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CRÍTICAS - STREAMING

Will & Harper

UN MUNDO AMABLE Y CONFUSO


El comienzo de este documental no puede ser más inmediato. En menos de cinco minutos, nos enteramos de que Will Ferrell y Harper Steele, los dos protagonistas de esta historia, son amigos desde hace décadas. Sabemos que el primero es un comediante (cosa que todos sabemos) y que el segundo es un guionista de comedia de larga trayectoria que, pasados los 60 años, decidió transicionar de género, de hombre a mujer. En menos de diez minutos, se nos cuenta que estos dos amigos deciden hacer un extenso viaje por lugares que evocan el pasado de Harper Steele, que ahora quiere recorrer esos espacios con los ojos de su nueva identidad.

Este inicio tan inmediato, como apurado por saltarse introducciones, contrasta con lo que viene después: una película contemplativa, en la que el tema de la transición de género y la discriminación social es importante pero no central. La trama gira, entre otras cosas, en torno a ciertos aspectos de la cultura estadounidense y, sobre todo, en torno a una amistad muy sólida.

Will & Harper es también una película con vocación emotiva, aunque esto no siempre se logra. En buena parte, porque parece desesperada por forzar esa emoción. La película abusa de momentos con música sentimental, diálogos confesionales, y algunas escenas que resultan impostadas. No ayuda su imagen excesivamente trabajada, y mucho menos el hecho de que Will Ferrell y otros de los varios famosos que aparecen en el documental se presenten casi exclusivamente como figuras bondadosas y tolerantes, grandes compañeros de trabajo que exhiben su simpatía y desprejuicio ante la cámara.

Hollywood, como sabemos, es un espacio que, en sus zonas más irritantes, no solo esconde la envidia y la hipocresía, sino también una autocomplacencia que puede volverse insufrible. A veces, Will & Harper se aproxima a ese lado.

Por el contrario, la película es más interesante cuando las interacciones se sienten anecdóticas, y no vemos otra cosa que dos amigos charlando sobre viejos tiempos y nuevas posibilidades. En suma, Will & Harper resulta más interesante cuando hace honor a su título, cuando parece no perseguir otra cosa que mostrar a dos personas cuya pertenencia al mundo del espectáculo es solo circunstancial.

Hay otro aspecto interesante en Will & Harper, que se desliza con mayor o menor sutileza: el político. Uno de los momentos más interesantes de la película (quizás el mejor) ocurre cuando Harper entra a un lugar repleto de votantes de Trump y aparente encarnación de un Estados Unidos rancio e intolerante. Contra lo esperado, la llegada de una persona trans no altera el ambiente, no provoca irritación, solo curiosidad. Harper, y luego Will, conversan con ellos con total naturalidad y en un clima amistoso.

En contraste, sucede otra escena: Will entra a un restaurante donde el desafío es comer un bistec gigante en una hora. Lo hace disfrazado de Sherlock Holmes (personaje que interpretó en Sherlock y Watson) e invita a su amigo Harper. El video se hace viral, y al día siguiente los dos amigos se encuentran con una avalancha de insultos discriminatorios y hirientes hacia Harper. Poco después, vemos a Will angustiado por haber expuesto a su amigo.

Es extraño pensar que Ferrell no pudiera prever algo así, pero en el contexto del documental, resulta comprensible. La actitud de las personas en el bar hacía pensar, por un momento, que esa homofobia no estaba tan presente.

Si la escena amistosa del bar parece mostrar que el mundo puede ser un lugar más amistoso y tolerante de lo que uno cree, la de la reacción por las redes sociales parece mostrar todo lo contrario: que hay una hostilidad subterránea, que se manifiesta de formas insensibles y aberrantes cuando esta puede darse el lujo de permanecer anónima.

No hay quizás una forma más contundente de expresar el mundo hostil en el que vive Harper tras su transición. No se trata solo de saber que existe homofobia, sino de no saber en qué forma puede venir esta.

Curiosamente, es Will quien se muestra más afectado por esto en el documental que Harper, quien, por razones obvias, parece haber aprendido a vivir con esto o al menos a aparentar que nada malo ocurre.

Lo que el documental parece querer transmitir es que la vida sigue a pesar de todo para Harper, quien logra encontrar paz y felicidad de alguna manera. También muestra, como en la escena final, que la amistad entre él y Will sigue más allá de este viaje, que quedará como una anécdota más en la historia de una amistad sólida.

Si uno quisiera tensar la cuerda de la interpretación, podría extraer dos ideas más melancólicas y pesimistas.

La primera es que Harper, después de todo, es una persona muy hábil para aparentar normalidad y paz. Esto hace que esa tranquilidad o las conclusiones felices a las que llega durante la película puedan ponerse bajo sospecha.

La otra es más circunstancial. En el contexto actual de Estados Unidos, donde se empieza a temer —con o sin razón, no soy capaz de determinar eso— el avance de una derecha rancia, Will & Harper se sitúa como una película de resistencia. Una resistencia pacífica, amable (quizás demasiado amable), pero resistencia al fin. Con banderas que se basan menos en el ruido colectivo y más en el rescate de las decisiones individuales, menos en la furia y más en la búsqueda del derecho a la felicidad personal.

Más allá de sus convencionalismos y ciertas impostaciones, de su música machacona, quizás haya más inteligencia y sutileza en este documental de lo que parece.

(Estados Unidos, 2024)

Dirección: Josh Greenbaum. Elenco: Will Ferrell, Harper Steele, Tina Fey. Producción: Jessica Elbaum, Will Ferrell, Josh Greenbaum, Chris Leggett, Rafael Marmor. Duración: 114 minutos.

1 comentario en “Will & Harper”

  1. Me sorprende que, con la profundidad de lectura de un filme que requiere escribir una crítica, al autor se le haya escapado una verdad más que evidente presente en la película: Harper es una mujer. Su feminidad está en el núcleo narrativo y emocional de este documental. Entonces no entiendo por qué el autor de esta crítica la trata de hombre en varias ocasiones, cuando incluso repudia la “hostilidad” de quienes la tratan de esa manera (por cierto, no se trataría de “homofobia” sino transfobia; nada tiene que ver esto con su orientación sexual). Que el autor cometa este error en repetidas ocasiones solo puede tener dos explicaciones: que hizo una pésima interpretación del texto, o que en él habita la misma intolerancia que él condena.

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