(Estados Unidos, 2016)
Guio, dirección: Jim Jarmusch. Elenco: Adam Driver, Golshifteh Farahani. Producción: Joshua Astrachan, Carter Logan. Duración: 113 minutos.
GHOST BULLDOG
Paterson es la ciudad más grande de New Jersey, que no solo se destaca por ser una de las mayores productoras de seda, sino de poetas como Williams Carlos Williams, autor cuyo compilado de poemas fue publicado con el mismo nombre de la ciudad.
Jarmusch retrata desde el urbanismo y también desde ese lugar poético que Williams deja libre, y de ahí en más se detiene para indagar sobre la vida del joven chofer de transporte público de apellido Paterson (Adam Driver), quien, como admirador de la obra de Williams, comienza a escribir sus propios trabajos, aunque distinto sea su impulso para publicar.
La confluencia del arte en cualquiera de sus expresiones siempre ha estado presente en la obra de Jarmusch. Aquí la prosa adquiere un apartado especial. A medida que Paterson idea sus composiciones, los textos son impresos sobre los fragmentos de film. También presentes el jazz, el diseño textil y esos submundos que Jarmusch bien retrata: los bares.
Paterson es un tipo simplón, tranquilo; convive con una novia que compone diseños en su hogar, utilizando colores opuestos como el blanco y negro. Algo así también son ellos, muy distintos. Y hay un tercer integrante, su perro.
El registro de Paterson dista de Only Lovers Left Alive (2013), la anterior película del director, y se acerca más al costumbrismo de Ghost Dog: El camino del samurai (Ghost Dog: Way of the Samurai, 1999) y Flores rotas (Broken Flowers, 2005). El film transcurre en el lapso de una semana, en cierta manera con idea de mostrar la cotidianidad sin atisbos de conflictos sorpresivos, salvo la destrucción del libro de notas donde Paterson dejaba impresos sus poemas, a cargo de un pequeño depredador constituido por un Nellie, el bulldog francés que fue recordado en la gala de presentación del film tras fallecer antes de llegar a presenciar el estreno mundial.
Vivir poéticamente es vivir desde la atención: constituirse en un sólido bloque sensorial, psíquico y espiritual de atención ante toda la dinámica existencial de la propia vida, ante la expresividad del mundo, ante la sinfonía de detalles cotidianos en los que esa expresividad se concreta (ello implica un refinamiento orquestal de la vida de nuestros sentidos y un esfuerzo consciente por aquilatar nuestra percepción de los objetos que pueblan nuestro entorno).
(Armando Rojas Guardia, ¿Qué significa vivir poéticamente?)
¿Qué nos hace levantarnos de la cama a diario? Paterson (Jim Jarmusch, 2016) parece esbozar una respuesta a través de este hombre que lleva consigo el nombre de la ciudad donde nació, como si llevara con él, y en secreto, el movimiento interior de sus calles. La rutina de las diversas maneras en las que amanece Paterson junto a su novia durante una semana. El tiempo que Paterson le roba a la rutina para escribir en su cuaderno secreto. Los recorridos del autobús que reúnen los silencios y las diferentes conversaciones entre los pasajeros. Los paseos caninos que devienen en idas diarias al bar del barrio a tomarse una cerveza y conversar con el dueño y los asistentes.
La película trata sobre la vida cotidiana de Paterson (Adam Driver), un conductor de autobús, quien vive con Laura (Golshifteh Farahani), su novia entregada a los quehaceres de la casa e inquieta por vivir de sus habilidades como repostera. Los días transcurren entre la ruta del autobús; los paseos de Marvin, la mascota de la pareja; y la escritura interrumpida pero constante en un cuaderno secreto.
Y si son estas anotaciones o versos los que hilan los días de Paterson, no lo hacen con una pretensión poética de un significado ulterior y escondido. En los planos y en los versos aludidos, hay una sencillez cautivadora de que toda la situación está desnuda de un sentido más profundo. Tomo prestadas las palabras de Armando Rojas Guardia para aludir que Paterson vive poéticamente y, por esto, escribe. Vive atento a los tantos detalles brindados por la ciudad, cuna de diversos artistas de los que hablan. Probablemente el mayor indicio de esto es la manera como Paterson recita en off sus versos a medida que los va escribiendo. En la cadencia parsimoniosa de su voz, hay una sensación de que la poesía es articulada en el paso de los días, incluso gracias a las interrupciones ineludibles de lo cotidiano: la llegada de un conocido, la obligación insistente. Como si la poesía fuera esta sencillez cotidiana y la escritura un apéndice que busca atrapar en la medianía tal instante cotidiano.
Así, la vida de Paterson respira una liviandad, un leve sentido del humor, que permiten que la película fluya entre pequeños goces, como cuando Laura llama a Paterson para hablar de dos temas: uno relacionado a él y otro relacionado a ella. La sonrisa genuina, al menos genuina para nosotros los espectadores, en el rostro de Adam Driver cuando hablan del tema correspondiente a él es uno de estos detalles que la película celebra calladamente de la misma manera como ciertos planos breves atienden a la vestimenta de los pasajeros del autobús. El film reconoce que, a fin de cuentas, a los seres humanos nos sostienen los detalles y vivimos a través de ellos.
© Eduardo Elechiguerra Rodríguez, 2017 | @EElechiguerra
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Nota original, en nuestra cobertura del 69º Festival de Cannes.