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CRÍTICAS - STREAMING

Nahir

CINE PARA DILUIR

Voy a empezar a hacer una relativa defensa de los ataques que recibió Nahir en cuanto a su veracidad respecto de los hechos reales. No se trata de una defensa moral sino meramente estética. Que la película tergiverse hechos, incluso para defender a una asesina y faltar el respeto a la memoria de un muerto, no es al menos desde el punto de vista artístico algo malo en sí. No hay una obligación de ajustarse a lo que pasó, incluso cuando esto suponga tener una mirada benevolente sobre quien posiblemente no sea más que una psicópata y cuando incluso manche la memoria de quien haya sido una mera víctima de esta. Que Nahir convierta a una asesina casi en una mártir debería importar tanto como que en Amadeus se haya maltratado al Salieri histórico para hacerlo quedar como un villano. Qué más da, para ponerme pomposo, recordaré a Aristóteles cuando decía que el arte es más filosófico que la historia, ya que mientras el segundo es caótico y arbitrario, el primero es -o al menos debería ser según el griego- algo ordenado, que vaya hacia uno o más conceptos y rechace el azar. 

Así que si quiere hacerse un lavado de cara de una asesina para mostrar una o varias ideas del mundo adelante, no es intención de una crítica de una película (o al menos de esta) andar recriminando esto.  

Menos que menos podría hacerse una objeción a que la película le interese hacer un relato sobre una asesina. Seguiré con la cita pomposa y recordaré la vieja y querida frase de Oscar Wilde: “ningún crimen es vulgar, pero toda vulgaridad es un crimen”. Entonces no hay porque estar indignándose con que haya un interés en seguir la historia de Nahir, ver su punto de vista y fascinarse un poco por esto. 

Pero, empecemos con una objeción básica, la película no parece muy fascinada con lo que muestra. Nahir es una película filmada de forma rutinaria, con una musicalización efectista y una estética televisiva. Por otro lado, las actuaciones son mayormente estereotipos groseros. Desde el fiscal sexista, el hombre de la farándula canchero y el machote bobo que termina siendo el novio -o pareja, o lo que sea- de Nahir. 

Su estructura narrativa es, por lo menos, caótica. La película empieza, vaya a saber uno porque, con una fiesta de 15 de Nahir y el momento en el que ella conoce a su futura víctima Federico. De pronto hace una elipsis y nos encontramos en la noche posterior al crimen. Así es como la película nos anuncia que va a ir saltando en distintos tiempos narrativos. Sin embargo, esos saltos temporales no producen ningún suspenso, ninguna sorpresa, en suma, no alteran en nada la percepción que tenemos de la historia.

Por otro lado, hay algún que otro personaje (como el representante de modelos o la abogada con perspectiva de género) que no parecen estar ahí más que de forma anecdótica. Sea en el primer caso para dar el dato de que Nahir tuvo una defensa poco convencional, sea para que Nahir cuente lo que supuestamente pasó con su padre al momento del delito. 

Son momentos que aparecen desparramados, en una película que salta de situación en situación y de tema en tema sin ahondar demasiado en ninguno de ellos. 

Por ejemplo, sabemos que Nahir pierde un concurso de belleza y que esto le da bronca, pero podríamos sacar este momento de la trama sin que esta altere demasiado las cosas. Sabemos que tiene una relación de amistad con una presidiaria, pero es un mero dato de color que sirve capaz para mostrar una sororidad femenina. Quizás con la misma intención de mostrar solidaridad entre mujeres, hacia el final vemos a Nahir dándose la mano con su madre, pero nunca se construyó ninguna situación previa que mostrara algún vínculo serio entre madre e hija, o por el contrario alguna situación de enemistad que vuelva a esta reconciliación algo mínimamente emotivo. 

Por el lado del padre encontramos cosas igualmente forzadas.

Así es como hacia el final la película transforma al padre de Nahir en un tremendo hijo de puta, pero la verdad es que durante todo el relato no había nada demasiado siniestro en él. Meramente una escena donde se lo mostraba demasiado “cuida” de la hija y donde parecía decepcionado porque no había ganado en un concurso de belleza.  

