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Cine

Pecadores (Sinners)

Ryan Coogler es un cineasta peculiar. Exceptuando su ópera prima, titulada Fruitvale Station y estrenada en el Festival de Cannes 2013, sus trabajos como director han estado ligados al cine mainstream (Creed, Black Panther). Pero más allá de estos trabajos -casi de encargo-, siempre supo agregar una impronta e identidad a cada uno de sus films.

El componente racial es uno de ellos. En Fruitvale Station narró un drama real sobre la violencia policial, en Creed lo abordó desde el lado de la clase social y rompiendo con el estereotipo de la primera entrega de Rocky (aquellos enfrentamientos donde el hombre negro era el villano, y el blanco, el héroe), y para Black Panther hizo énfasis en la mitología y la política.

En Pecadores prevalece lo racial. Representa el trabajo más relajado de Coogler. Y es curioso, porque desde los trailers y avances creemos como espectadores que esta es una película tan solo de terror y vampiros. Y sí, en el relato está presente lo fantástico, pero no se trata del motivo principal; tan solo es una capa que rodea a todo lo demás que el cineasta quiere poner en escena.

La historia sigue a dos hermanos gemelos que vuelven a la ciudad de Clarksdale, Mississippi, en la década del 30; época de los horrores del Ku Klux Klan y las leyes Jim Crow. Estos hermanos, llamados Smoke y Stack e interpretados por un correctísimo Michael B. Jordan, son una especie de gangsters que juntan dinero y deciden colocar e inaugurar esa misma noche un Juke Joint, típico bar comunitario para los afroamericanos que vivían en esa época.

La primera mitad del film está marcada por un amplio desarrollo de personajes. Coogler no se apresura para que conozcamos y entendamos las motivaciones de cada uno de ellos. De esta manera, lo que ocurre en la segunda mitad puede ser explotado de manera tal que causa aún un mayor impacto. Y es que, como mencionamos, Pecadores no es explícitamente un largometraje de terror. En un comienzo podría parecer un film de época sobre las aspiraciones de un joven guitarrista (Sammie) atado por el desapruebo de un padre religioso, o podría serlo sobre las peripecias de unos gemelos gangsters (Smoke, Stack) que vuelven al lugar de su infancia.

Pero no, la mitología y la leyenda están vigentes desde el primer minuto: aquella descripción de la música como una especie de ritual que atrae a espíritus malignos; o el claro homenaje al mito de Robert Johnson, guitarrista que supuestamente vendió su alma al diablo a cambio de convertirse en un artista consagrado. Entonces digamos que la música y el horror están unidos durante todo el metraje.

El punto de inflexión llega a mitad del film, cuando abandona lo terrenal para tornarse al fantástico, retratado en un increíble plano secuencia musical rodado en formato IMAX. A medida que la escena cobra más fuerza, vemos cómo la fantasía se incorpora en una especie de portal a otras dimensiones. La música es ese puente que atrae a las entidades malignas y conecta con distintos tiempos: el pasado, presente y futuro.

Esta mitad es completamente diferente, pero aun así no se siente que sea otra película. El vampiro, caracterizado por Jack O´Connell, un irlandés que también ama la música. Dicho sea, motivo por el cual las entidades llegan al Juke Joint complacidas por el blues de Sammie.

Ya dijimos que el director usa un componente racial en sus films, y aunque Pecadores pueda parecer una historia de terror, un western o incluso un musical, lo utiliza de manera simbólica de lo sucedido en aquellas épocas, sin llegar a ser sobreexplicativo y sin pretender dar un mensaje directo sobre el racismo. El vampiro no es más que un blanco que desea fervientemente robar la música de Sammie, separar al arte del artista, la música de su origen. Hay una escena en la que se expresa: “Los blancos aman el blues, pero no les gusta la gente que lo hace”. Allí entendemos el contexto de deshumanización de la época y la indiferencia hacia estas comunidades. Las inseguridades de la cultura afroamericana estaban asociadas a un estilo que no les garatizaba una prolongada calidad de vida, arraigados siempre a la iglesia. Todo esto no hace más que ser un contraste con lo que proponen y representan los vampiros en el film. 

Coogler explora libremente una diversidad de géneros que encajan perfectamente en la historia. En entrevistas ha mencionado la clara inspiración que fue el John Carpenter de Vampiros y The Thing, y sobresalen las claras reminiscencias a películas como Del crepúsculo al amanecer, y ni hablar Midnight Mass, aquella miniserie de Mike Flanagan que también cuestionaba a la religión para contar una historia sobre vampiros y demonios al estilo de Stephen King.

Acá contamos nuevamente con la banda sonora de Ludwig Göransson, un colaborador fijo en la filmografía del director. La música es notable y constante durante toda la película, sea una escena de diálogos o de acción, mezclando un abanico de instrumentos que caracterizan al momento, desde guitarras y baterías, hasta sintetizadores. En la parte de fotografía repite Autumn Durald Arkapaw (Black Panther: Wakanda Forever) con un trabajo sobresaliente en el uso de cámaras IMAX para las grandes escenografías en exteriores. 

Pecadores combina música, terror, drama y fantasía. Ver propuestas tan originales en un cine saturado de secuelas y remakes, es de agradecer. Especialmente, considerando el riesgo que esto conlleva. Al final, la película nos termina teletransportando a un espacio y tiempo diferente, tal vez producido por el eco de una gran música, historia y la peculiar dirección de Coogler.

(Estados Unidos, Canadá, Australia, 2025)

Guion, dirección: Ryan Coogler. Elenco: Michael B. Jordan, Miles Caton, Saul Williams, Jack O´Connell, Aadyn Encalarde. Producción: Ryan Coogler, Zinzi Coogler, Sev Ohanian. Duración:

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