Empecemos directamente por el motivo por el cual esta película es tan publicitada y acumuló tanta popularidad. Sandra Bullock, la protagonista, obtuvo su primera nominación y victoria en los Premios de la Academia hace un domingo y días. Esto desató una polémica en blogs, foros y críticos sobre si se lo merecía al tener enfrente a leyendas del cine como Meryl Streep y Helen Mirren, y jóvenes promesas como Carey Mulligan y Gabourey Sidibe. Pero, como si dicha mención no fuese suficiente, el filme fue contendiente al trofeo a la Mejor Película, lo que enlazó el moño de regalo a la estatuilla dorada de la actriz.
Convengamos que cualquiera de las cuatro interpretaciones que le hacían competencia son superiores a la llevada a cabo por la nueva America’s Sweetheart. Con el paso de las entregas de este trofeo, diferentes casos han demostrado que la calidad muchas veces es subordinada por la notoriedad que una figura cobra durante la temporada. ¿Acaso Julia Roberts en Erin Brockovich es mejor que Ellen Burstyn en Réquiem para un Sueño? ¿O Denzel Washington en Día de Entrenamiento que Russell Crowe en Una Mente Brillante? ¿Supera Roberto Begnini en La Vida es Bella a Ian McKellen en Dioses y Monstruos? Desde el humildísimo punto de vista del redactor de esta crítica, no. Pero todos los triunfadores mencionados son estrellas de Hollywood o personajes divertidos que compraron el corazón y el voto de los electores durante tal año.
El caso de Bullock es muy particular. A diferencia de la Mujer Bonita o el resucitador de Malcom X, la Miss Simpatía eligió durante un tiempo trabajos que iban de mal en peor. Con un carisma impresionante, esta mujer, que hoy tiene unos invisibles 45 años, hizo su camino en el frondoso show business.
Su carrera se inició sobre las tablas de New York, en proyectos independientes lejanos a Broadway. Un representante quedó impresionado por su talento y la llevó a la televisión, donde hizo un par de películas. Luego, ingresó a la pantalla grande con producciones de bajo presupuesto hasta que el reconocimiento comenzó a llegarle. Esto significó desafíos más importantes y apuestas más caras. El Demoledor, una de acción con un ya alicaído Silvestre Stallone y Wesley Snipes, representó el momento que elevó su nombre hasta llegar a la cinta que simbolizó verdaderamente su ingreso al jet set: Máxima Velocidad.
Ésta recordada historia sobre el autobús con una bomba que explota si el vehículo frena la unió a Keanu Reeves en lo que luego se convertiría en el futuro en una penosa bilogía. Lo cierto es que la fama llegó como nunca a sus brazos y sus sueldos incrementaron sus ceros.
Mientras Dormías fue el próximo éxito, en donde remplazó a Demi Moore como una afortunada mujer que le salva la vida a Bill Pullman y termina enamorándose de el. En el nuevo milenio, otro filme que puso sobre sus hombros fue Miss Simpatía, sobre la policía ruda y desprolija del FBI que, para investigar un caso, debe convertirse en una exquisita modelo.
La taquilla acompañó en todos los casos y los ojos de los productores brillaron de repente. Tanto ésta película como Máxima Velocidad tuvieron sus secuelas, ambas apedreadas en todos lados.
A continuación, produjo la sit-com George López, de la cual participó esporádicamente. El mismo año, 2002, protagonizó Amor a Segunda Vista con Hugh Grant y dirigidos por el experto en historias sentimentales Marc Lawrence.
Según contó en una entrevista, un día llegó a su casa, se sentó en una sillón, lloró y decidió dejar de lado los salarios abultados y los placeres estelares para comenzar a trabajar en serio y con propuestas decentes. El resultado fue notorio. Estuvo en la ganadora del Oscar como Mejor Película Vidas Cruzadas, el drama fantasioso La Casa del Lago (nuevamente con Reeves y bajo el mando del argentino Alejandro Agreste), se puso en la piel de la mejor amiga de Truman Capote en Infame, una versión paralela a la de Phillip Seymour Hoffman, y formó parte de la ponderada cinta de suspenso Premonición.
En 2009 fue el foco de tres eventos cinematográficos. La comedia Alocada Obsesión, sobre una aficionada a los crucigramas que se enamora de un reportero, por la cual se convirtió en la primera persona en ganar un Premio de la Academia y un Razzie (a lo peor de la industria) durante el mismo año. Pero con el tiempo nadie recordará esa desafortunada elección.
La Propuesta fue otra ficción divertida, pero bien escogida en esta ocasión. Allí es una jefa que obliga a su asistente a casarse con ella para evitar ser deportada a Canadá. Luego, siguió el estreno de esta semana: Un Sueño Posible, cuya crítica es explayada en el siguiente párrafo.
Basada en un hecho real, una mujer blanca, estricta con sus empleados, hijos y marido, aloja por unos días a un afroamericano sin techo. El hijo menor de la heroína va al mismo colegio y sabe que su amigo no tiene a donde ir, por lo que debido a una razón que jamás se explica en profundidad, la jefa de la familia hace que la estadía se prolongue hasta que “la visita” se convierte en un miembro de la casa.
Al tiempo, se efectúa la adopción y el inmenso adolescente demuestra aptitudes para el fútbol americano, actividad para la cual recibe el apoyo de todos sus seres queridos. Los conflictos principales son el entorno amistoso del personaje de Bullock, quienes no perciben una buena imagen del acto de amor que hace la blonda mujer, y el latente y turbulento pasado del nuevo hijo.
Una de las pocas cosas rescatables es el mensaje mismo que inspira la película. Si bien nunca se informa demasiado sobre el motivo por el que sin dudarlo todos están de acuerdo de agregar una persona más al clan familiar, el hecho de saber que este acontecimiento existió en la realidad produce un mensaje de esperanza, tolerancia y aceptación sin importar ninguna característica humana.
El relato está construido sobre pilares cliché vistos en muchos antecedentes. Causa gracia y empatía, sin dudas, pero ni siquiera intenta salir de la receta exitosa para preparar guiones eficaces.
La elección del elenco es muy fresca y acertada. Quinton Aaron, quien interpreta al adoptado Michael, no expresa mucha emoción dialéctica sino tristeza y melancolía mediante sus ojos. Del resto de los integrantes del hogar, se destaca Jae Head como el adorable y charlatán hijo menor. Da pena ver a Kathy Bates, una actriz increíble, en un rol tan pequeño y desperdiciado.
Enfocando en la galardonada interpretación de Bullock, uno puede encontrar varios tics típicos de las mujeres que supieron ser las comediantes de ensueño de los ’90, como Julia Roberts o Meg Ryan. No faltan respuestas impulsivas, miradas graciosas y un particular caminar. Se nota una personalidad construida, además de la cabellera rubia y el acento sureño. En este caso, además, hay situaciones dramáticas importantes que la actriz de este filme resuelve con altura. El conjunto justifica las buenas críticas hacia la performance, pero no es merecedora ni siquiera de la nominación que obtuvo.
Todo está justificado por el “momentum” que tuvo el trabajo y la intérprete protagonista en el comercial paladar de Estados Unidos, pero no se ve nada desconocido. Ni actuaciones antológicas, ni un cuento que contribuya a algo nuevo. Solo una historia humana riquísima, de esas que hacen al mundo un lugar más gentil donde vivir.