TRAMPAS, DEMONIOS E INFIERNOS
Primero, un comentario curioso. No hace mucho, Paul Schrader, en uno de sus tantas declaraciones provocadoras en Facebook, calificó al terror como un género menor y lo describió como particularmente chato y poco dado a la experimentación. No sé hasta qué punto Schrader se toma esto en serio. Ciertas ramas del terror, como el slasher, estén demasiado acotadas a una fórmula, pero si algo ha demostrado este género a lo largo de su historia es una flexibilidad que le permite escapar de casi cualquier convención. El terror de los años 30 es muy distinto al terror de Val Lewton en los 40, que es muy distinto al de la Hammer en los 60 y que se aleja mucho de varias películas de terror de los 70. Hay terror político, paródico, solemne, y particularmente ambicioso.
Me atrevería a decir que el terror en el siglo XXI tiene un aspecto contracorriente que lo hace especialmente interesante. Es un género que, en varios casos, ha logrado construir entretenimiento popular y adulto al mismo tiempo. Lo ha hecho con películas más o menos fallidas, más o menos pretenciosas, con directores valiosos o sobrevalorados. Pero lo ha hecho. En un mundo de entretenimiento masivo mayormente adolescente y entregado a fórmulas probadas mil veces, el cine de terror ha entregado varias obras adultas que se han atrevido a explorar estructuras narrativas poco convencionales y una autoimportancia a veces irritante, pero otras veces bienvenida. Ahí están, sin ir más lejos, lo que podría denominarse la tríada de lo que se ha dado en llamar “terror elevado”: Jordan Peele, Robert Eggers y Ari Aster, junto a otros ejemplares cinematográficos aislados de evidente ambición, como The Babadook, Saint Maud o Raw. No se trata de si son películas buenas o malas (de hecho, algunas de las mencionadas me parecen fallidas), sino de ver hasta qué punto el terror ha querido ir a contrapelo de lo que es el cine más popular hoy en día.
Ti West siempre se ha colocado en un lugar particular dentro del género actual. Por un lado, está lejos de las pretensiones de los mencionados Aster, Eggers o Peele. Sus películas suelen tener un espíritu más lúdico y tienden a reciclar subgéneros poco prestigiosos como el slasher. Incluso cuenta en su filmografía con una película de terror de medio pelo (Cabin Fever 2, que de hecho el propio West quiso firmar con el célebre seudónimo de Alan Smithee). Pero al mismo tiempo, varias de sus películas poseen un elemento que las hace extrañamente ambiciosas.
House of the Devil, su primera obra maestra, tenía una premisa simplísima, básica incluso, pero al mismo tiempo experimentaba con los climas y los tiempos narrativos de una manera poco convencional, llegando al extremo de hacer que la protagonista no sospeche que está en peligro hasta la última media hora de película. Antes de eso, West lo que hace es mostrarnos una y otra vez climas sugerentes, tomarse su tiempo en ver interactuar a la protagonista con una amiga o recurrir al reciclaje de una estética retro.
El caso de la trilogía compuesta por X, Pearl y MaXXXine también tiene esta mezcla de ambiciones estéticas que se combinan con temáticas muy particulares. Aquí hay una pertenencia clara a subgéneros como el slasher o el giallo; pero por otro lado, son películas que abordan, con mayor o menor grado de sutileza, temáticas ambiciosas que las alejan del puro ejercicio festivo de las fórmulas. Para empezar, la trilogía tiene como uno de sus ejes centrales el inevitable paso del tiempo. De este modo, la película explora no sólo la relación entre la vejez y la juventud (el resentimiento que la vejez pueda tener hacia la juventud, pero también los miedos que la juventud puede tener a convertirse en esa vejez), sino también la cuestión de aprovechar o desaprovechar el tiempo finito que se tiene en un mundo muy cambiante e impredecible. Por eso cada película de esta trilogía no sólo transcurre en distintos tiempos, sino que quiere dejarnos en claro en qué época transcurre, y qué estética, costumbres y modas había en cada uno de esos tiempos. Luego, la trilogía se presenta como una serie de relatos sobre la fama y la necesidad desesperada de reconocimiento, algo que en los filmes tiene una connotación al mismo tiempo fascinante y monstruosa.
