En el film Allensworth el espectador sentirá que se encuentra como traductor de tarjetas distópicas, no apocalípticas sino aterradoras y vacías, cuyo dentro y fuera son imágenes que a su vez constituyen la dialéctica de escindir. La geometría de dicha dialéctica los deslumbrará por su perspectiva inquietante al aplicarla a terrenos metafóricos.
James Benning en su film Allensworth se introduce en ese universo de geometría espacial y metafórica para mostrar a través de doce estaciones la soledad y el vacío de un pueblo casi abandonado que cuenta en la actualidad con 531 habitantes. Si bien en sus orígenes fue la primera ciudad en California fundada por el Coronel Allensworth, en 1908, en el condado de Tulare, financiada y gobernada por afroamericanos. En la actualidad sus residentes son una mezcla de blancos, asiáticos, afroamericanos y latinos, dispersos en un vasto territorio yermo y polvoriento.
En doce cuadros rodados en el transcurso de un año que se suceden como estampas que duran algo más de cinco minutos, James Benning cuenta la historia de ese misterioso pueblo fantasma desfijado de la realidad contemporánea, con casas dispersas. La ciudad fue poco a poco abandonada después de la Primera Guerra Mundial o la Gran Guerra.
La elección del formato no es casual, ya que exporta una construcción histórica que excluye el ordenamiento diacrónico de la historia original. Recurre a una simultaneidad de imágenes y tiempos que se enraízan en el estamento ideológico de la lucha entre blancos y afroamericanos.
La música diegética es usada para puntualizar la desigualdad y los prejuicios en una especie de collage en los que se entremezclan las ráfagas de viento con un concierto de pájaros, el ulular de la sirena de un tren y el paso de algún vehículo que se visualiza en un plano oblicuo y distante. En medio de ese concierto interpretado por una naturaleza deshumanizada, resuena lejana la voz de Nina Simone cantando Blackbird y luego el emotivo In the Pines de Lead Bell, ambos ejemplos de la música negra clásica y a la vez como insinuaciones indirectas con la tradición de un territorio rural, cuya vasta inmensidad crea un espacio invisible que el espectador puede sin embargo habitar.
La imagen de un árbol solitario, semi deshojado, en medio de un paisaje invernal, inicia el raconto sobre el viaje que hará el espectador sobre una serie de modestas casas o edificios de madera o chapa unifamiliares, un establo y un cementerio con una sola lápida con el nombre de Anna Pierson (jul 1882-Apr 1926) que recuerda quien habita esa tumba, con cruces raídas o caídas, formando un tablero espectral donde ya no existe nadie que se relacione con ilusiones y quimeras.
Otro de los cuadros toma el mes de agosto, que tradicionalmente sería el inicio del año escolar. La cámara se instala en un salón de clases, frente a un pizarrón, donde la niña negra (Faith Johnson) recita varios poemas de Lucille Clifton, vestida exactamente igual al usado por la activista Elizabeth Eckford, una de los Nueve de Little Rock, que tuvieron la osadía de asistir en Arkansas a una escuela que era exclusiva para blancos.
Allensworth no es sólo un documental experimental que incluiríamos dentro del mundo de geobiología, pero que al analizarlo más profundamente descubrimos un trasfondo político que se trasluce en la profunda poesía de Clifton en la que se describe abiertamente el propósito de James Benning en Allensworth: representar la microhistoria olvidada de la adversidad y la experiencia negra de afianzarse en la lucha por sus derechos mediante imágenes, desnaturalizadas, metafóricas y con una sola presencia humana.
Allensworth no es un filme fácil de visualizar y James Benning no es un director accesible para comprender, pero la experiencia de ver dicho film permite una profunda reflexión sobre lo que quedará del mundo si continúa padeciendo una guerra continua.
(Estados Unidos, 2022)
Dirección: James Benning. Duración: 65 minutos.