativas que diferencian a Bong del resto de sus colegas en actividad con posibilidades de dirigir una película a esta escala. Lo más elogioso que puede decirse de Mickey 17 es que se nota dirigida por alguien. Esto, que parece básico, es hoy en día casi milagroso. Bong lo sabe y peca de autoevidente: por momentos el relato se convierte en una vaga excusa para que Mark Ruffalo despliegue una plétora de tics sobreactuados, que continúan su trabajo en Pobres criaturas con una idea muy pobre de lo que es ocurrente, gracioso o irónico. En uno de sus momentos más gruesos, la soldada que interpreta Naomi Ackie le espeta: “¡con razón perdiste las elecciones!”, borrando con el codo cualquier ambigüedad posible respecto del destinatario del mensaje (porque no cabe otra palabra cuando todo está tan masticado y deglutido).
Otras elecciones son menos estridentes y más logradas: la decisión de centrar el punto de vista en el lumpen, aquel que deambula inmerso en un capitalismo tan totalitario que no le permite ni comer, ni dormir, ni morir. “¿Qué se siente?”, le preguntan a Mickey cada vez que resucita. No lo sabe: parte de morir es la certeza de que no se va a volver. En este futuro no tan lejano la muerte es apenas un alto en la jornada laboral, una pausa antes de ser regurgitado por la máquina.
Acaso lo más opresivo del régimen que Bong nos muestra en Mickey 17 sea la anulación de la aventura y el descubrimiento, la expansión de la frontera humana devenida triunfo sectario. A esto le hace frente el tramo final, en el que las individualidades de la colonia humana se amotinan contra su líder para evitar la guerra contra una raza de alienígenas. En este tercer acto, que vibra con el pulso de la aventura trepidante y se afloja las cadenas (la sátira ramplona, el cinismo y cierto caos narrativo que enmaraña el primer tramo) está la mejor versión de Bong Joon-ho, una que nos sumerge de cabeza y no nos suelta.
El cándido final empaña un poco los logros conseguidos, discordante en su optimismo y con un cliffhanger a lo Marvel que parece impuesto por algún ejecutivo codicioso. Si el público acompaña, es probable que veamos más de Mickey: la secuela de la novela ya está escrita y publicada. Con respecto a Bong Joon-ho, espero que siga dándonos películas grandes y ambiciosas, desparejas y llenas de ocurrencias. No abundan.
(Corea del Sur, Estados Unidos, 2025)
Guion, dirección: Bong Joon Ho. Elenco: Robert Pattinson, Steven Yeun, Michael Monroe, Patsy Ferran, Cameron Britton. Producción: Dooho Choi, Bong Joon Ho, Dede Gardner, Jeremy Kleiner. Duración: 139 minutos.