Los juegos de la escasez.
Placer y Martirio (2015), la última película del director y guionista José Celestino Campusano, se adentra en la sórdida relación amorosa de una pareja de un alto poder adquisitivo para indagar en el amor desde lugares en los que el abuso y la perversión son la norma.
Delfina (Natacha Méndez) es una pequeña empresaria de discreto éxito que dirige su propia compañía de diseño. Casada y con una hija, vive con su familia en la exclusiva zona de Puerto Madero, en Buenos Aires, pero siente que sus ambiciones de ascenso financiero no han sido satisfechas por completo. En una fiesta, su mejor amiga le presenta a un empresario argentino de origen árabe, Kamil (Rodolfo Ávalos), que la seduce con su carisma y seguridad. La relación pronto se torna en abusiva y el empresario manipula los deseos y los anhelos de Delfina para humillarla y degradarla en diversas situaciones.
De forma paradigmática, analítica y minuciosa, la película se adentra en el mundo de las fiestas empresariales, los grandes negocios y en la vida de las mujeres que aspiran a mejorar su condición social, a la vez que indaga en sus nociones de amor, sexo y diversión. En este ambiente en el que los ricos se esconden de la pobreza, Campusano introduce en contraposición (a través de las empleadas domésticas, los trabajadores de los supermercados, unas travestis de la Costanera y diversas apariciones marginales) una crítica sociológica de las condiciones generales en las que los protagonistas siempre terminan dependiendo de sus empleados y/ o cayendo en la apatía farmacológica.
Campusano logra con estos personajes que demandan comprensión y cariño -pero solo obtienen abuso- traspasar los velos de la situación puntual. Así consigue exponer, por medio de la historia y los discursos sociales que hablan a través de los personajes, un malestar social de raigambre cultural con la intención de interpelarnos como comunidad, colocando a la degradación del lado de unos sujetos que viven para su trabajo y solo pueden reproducir situaciones de violencia y de abuso que han vivido anteriormente y de las que no pueden ni quieren escapar.
Las extraordinarias actuaciones de Natacha Méndez, Rodolfo Ávalos, Paula Napolitano y el resto del elenco es una consecuencia lógica de la perfección con la que el guión construye las situaciones y la cámara las retrata en un análisis sobre la oscuridad del mundo de la supuesta opulencia en la sociedad argentina actual, heredera de la cultura neoliberal de los años noventa. Placer y Martirio es de este modo un juego de máscaras en el que los sujetos esconden su verdadera condición inicua en un mundo que solo anhela la mentira y las apariencias. El compromiso, la amistad y el amor son reemplazados por goces evanescentes o tormentos autoinfligidos en los que los personajes se destruyen y buscan destruir a los que los rodean.
Por Martín Chiavarino