Entre tanto elemento narrativo desparramado aparece una torpeza especialmente grande y es como el film relata la relación entre Federico y Nahir. Allí el planteo de la película parece de lo más simple: Federico es  una persona posesiva, violenta, de la cual Nahir es mayormente una víctima que termina reaccionando disparándole dos veces.

Apenas hay alguna que otra escena con ella provocándole celos en un boliche, para marcar algún tipo de idea de relación tóxica. Pero la película se desmarca pronto de cualquier tipo de ambiguedad y la mayor parte del tiempo muestra a un pibe que le manda cientos de mensajes e incurre de forma sistemática en el insulto, la desconsideración y hasta la agresión física ante una Nahir que mayormente no hace otra cosa que quedarse callada.

Por otro lado, hay algo desastrosamente poco natural en la relación entre los dos, con diálogos que parecieran escritos por una inteligencia artificial. Ya desde el comienzo la película presenta este tipo de conversaciones hechas de declaraciones, de frases supuestamente gancheras. Así es como, cuando Nahir conoce a Federico después que él se cuele en su fiesta de cumpleaños, lo primero que escucharemos es este diálogo.

Nahir: Yo no te invité a mi fiesta.

Federico: Pero me vas a agradecer toda la vida que lo haya hecho. 

Diálogos supuestamente ingeniosos como este son comunes a lo largo de la película. Si hasta la primera declaración de Nahir en el film es una ironía barata donde ella dice que en la cárcel es el lugar donde se siente libre.

Así y todo, el mayor de los problemas de Nahir no está en lo aparatoso de las conversaciones sino en algo peor: su mirada sobre el caso y el entorno de Nahir. En uno de los momentos más insólitos de toda la película, el fiscal del caso escucha que una amiga de Nahir acusa a Federico de haber golpeado a la victimaria. Ante esto, el fiscal suelta una frase que es prácticamente una apología de la violencia de género. Lo dice en un tono sobrador y canchero, y en frente de la testigo que escucha esto con indignación.

Es un momento ridículo que lo que hace es acentuar la idea del film de que a Nahir la condena una justicia patriarcal, que no tiene en cuenta la violencia del macho y carga las tintas sobre una persona inocente. 

No sé cuanto hay de cierto o no en la declaración de ese fiscal durante el juicio. Lo que es seguro es que lo único que hace la película con eso es construir un mundo demasiado poco interesante por su carácter caricaturesco y sobre todo sentencioso. Porque al fin y al cabo, el gran problema de Nahir es la seguridad con la que ve ese mundo que quiere retratar. Por un lado pone a la sororidad bondadosa; por el otro, al macho cruel y manipulador.

Y quizás lo que más me moleste de todo esto es la forma en la que se tomó un material de base para producir algo tan pero tan poco interesante. Si el caso de Nahir Galarza produjo una curiosa morbosa es porque era extremadamente particular. Una chica linda y flaquita, de 19 años, condenada a prisión perpetua por un asesinato, que exhibía una frialdad inquietante en las entrevistas y había mantenido una relación enfermiza durante años con otro chico joven. 

Pero sabemos que es un mal de estos tiempos la sobrecolectivización, la necesidad de diluir todo en un un magma gris de explicaciones sociales.

Y así, la muy atípica vivencia de Nahir, de su víctima, de sus familiares se diluye en un par de ideas de moda. 

Entonces lo extraño se vuelve acá gris, lo que podría ser curioso se vuelve acá común, lo que es siniestramente extraordinario se vuelve vulgar, y todo termina teniendo al final la sofisticación de una crónica escrita a las apuradas, la sutileza de una publicidad de un laxante y la profundidad de una pancarta oportunista a la que encajamos en la categoría de cine solo por la necesidad de encasillar las cosas.

(Argentina, 2024)

Dirección: Hernán Guerschuny. Guion: Sofía Wilhelmi. Elenco: Valentina Zenere, Simon Hempe, César Bordón, Mónica Antonópulos, Nacho Gadano. Duración: 122 minutos.

1 comentario en “Nahir”

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