De esta trilogía, MaXXXine fue, por lejos, la peor recibida por la prensa. No he tenido tiempo de leer demasiadas críticas de MaXXXine (quizás alguna vez lo haga) como para confirmar qué es lo que no terminó de convencer, pero uno puede suponer a simple vista que, de los tres films, MaXXXine es el más desprolijo y perezoso. Para empezar, es el más efectista, el menos confiado en los climas y más en el shock. X y Pearl se construían ambas sobre una narración paciente, que tardaba un buen tiempo hasta la primera imagen violenta. En MaXXXine, en cambio, el primer momento fuerte ocurre a menos de 20 minutos. Se trata de un instante brutal donde Maxxxine literalmente aplasta los genitales de un hombre que intentó violarla. Es una decisión especialmente efectista, al punto tal que uno podría eliminar esta escena de la trama sin que se altere demasiado. Aun así, quizás haya una lógica en la escena dentro del contexto de la trilogía. Si tuviera que interpretarla, diría que MaXXXine encuentra a una protagonista ya harta del sexo, e incluso con una posición hostil hacia él. Ahora, esta mujer que en X comenzaba diciendo que quería ser un símbolo sexual, ahora quiere ser una estrella. Su pasado como actriz porno quiere ser dejado atrás, por eso aplasta genitales y tiene como único amigo a un hombre gay.
Es un gran cambio en esta trilogía. Tanto en X como en Pearl, el sexo era algo sumamente importante. En Pearl, la iniciación sexual recorría toda la película. Pearl perdía toda inocencia al descubrir su sexualidad retorcida, y eso iba en paralelo con su conocimiento sobre sus impulsos asesinos nacidos de la frustración y el rencor. El paralelo entre una cosa y otra se hace muy palpable en un momento del film en que su madre le dice que conoce las cosas que ella cree que hace en secreto, y uno no sabe a ciencia cierta si la madre (una mujer que uno presume muy puritana) se refiere a actos masturbatorios o a la costumbre de Pearl de matar animales porque sí (un claro signo de una futura asesina serial).
X, por su parte, es una película donde el sexo recorre toda la trama. El film transcurre en la década del 70, cuando la revolución sexual que había comenzado subterráneamente en los 50 y de forma mucho más ruidosa en los 60 estaba muy asentada. El porno estaba pasando por una época dorada de experimentación y hasta de popularidad, personas abiertamente gays como Harvey Milk podían ser políticos destacados y populares, y, por supuesto, el fantasma del SIDA no estaba presente en la sociedad. X es una de las grandes películas sobre cómo esa sexualidad libre podía tener sus riesgos, despertar rencores, pero también incomodidades en el entorno.
Una de las grandes escenas de esta película encuentra al equipo de filmación charlando de forma relajada. Se trata de seis personas, de las cuales dos (el director y la sonidista Lorraine) son las únicas que mantienen un tipo de relación convencional. Incluso la sonidista tiene puesto un crucifijo, como una forma de mostrar que todavía conserva valores más tradicionales. De pronto, Lorraine intenta diplomáticamente expresar sus diferencias con la gente que hace porno, y estos actores le hacen ver su concepción en la cual el sexo puede estar perfectamente separado del amor. Lorraine comienza a cuestionarse sus ideas y, evidentemente tentada por la experiencia, decide actuar en la película porno. Ella toma la decisión frente a su novio, quien se muestra visiblemente disgustado con la idea.
En una breve escena, Ti West muestra que la sexualidad libre no es algo del todo puro o celebratorio, que conlleva sus riesgos e incluso posibles crueldades hacia terceros (en este caso, el pobre novio de la sonidista). También, de paso, puede llevar a fuertes rencores, como es el caso de los dos viejos asesinos, Pearl y su marido Howard, quienes ven en estos jóvenes, con sus hormonas en pleno apogeo y experimentación, una prueba de la vitalidad que ellos ya han perdido, de cuerpos que, con el tiempo, ya no tienen las mismas posibilidades de antes.
Matar es, para Pearl y Howard, la única forma de vitalidad que encuentran tras una vida llena de frustraciones.
Ahora bien, la pregunta aquí no es tanto cómo es la relación entre Pearl y Howard (por lo que se deduce de X, parece ser la de una mujer que tiene el control de la casa y un Howard homicida que la obedece), sino cómo es la relación entre Pearl y Maxine.
En la trilogía de Ti West, ambas mujeres están interpretadas por Mia Goth, lo cual tiene sentido en una serie que está hecha, entre otras cosas, para homenajear las capacidades interpretativas de la actriz. De esta forma, no solo vemos a Goth interpretar dos personajes en registros distintos, sino que también la vemos en más de una ocasión siendo filmada en planos extensos y sin cortes, donde podemos apreciar en tiempo real sus cambios de registro.
Pero también la doble interpretación de Goth está hecha, por supuesto, para marcar una continuidad entre ambos personajes. Esta coincidencia, sospecho, es una referencia deliberada a Psycho y la relación entre Marion Crane y Norman Bates.
