El factor humano
Nuevamente Clint Eastwood continua con su cruzada moral que, al igual que su opus anterior, El Francotirador (American Sniper, 2014), busca reivindicar las acciones extraordinarias de ciudadanos norteamericanos que se destacaron por ser las personas ecuánimes en el momento indicado. El film está basado en Highest Duty: My Search for What Really Matters, las memorias del piloto Chesley Sullenberger escritas junto al periodista Jeffrey Lloyd Zaslow, sobre los pormenores de su aterrizaje de emergencia sobre el río Hudson tras perder los dos motores del avión comercial que piloteaba en enero de 2009, la investigación subsiguiente y la cobertura mediática que tuvo el evento.
El film dramatiza los hechos ocurridos desde la mirada de su protagonista, el capitán Sullenberger, que es cuestionado por la comisión investigadora por su decisión de ensayar un riesgoso aterrizaje sobre el río Hudson en lugar de intentar el regreso a uno de los aeropuertos cercanos. Cuando llegan los resultados de los simulacros, comienza un debate técnico que el capitán logra demostrar incompleto e inexacto, en el que el factor humano se convierte en la clave de todo el asunto legal.
El aterrizaje pasa de ser un milagro a una epopeya nacional que opaca las noticias sobre la crisis financiera que tuvo su pico meses antes del accidente, levantando el ánimo de la sugestionable opinión pública norteamericana. Sully se convierte así en una celebridad, pero el temor a ser demonizado si la prensa decide que su accionar fue temerario lo acosa en la vigilia.
Sully analiza, con gran perspicacia, ironía y mucha conciencia social, la cuestión del factor humano, el trabajo en equipo, la importancia de la preparación para los desastres y la humanidad frente a la inmoralidad y la rapacidad de las compañías de seguros y los burócratas que, en lugar de investigar, buscan chivos expiatorios para las equivocaciones de las empresas y la falta de previsión de los errores técnicos.
La dramatización de los eventos es extraordinaria, destacándose todos los rubros técnicos en un film que demanda una gran reconstrucción con detallismo, que retrata y caracteriza la grandeza de la capacidad de organización humana. Las actuaciones de Tom Hanks, Aaron Eckhart y el resto del elenco aportan un gran valor a la impresión de estos personajes que salvaron muchas vidas. También se destaca la profundidad de la fotografía del incansable colaborador de Eastwood, Tom Stern –Jersey Boys (2014)- en un rubro clave para el film.
El opus trabaja como norma sobre la ética y la moral del sueño americano, proponiendo un modelo en el capitán Sullenberger y su tripulación y varios antagonistas en las comisiones investigadoras y en las compañías de seguros, que buscan minimizar las compensaciones a expensas de las personas y sus vidas. También hay un excelente análisis del rol de los medios y la opinión pública, dos agujas oscilantes interconectadas muy influenciables pero que a veces encuentran su norte en historias como la que Clint Eastwood recupera aquí.
Sully es, de esta manera, otra alegoría del director norteamericano sobre las posibilidades de los norteamericanos y los peligros de perder el rumbo bajo la búsqueda del lucro constante y sonante. Con una mirada inquisidora, que en lugar de imponer una idea a la realidad la analiza para dar una opinión concreta y profunda sobre el estado del mundo y de su país, el film nos ofrece una imagen del mundo, sus deficiencias y su grandeza a través de unos protagonistas que deben defender ante una comisión el haber salvado a todos los pasajeros en lugar de estrellarse y esperar calcinados por el análisis póstumo de los expertos que se sentirían más cómodos con los restos que con los sobrevivientes.
Ya sea que estemos de acuerdo con sus ideas y lo que ellas conllevan o no, el cine de Eastwood es siempre ineludible como propuesta de un debate sobre el mundo en el que vivimos y la imagen que este mundo nos devuelve de nosotros mismos.
Martín Chiavarino