Soy muy fan de Star Wars; muy, muy fanática. Ustedes lo saben. Pero debo confesar que Rogue One no me entusiasmaba demasiado, podría decirse que estaba bastante tranquila comparando mi conducta con otros estrenos de la saga. Me había acreditado para la función de prensa y estaba escéptica. Incluso cuando me desperté, con mucho sueño, contemplé la posibilidad de quedarme durmiendo. Para mi suerte, el Chuchi, que me conoce más que yo misma, me dio el espaldarazo que necesitaba para despabilarme, arengándome para que saliera de la cama y abriendo el agua de la ducha, para que me metiera con todo y cara. El domingo había sido intenso: pileta, nado, súperclásico, asado… Mucho “crol” de mi parte porque me copa dármelas de Meolans en el agua y, por la madrugada, los gatos dieron perorata. Así que sumado al cansancio, los peludos no me dejaron dormir casi toda la noche. Finestra se masticó una havaiana y vomitó profusamente porque, a diferencia de otras veces, se tragó los pedazos de goma. Y otro más de los cuatro, Cerebro, para no ser menos, también se decidió a lanzar tremendo patazo. Eran las cinco de la mañana y el Chuchi y yo estábamos limpiando, preocupados y vigilantes de ver que estuvieran bien. A eso de las seis recién volvimos a dormirnos y el despertador estaba seteado para las ocho y cuarto. Cuando sonó, el primer pensamiento que vino a mi mente fue quedarme a dormir hasta el mediodía y ver la cinta en su estreno comercial.
¡Gracias al Iluminado de mi Chuchi por no haberme dejado sucumbir a la pereza! Porque de haber sido así, no hubiera podido decirles antes que nadie que Rogue One es absolutamente MARAVILLOSA.
Por algún lado escuché a algún tipo mencionar que eran Los Doce del Patíbulo (The Dirty Dozen, 1967) en versión Star Wars; creo que fue mi amigo Rodolfo, mientras nos poníamos las gafas 3D para las que no había llevado alcohol en gel y, por lo tanto, tuve que mantener en la punta de mi nariz toda la función. Pero nada de eso importó, porque la película me dejó con la mandíbula por el suelo.
Rogue One es estimulante, entretenida, dinámica, romántica, trágica, comprometida con el amor a la saga y, sobre todas las cosas, comprometida con el universo creado por Lucas con profundo sentido de identidad y de pertenencia. Sí, amigos, tal vez no sea un EPISODIO oficial, pero es sin lugar a dudas una película terriblemente emocionante. Reflexionando más tarde, pensé en que había tenido suerte de no haber estado tan manija como otras veces, porque de haber sido así, tendría que haberme salido del cine. La excitación crece, crece y crece frente a cada frame del film y, para los que nos emocionamos hasta el pichiruchi con este universo, es una dosis tremenda de sensibilidad, amor y gratitud.
La película es EXCELENTE. Las apariciones de Vader son casi experiencias epifánicas, se te caen las lágrimas solo de verlo emerger en todo el esplendor de su furia. En toda su oscura, magnífica y bestial sensualidad. Su poder sigue siendo la amalgama que mantiene todo este universo bendito unido y fulgurante.
Los últimos minutos de película son un portento hecho y derecho. Como le dije a un amigo: las lágrimas y las medias se me cayeron al mismo tiempo. Salí emocionadísima.
Rogue One no defraudará a nadie. Ni a los fanáticos ortodoxos, ni a los entusiastas, ni a al espectador que mira de refilón. El elenco es maravilloso, la banda sonora es monumental, el sacrificio llega a la épica romántica incendiaria, y los sueños primeros de la historia reverdecen con poder inusitado. Tal vez, sin espoilear, sean un par de personajes recreados digitalmente lo que nos moleste un poco. Pero les aseguro, que a la postre, la balanza quedara inclinada olímpicamente para el lado del deleite.
No se conformen con verla una vez. Vayan cientos.
Laura Dariomerlo | @lauradariomerlo