Cualquiera que vea la trilogía notará que esta película está referenciada de forma más o menos directa en los tres largometrajes. Desde la casa de Bates en MaXXXine, pasando por el personaje del director en X que menciona directamente al film de Hitchcock como su película preferida, hasta Pearl, donde la protagonista mata a su propia madre—cuyo cadáver termina en el sótano—y esconde autos en pantanos. Las alusiones a una película de 1960 pueden parecer curiosas en una trilogía cuyos homenajes aluden a la época en la que transcurre cada film. Es decir, X se desarrolla en plena década de los 70 y está atravesada por el homenaje al cine porno ambicioso y al apogeo del cine de explotación de ese tiempo; MaXXXine tiene a su protagonista actuando en una de las tantas películas de terror excesivas que se hacían en esa época, mientras que Pearl habla del cine porno de la era silente en contraposición con la estética naïf de ciertos productos de entretenimiento.
Que Pearl tenga ciertas conexiones con Norman Bates es bastante evidente. Ambos son asesinos seriales con una relación de odio y dependencia con su madre. Ambos también—sobre todo Pearl en X—son asesinos a quienes la sexualidad los impulsa a matar. Finalmente, y aquí viene el rasgo más relevante, ambos son personas que viven encerradas en un lugar aislado de la civilización, atrapados en sus propias trampas, estancados en el pasado.
Bates, según se nos cuenta, nunca pudo superar el trauma de matar a su padrastro y a su madre, lo que lo llevó a construirse una trampa mental que lo perpetuó en una rutina insoportable, apenas alterada por algún deseo prohibido y un asesinato ocasional. El destino de Pearl, como se nos muestra en la película homónima, terminó siendo idéntico. Luego de no haber podido triunfar en el mundo del espectáculo, Pearl quedó atrapada en su espacio rural, presa de sus rutinas, viendo cómo el tiempo le va quitando hasta su atractivo inicial. Pearl es una asesina encerrada en su resentimiento, que deplora la belleza ajena, sea porque viene en forma de una juventud que ya no tiene o de un estereotipo de belleza que ella no puede alcanzar. Su asesinato más extraordinario se muestra en ese plano sin cortes donde vemos a Pearl persiguiendo pacientemente a su víctima rubia. Pocas veces en el cine de los últimos años se ha logrado un asesinato tan significativo, donde pesa tanto la desesperación de la víctima por sobrevivir como la premeditación de su asesina para cometer el crimen. Basta con atrapar en tiempo real el acto de Pearl al agarrar su arma de elección y verla correr con oscura persistencia.
La imagen final en la película Pearl es aterradora (y es una gran forma de generar terror con un recurso tan simple como un plano fijo) porque nos adelanta el estado de una mujer perpetrada en su frustración y sensación de fracaso. Sonríe artificialmente, forzándose a seguir el consejo de su madre (que, por cierto, ni su propia madre creía) de que podía ser feliz con lo que se tenía. Ese plano parece ser una extensión de aquel monólogo que tiene antes del mencionado asesinato de la rubia. Allí, Pearl mezcla una falsa aceptación de sus limitaciones con un rencor infinito que aplasta esa postura supuestamente tranquila y feliz.
Maxine tiene algo de Marion Crane en su identificación con un asesino. En la hermosa escena de los sándwiches en Psycho, Marion siente a Bates como una figura inquietante por su dependencia con la madre, pero también ve que tienen algunos puntos en común. Entre ellos está eso que Bates llama “vivir en las propias trampas personales”. Es esa charla, entre íntima e inquietante, la que hace que Marion Crane decida cambiar de actitud y devolver el dinero.
En X, Maxine también ve un espejo inquietante en Pearl. No solo las dos son idénticas físicamente, sino que Pearl funciona como un destino posible y pesadillesco para Maxine. Pearl es la mujer que quiso triunfar en el mundo del espectáculo y no pudo. Maxine va a salir de la masacre de la película X con una frialdad de hierro, tan capaz como Pearl de matar, pero a diferencia de ella, obsesionada con moverse y no estancarse.
Hay una escena en Pearl que muestra claramente la personalidad de ambas. Se trata del momento en el que la protagonista habla con un proyeccionista que le está exhibiendo una película porno muda. Allí, el hombre le sugiere comenzar un camino hacia la fama protagonizando ese tipo de películas. Sin embargo, en el film, Pearl solo puede soñar con ser una mujer famosa que baile en espectáculos glamorosos y felices. No ha aprendido aquella frase de Bette Davis con la que se abre MaXXXine: “Para que a una la conozcan como una estrella, tiene que ser primero conocida como un monstruo”. Pearl no quiere mostrarse monstruosa, como sucede en el mencionado plano final; quiere simular la idea de que es una ama de casa feliz, aun cuando la locura se le salga por los poros.
