Esperamos años y años que llegara un documental sobre la singular breve obra de larga trayectoria de Fabián Bielinsky, director de Nueve reinas (2000) y El aura (2005), dos películas-leyendas servidas en bandeja de 35mm en apenas un lustro para elevar el rango de poderío de nuestra industria cinematográfica en la cima de su competencia internacional.
Nueve auras es un documental funcional a este anhelo, y se encarga de saciarlo. Tenemos al fin un documental sobre Bielinsky. La ambición estética de este trabajo no empieza bien: las escenas donde Darin, Brédice y Pauls ingresan al Hilton bromeando o suben por el ascensor del hotel, o las de Pauls saludando gente en La Tasca –hay muchas más situaciones ‘de pasillo’ como estas, de lenguaje más adherente a un noticiero–, no corresponden sinceramente a una película que busque registrar con seriedad o profundidad el talento y el legendario modus operandi de uno de los cineastas más grandes de nuestro cine. Bielinsky hizo mucha televisión, pero la estela de su legado, el aura que lo rodea, y no es un juego de palabras con su película, es cine puro. Bielinsky, disculpen la hipérbole (si lo fuera), es cine.
Aunque no empiece bien, Nueva auras continúa eficientemente al permitirnos primero oír y luego escuchar el primero de los testimonios en off de Bielinsky, que apunta directo al plexo de la referencia que muchos admiradores aprecian: las dos películas como mínimo que veía por día cuando era chico en vez de ir a jugar a la pelota con sus amigos. La buena senda del documento firme empieza a cristalizarse. Porque Bielinsky, además de cine, era cinéfilo. Y uno clásico: mucho cine en el cine. Insobornable. Así salían sus películas. Tuvo la mejor escuela espiritual: las butacas de una sala y mucha gente alrededor.
No podemos negarle a Frigerio el mérito de haber tenido la iniciativa de abordar a un talento único como Bielinsky ni la espontaneidad general que impregna el curso del relato, estructurado por testimonios de personas y personalidades de sus entornos afectivo y profesional, aunque suelen ser lo mismo en el microcosmos de los cineastas que logran organizar un grupo humano con calidez y firmeza, y fue el caso de Bielinsky. Se incluyen –y es un festival retro– tomas y escenas de sus dos catedrales, que materializan los oasis de espectacularidad que dividen el material de archivo del presente testimonial; la máxima calidad de Bielinsky sigue intacta y la sombra de su huella corre hacia adelante con toda luminosidad.
Podemos señalar que el rigor del montaje, como mencionamos al principio, no equiparó el rigor analítico que ameritaba el proyecto sin arruinarle la experiencia a nadie: hay que ver esta película: Fabián Bielinsky es una rara avis: dos únicos largometrajes, pero magistrales; no es sencillo ponerle el cuerpo a su corpus.
Pero también, y es una decisión de producción al menos polémica, faltan testimonios de especialistas en cine, de teóricos, de críticos y de historiadores. Se han escrito libros sobre Nueve reinas y sobre El aura. Se han escrito libros sobre Bielinsky. Se hubiera enriquecido el análisis de su obra y se hubieran depurado las ligerezas que le restan peso a algo bien hecho pero que repite la fórmula de los making of que traían los formatos hogareños o producían los canales de televisión. Este es un paso adelante en la concreción de la memoria audiovisual sobre Bielinsky. Pero seguiremos esperando el relato que desmenuce el misterio casi esotérico de su extraordinario virtuosismo narrativo, de su lirismo aún cifrado para algunos de nosotros, vulgares mortales de la cinefilia; seguiremos esperando que la generosidad de su aventura efímera entre los vivos y eterna entre los muertos de este pasajero poético del llamado tren de sombras, escrita en claves poéticas que puede traducir sólo un médium alejado del prosaísmo, llegue a nosotros y podamos asimilarla, si se quiere, osmóticamente. El médium es el mensaje.
(Argentina, 2025)
Guion, dirección: Mariano Frigerio. Con: Ricardo Darin, Leticia Brédice, Gastón Pauls, Dolores Fonzi, Nahuel Pérez Biscayart. Producción: Carolina Couto, Federico Consiglieri. Duración: 87 minutos.
