El teatro puede ser resistencia. Acostumbrados en estos días a que todo lo que vemos se nos dé deglutido y elaborado para que entendamos todo lo que quieren decirnos con la primera frase, Severa vigilancia nos pide paciencia para entender y nos desafía a los espectadores para que seamos parte de lo que ocurre en escena.
La obra original cuenta la historia de tres presos que esperan, en su celda, que se cumpla su destino: la libertad o la muerte. Pero en esta versión no son presos, sino maniquíes, tres muñecos de plástico, bellos y malvados, atrapados en una suerte de purgatorio que es una vidriera del subsuelo de un shopping. Sólo aceptar esta idea es, para el espectador, una tarea tan difícil como hermosa. Es una invitación a imaginar, es el juego del teatro.
Sin movernos de ese espacio intermedio que es la vidriera apagada durante la noche, cuando el shopping está cerrado, los personajes con sus textos nos organizan un espacio que se construye fuera de campo.
Hay un arriba que podría ser una suerte de cielo plastificado, en donde habitan los maniquíes bellos e impolutos destinados a vender la fantasía de una posible felicidad: la del consumo y el mercado.
Pero también hay un subsuelo infierno, recinto de una máquina trituradora de maniquíes, el destino de una muerte espantosa.
En esa verticalidad que se construye a través de la historia trágica de Ojos Verdes, de la maldad que anida en el alma de plástico de estos tres seres perfectos pero arruinados, esa división de arriba y abajo, de paraíso e infierno, se mezcla porque el mal puede habitar en todos lados y desplegarse poderoso en dominio de todo.
Atrapados como los maniquíes en la vidriera, los espectadores entendemos, amargamente, que ese mundo del shopping es, por supuesto, un espejo del nuestro.
Dirección: Diego Avalos.
Los sábados a las 21hs. Severa Vigilancia Teatro (Area 623).
