Pasaron muchas cosas entre la última columna y esta, ¿verdad? Terminó Vinyl, arrancó GoT, transcurrió el BAFICI… todo esto por enumerar algunas. Se supone que tengo que tener material de sobra para cacarear y, aun así, estoy estática, como congelada. Imagino que el frío tiene algo que ver con todo el asunto, pero a menudo me pregunto si no se me estarán enfriando las ideas o, peor aún, el ánimo. ¿Por qué somos asaltados por estas dudas? ¿Por qué no podemos admitir que la vida no tiene sentido y seguir con nuestras gestiones tranquilamente, resignadamente? ¿Por qué seguimos buscando algo que nos justifique, que nos impulse, que nos palanquee? Una metafórica turbina que nos arranque la melancolía del estómago, la duda de los ojos, la tristeza del pecho.
Acaso sea una píldora la respuesta a todo.
Todas las películas que vi en Bafici fueron excelentes. Pegué piletazo como todos los años y, aunque vi muy pocas, todas fueron maravillosas. Sí, estuve complicada y perezosa a la vez este año para internarme en el festival. Creo que tuvo que ver con el hecho de que rebotaran redondamente mi nueva peli. Más allá de que llené la forma equivocada y la peli no está ni remotamente terminada, el hecho de que consideraran que mi trabajo no era digno me pegó un toque. No porque considere lo contrario, ni porque descrea o desacredite el criterio de elección, si no por esa absurda capacidad que tenemos los soñadores de negar la realidad a puntos ingenuísimos. Siempre pienso que alguien hará la vista gorda a mi inadecuación, que alguien no la verá, que alguien la pasará por alto y me dará chance: siempre me equivoco. Supongo que si no fuera patético sería gracioso. Pero aunque trabajo arduamente en no ser una resentida de mierda, el inconsciente suele jugarme uno que otro truco. Y así, justifiqué en mi laburo, el hecho de no comprometerme más profundamente con el festival este año. Sin embargo, cuando fui, me sentí indeciblemente feliz.
Para los soñadores la felicidad y la tristeza son materia mezclada, unida indefectiblemente. El componente de tristeza en la felicidad es inalienable y viceversa. Nos acucia la idea de la muerte. La idea de la muerte del momento feliz, lo vuelve triste y la idea de la finitud del momento triste, lo vuelve llevadero. Y aunque, como dice Woody, somos de ver el ataúd medio lleno en vez del vaso, solemos hacer despliegue de los más maravillosos estados de euforia jamás vistos. Y a veces, para eso, solo hace falta que nos topemos con dos o tres buenas películas. Y en este Bafici, yo me las encontré.
Hete aquí una pequeña lista con algunos tesoros para buscar, si no el videoclub amigo, en el inefable internet.
- 1. Mapplethorpe: Look at the Pictures (Bailey y Barbato): Un documental increíble, sobre la vida y la obra de Robert. Tal vez este film sea un poco más objetivo y menos amoroso que el magnífico libro Éramos unos Niños, de Patti Smith. Aquí vemos al genial fotógrafo hablado, retratado y recordado por muchas personas y desde muchos ángulos diferentes. Familia, amigos, empleados, amantes, compañeros de estudios, críticos, artistas… Algunos con cosas terribles que decir, con confesiones espantosas que hacer. Muy fuertes, muy movilizadoras, muy duras de oír. Fue realmente desafiante estar frente a esta película, para alguien que ama su obra, su imagen y su símbolo como yo. Salí profundamente emocionada del cine. Horrorizada, cautivada, desencantada, maravillada, enamorada… Película y tema: ambos provocativos y geniales.
- 2. Uncle Howard: Aaron Brookner realiza este homenaje de profundo cariño y compromiso a su tío Howard Brookner, el director de cine, muerto de Sida en 1989. Esta película prueba que puede realizarse un documental sesudo, desde el punto de vista del amor, la admiración profunda, el respeto y el reconocimiento de la belleza. Emocionante y verdadero, lejos del pontificado y el acartonamiento. Muy dulce y pleno de gracia. Para ver a resguardo del cinismo del mundo.
- 3. Un Ejercicio para No Olvidar: ¡Cómo filman estos pendejos! Una historia mágica y total, dirigida por el talentoso Gabriel Bosisio, que vuelve a dar el batacazo después de La Niña Elefante. Un cortometraje bellísimo, de extrema plasticidad, sensible, original y joven, sobre todo joven. Y esto último es algo que no puede aprenderse, se trae con uno. Un condimento mágico que abre muchos caminos, incluso el de la genialidad. Y ni se hagan ilusiones pensando en que tiene que ver con la edad, es algo mucho más misterioso e inasequible. El corto consiguió una mención especial en la competencia. Muy merecida por cierto.
Ahí está el cine siempre encendiendo faros, atizando hogueras, inventando calor. Y por estos días, ¡vaya que si nos hace falta! Porque, como dicen los Stark: Winter is coming. Y se siente, ¡joder, cómo se siente!
Y hablando de los Stark, ¡qué pecho frío el comienzo de esta temporada de Game of Thrones! Principios sosos si los hay, eh. Ojalá que vaya repuntando… Pero en fin, eso es harina de otro costal y caldo de otra columna. Y diciendo y haciendo, me voy a servir un tazón, a ver si entro un poco en calor, porque me da la sensación que, aparte del viento, aparte de las orejas y los dedos, se me está enfriando también esta columna.
Latin lovers, pasteleros, corredores de auto, hombres lobo y afines, vengan al rescate. Porque peor que la hipotermia es el aburrimiento.
¿Y a ustedes, cómo los viene tratando el frío?
Laura Dariomerlo / @lauradariomerlo