SALVAR AL MUNDO, RECUPERAR EL HUMOR
La pistola desnuda (Zucker, 1988), también conocida como ¿Y dónde está el policía?, es un clásico de la comedia. Pero su forma de trabajar el humor es particular y no es tolerada por todos; en épocas de un cine que hace alarde de su literalidad discursiva, como si esto le permitiese algo antes negado, que es el acceso a los temas o postulados serios, útiles, de importancia cultural o social, es importante recalcarlo más aún.
El film del 88’ tiene algo de espíritu punk. Funciona con una lógica completamente contraria al contemporáneo cine-panfleto de twitter, donde todo es lo más absurdo posible, donde el chiste y su remate son relevados y potenciados por un tercer o aún cuarto remate escondido bajo la manga, y donde la solemnidad no sólo no tiene lugar, sino que es constantemente invalidada como tono o forma. Sin embargo, no descansa tampoco sobre el efecto “shock” de la concatenación de escenas bizarras y chistes de genitales; estos elementos están, pero están trabajados dentro de una estructura que parodia a un referente que conoce muy bien: el policial negro, clásico, y el blockbuster de acción al que la narrativa de detectives es redireccionada en los 80. Como forma humorística, tiene su sello epocal en el exceso constante, y en el humor de deliberada oposición a la política cultural del “buen gusto” instaurada por los censores de la moral norteamericana de la era Reagan.
Hay unas líneas de diálogo entre nuestros protagonistas que se da más o menos así:
- Creo que es fantasía.
- ¿Pero te gustó?
Esto lo dicen Liam Neeson y Pamela Anderson en The Naked Gun (Schaffer, 2025), nueva versión del film de Zucker, donde se puede leer entre líneas el claro golpe sobre el humor contemporáneo, que cree más gracioso poner a discutir de marxismo y capitalismo, literalmente, a dos borrachos, uno capitán de barco y el otro dueño del mismo, uno norteamericano y el otro ruso. Si no es en estas líneas de humor orientado a intelectuales pseudo-punkitos, la comedia no tiene casi lugar en el circuito de festivales. ¿Qué significa este intercambio? Que no importa la fantasía o no del film. No importa la verdad como adecuación, ni el respeto por los códigos de la época; un film no responde a “lo real”, su lectura no es literal, y sus reglas, en todo caso, se construyen dentro de sí, a lo largo de su desarrollo, y deben mantener una coherencia interna para construir el “efecto de realidad” que llamamos diégesis de la película.
Esta mirada de Schaffer es adecuada para el desarrollo de una película semejante, que insiste en parodiar la estructura policial y de acción en varias de sus modalidades, incorporando hasta una escena-gag que trabaja directamente sobre una de las más brillantes escenas de Mission Impossible: Fallout (McQuarrie, 2015) que incluye una mamushka de falsas habitaciones puestas en escena una dentro de la otra. Es adecuada porque así como el film del 88’ conoce a sus referentes, la nueva versión conoce la tradición humorística en la que se inscribe. Y uno de sus rasgos fundamentales consiste en el desmontaje constante de elementos tanto de gramática como de historia cinematográfica, y, en definitiva, de puesta en escena.
Por lo tanto, la película celebra el humor libre de preocupaciones o en su defecto libre del vozarrón pedante de la comedia contemporánea, discursiva, autopretendida “seria” y “crítica” por tomar refugio en la bajada de línea.
El repertorio de gags va desde la caracterización de personajes en relación a la película original y los estereotipos de los géneros, hasta los juegos con las reglas de cohesión espacio-temporal y los diálogos literales tomados como metáfora, lo metafórico o figurado tomado como literal, y el juego de palabra.
Los chistes se suceden uno tras otro como balas. He aquí momento de mencionar uno de los problemas de la película. Si bien Neeson tiene un timing impecable para el delivery de líneas, gestos y acciones, y una maestría total en el control del tono actoral, el frenetismo con el que el film lleva adelante su catarata de situaciones no sabe tolerar bien las balas que no dan en el blanco; no hay nada peor para una comedia que el silencio de la sala ante un chiste sin gracia, y eso es lo que sucede en algunos momentos del film. Por un lado, el mencionado frenetismo hace que el film siga adelante a pesar de los chistes mal ubicados, gastados o perezosos; por el otro, estos chistes se sienten fuertemente desubicados y descolocan como un golpe de batería fuera de tempo en una canción. No sucede con frecuencia pero cuando sucede, el absurdo humorístico es permeable al absurdo en sí, tornando ridículo al film en el mal sentido y empujando al espectador a soltar la mano a una propuesta que requiere convicción para ser aceptada.
Otro elemento que hay que mencionar es el suspenso de los remates; viendo la escena inicial del film, uno se ríe cuando ve a la niña caminar inocentemente si ya ha visto el film original (casi un deber previo, una tarea para ver esta película). El remate no se da hasta que ella ingresa al banco pero, con la información correcta, la previsibilidad del mismo genera una espera, un suspenso, que hace que el espectador disfrute un chiste que todavía no ha terminado. Ya ve venir el clavo final, lo desea aún más, se ríe, y cuando este llega, estalla.
Así como la escena inicial pone en funcionamiento esta forma, otros momentos pecan de excederse del “scarymovismo”: un atropello de situaciones bizarras, bordeando el mal gusto, donde a veces mostrar menos hubiera sido más. Ver bajo esta lógica la escena en que el personaje de Durand espía con visión térmica a Neeson y Pamela: al principio, el chiste es que a través del lente parecen estar teniendo sexo, de a poco, cada vez más cerca de concretar. Luego, aparece un perro. Innecesario mostrar todo lo que se muestra cuando el fuera de campo con la reacción de Durand hubiera sido suficiente para desternillar sin caer en lo burdo ni en el agotamiento del chiste.
En definitiva, la película es buena. Tiene una ya conocida pero fresca concepción del humor por los tiempos que corren, tiene un reparto que da en la tecla (muy interesante la resolución inmediata de la cuestión O.J. Simpson), tiene memorables chistes y gags, con una muy bien entendida y explicitada comprensión de su herencia cinematográfica, pero le faltan, en algunos momentos que rompen fuertemente el ritmo del film, algunos ajustes que le quitan los 5 para el peso.
(Estados Unidos, 2025)
Dirección: Akiva Schaffer. Guion: Dan Gregor, Doug Mand, Akiva Schaffer. Elenco: Liam Neeson, Pamela Anderson, Paul Walker Hauser, Danny Huston, CCH Pounder, Kevin Durand. Producción: Erica Huggins, Seth MacFarlane. Duración: 85 minutos.