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#VENECIA80 | Ferrari

#VENECIA80 | Ferrari

EL SILENCIO PALMARIO DEL VEHÍCULO RUGIENTE

Una cuestión antaño muy presente en la crítica –tanto de cine como teatral o literaria- y hoy cada vez menos atendida es la del estado de forma de los creadores. O, con mayor propiedad, las señales de agotamiento, las luces rojas que indican que la biología o la inactividad han sacado del tablero a autores tenidos por incontestables. Viene esto a cuento del reventón en toda regla que viene de sufrir Michael Mann en la Mostra de Venecia en su muy ansiado retorno con Ferrari. Como si se diera por hecho que de Mann se debe esperar algo equiparable a lo que dirigía en la década 1995-2005, cuando ofreció al mundo Heat, The Insider, Collateral y Miami Vice. Es cierto que la fecundidad perenne ha acompañado hasta edades más allá de lo común a cineurgos como Manoel de Oliveira, Godard o Eastwood. Pero el declive o la inspiración exhausta son la norma. Y se olvida que Michael Mann llevaba hasta la presentación de Ferrari en el Lido ocho años sin dirigir un largo, y hablamos de una obra impropia de su talento como Blackhat (2015). Y que ya Public Enemies (2009) era una carcasa técnicamente deslumbrante pero muy alejada de su mejor cine.

 En Ferrari, y en su radical ausencia de energía cinematográfica, resulta totalmente irreconocible la huella de un autor que destiló como pocos un cine de fuerza proteica -tanto visual como narrativa- a modo de marca de escudería. Y sus casi dos horas y media de metraje son un desmañado y desfalleciente remedo del sello Michael Mann. Para entendernos, la velocidad dramática del film es más propia del troncomóvil de Los Picapiedras que de aquellos bólidos con los que Mann se enseñoreó del cine norteamericano del final del siglo pasado. 

La propuesta de Ferrari -en la cual llevaba trabajando más de una década- no es un biopic que embolse los diferentes periodos del diseñador automovilístico y capitán de empresa. Se centra y detiene en el año 1957, un momento crítico para Enzo Ferrari, Il Commendatore. Es el momento de una crisis personal -la enfermedad que acaba con la vida de su hijo; y también el conflicto abierto de su bigamia- y de la encrucijada de su empresa, a punto de verse forzado a venderse al mejor postor, que siempre fue la FIAT. Y es el año en que todas las bazas de la supervivencia se juegan en una carrera (la legendaria Mille Miglia) que recorre toda Italia. Y que culmina con un pavoroso accidente, que costó la vida a su piloto, el español Alfonso de Portago, y se llevó por delante a una decena de espectadores. De ahí la idea del fatum que persigue a este agonista -de ahí, seguramente, la cara de palo de Adam Driver- aunque otros preferirán darle menos boato al signo trágico de la película y hablarán apenas de la línea de sombra de un gafe que ve como la muerte le cerca en su círculo íntimo. 

Gafe y bígamo pero no por eso precisamente carismático. Porque en Ferrari la inanidad narrativa y la ausencia rampante de ese tempo fílmico sobre el cual Michael Mann reinaba dejan la tensión dramática por los suelos. Ni siquiera la planificación de las carreras devuelve el instinto propio del director para poner en marcha aquel vehículo rugiente (cavallino rampante) así bautizado por el propio Ferrari en los años veinte y al que cantaron poetas futuristas como Marinetti, asociando el motor al vigor imperial mussoliniano, a todo gas tras la Marcha sobre Roma.

Pero en Ferrari -ya está dicho- no marcha nada. Y tampoco ayuda la decisión – en este tiempo ya  inasumible- de que los personajes hablen todos ellos en inglés, a veces con alguna trufada palabra o deje italiano, sobre todo a cargo de una Penélope Cruz –aquí la mujer legal de Ferrari, muy cabreada al saber de su doble vida- que también se desangra por la orfandad de alma de su personaje. Aunque en la Mostra idolatran a la actriz española de tal manera que ya la presienten como su nueva Anna Magnani. Ellos verán.

No sé si Ferrari, sentenciada en la Mostra, será el apagón definitivo de un ya octogenario Michael Mann. Tiene en marcha una secuela de Heat y parece que un biopic de Sam Giancana, el Don mafioso que no olvidó que había hecho presidente a Kennedy con los votos de Chicago. Pero para todo ello es condición necesaria que su cámara vuelva a rugir como antaño y a orquestarse en el frenesí como cosmogonía.

(Estados Unidos, Reino Unido, Italia, China, 2023)

Dirección: Michael Mann. Guion: Troy Kennedy Martin, Michael Mann, Brock Yates. Elenco: Adam Driver, Shailene Woodley, Sarah Gadon, Penélope Cruz, Patrick Dempsey. Producción: Monika Bacardi, Thomas Hayslip, Andrea Iervolino, Michael Mann, Laura Rister, Thorsten Schumacher, Lars Sylvest, P.J. van Sandwijk, Gareth West. Duración: 130 minutos.

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