Maxine pertenece a un tiempo menos puritano y claramente es mucho más persistente y menos ansiosa que Pearl. No solo no tiene problema con ser primero una actriz erótica, sino que en X no anda perdiendo el tiempo envidiando a la chica rubia con la que comparte cartel.
En algún punto, Maxine funciona como un cliché: la chica de pueblo que está dispuesta a triunfar a toda costa para que su nombre sea conocido en todo el mundo. Claro que esto es el mundo de un cineasta de terror como Ti West, y las cosas vienen en un envase más retorcido. Maxine es también una mujer que puede ser muy cruel, roza la psicopatía, y sus puntos en común con dos asesinos seriales como la mencionada Pearl y su propio padre son particularmente inquietantes.
El final de MaXXXine muestra que su recorrido hacia la fama no está exento de transformarse en una pesadilla personal. Poco antes de volarle literalmente la cabeza a su padre, Maxine comienza a imaginar una vida desmesurada en cuanto a fama y prestigio. Se ve en la avant-première del film que va a protagonizar, rodeada de miles de fans desesperados por verla, e incluso se imagina la promesa de un biopic sobre su vida.
Segundos después, nos muestran una realidad muy distinta. Ya en el rodaje, Maxine es una actriz en una secuela de una película de terror de fama incierta y un prestigio dudoso. La sesión de maquillaje y el clima de rodaje no muestran otra cosa que un grupo de personas trabajando en una película.
La visión más optimista nos haría pensar que la fama desmesurada que Maxine imagina para sí misma es premonitoria, y que este rodaje solo será el punto de partida para una estrella legendaria. Sospecho que una interpretación más pesimista nos acerca a la idea de una Maxine que en algún momento se frustrará con un deseo que no está a la altura de sus ambiciones.
Cuando ella le dice a su padre que ha aprendido de él que no va a aceptar una vida que no merece, la fantasía desmesurada de Maxine parece mostrar a una persona que quiere escalar algo imposible. El hecho mismo de que, a pesar de todo, Maxine sienta una conexión especial con su progenitor homicida nos habla también de que los dos tienen un elemento común. Tanto Maxine como su padre—un pastor evangelista fanático—son personas en busca de algo sublime, aun cuando lo que su papá busca sea una pureza del alma absoluta y lo de Maxine sea una fama legendaria y completamente feliz. En ambos casos, lo que se busca es un imposible y, quizás en ambos casos, esta imposibilidad termine derivando en una locura destructiva.
En algún punto, Maxine puede terminar cayendo en la trampa inversa de su doble. Ya no es la traba constante, sino una necesidad imperiosa de avanzar hasta lo inimaginable en un ambiente que, como nos muestra la película, puede estar repleto de violencia. Quizás todo lo que esta trilogía quería mostrarnos eran a dos mujeres que, a fuerza de rencores, traumas y desesperación, han construido sus propios infiernos, aún cuando estén habitados por demonios muy distintos. Quizás, sólo quizás, aquel plano final de una Maxine falsamente decapitada, no sea sino un sutil indicio de que detrás de todo ese triunfalismo, detrás de una mujer que aparentemente empezó a alcanzar su sueño y purgar su propio pasado, no se esconde otra cosa que una condena disfrazada de meta.
1 De modo inverso, Pearl es un cliché de Hollywood frustrado. Es una chica de pueblo cuyos sueños se oponen al deseo de su madre. En la conversación que ella tiene con su progenitora, ella le dice que el casting al que va a ir es su “única oportunidad” y se aferra caprichosamente a esa idea. Cuando es rechazada por no ser rubia, Pearl decide condenarse y de paso condenar a otros. Uno podría pensar que la escena del rechazo a Pearl en el casting es un comentario de West sobre la tiranía del mundo del espectáculo. Sin embargo, el rechazo hacia Pearl por ser morocha habla menos de Hollywood que de la circunstancia del mundo en ese momento. La trilogía de West insiste todo el tiempo en que el mundo es un lugar que muta, y esto incluye sus nociones estéticas. Es Pearl la que queriendo habitar un mundo de cuento de hadas y creyendo que el mundo funciona siempre igual termina de enloquecer por completo cuando las cosas no salen como ella quiere. Yendo a una sobreinterpretación, me pregunto si la propia parálisis del padre de Pearl y el hecho de que tenga sexo con algo que nunca muta como un espantapájaros no son indicios también de esa concepción de Pearl de un mundo engañosamente quieto y un aviso de una vida encerrada en rutinas oscuras.