Desde mucho antes del éxito de las adaptaciones cinematográficas de sus aventuras historietísticas, los superhéroes edificaron su propio Monte Olimpo dentro de la cultura pop. Las referencias a estos justicieros especiales y a sus respectivas mitologías se extienden a otras ramas del arte, como la música, la televisión, la pintura y la literatura. En este último caso, viene destacándose una novela nacional: Kryptonita. El escritor Leonardo Oyola le imprimió a esta creación su sello personal (elementos policiales, fantásticos, códigos y citas a, por ejemplo, Duran Duran o Bon Jovi), y le agregó referencias específicas, y muy pensadas, del universo de la editorial DC, hogar de Batman, Superman y toda La Liga de la Justicia. Como suele suceder, el libro devino en una película homónima.
Parece ser otra noche rutinaria en un hospital del Oeste del Gran Buenos Aires, cuando cae un grupo de personajes tan pintoresco como temible: la banda de Nafta Súper (Juan Palomino), a quien traen herido de gravedad. Al principio, no parece haber esperanzas para este singular personaje al que no se le puede atravesar la piel con jeringas, pero el Tordo (Diego Velázquez) consigue mantenerlo estable. El resto de sus secuaces presiona para que pueda llegar con vida al amanecer, y en tanto, rememora viejas epopeyas y contrincantes todavía al acecho, a la par de que dejan entrever sus verdaderos sentimientos. Todo esto, mientras la policía amenaza con entrar y capturar a quienes resultan ser mucho más que forajidos comunes y corrientes.
Siguiendo la línea de Diablo, su debut en el largometraje, Nicanor Loreti cuenta otra historia ambientada en un lugar cerrado, con antihéroes que deben cuidarse entre sí ante la adversidad. Un estilo parecido al de John Carpenter, de quien Loreti es fanático. Pero las similitudes entre una película y otra no se extienden mucho más: mientras que aquella vez el tono era el de una comedia negra salvaje, aquí el enfoque es más arriesgado, ya que mezcla diversos elementos, sin jamás caer en el ridículo. Lejos de la parodia, esta especie de Liga de la Justicia del conurbano bonaerense está mostrada en serio, haciendo hincapié en el corazón y la lealtad de cada integrante. Loreti sabe balancear las escenas intimistas con flashbacks más violentos (acá la impronta es cercana a la de Sin City) y le da un toque exacto (ni frenético ni cansino) a las pocas pero calculadas secuencias de acción y efectos especiales. Y jamás pierde de vista a los personajes, ni siquiera al médico y a la enfermera (Susana Varela)
Justamente es el elenco el factor determinante para que el film funcione. Aunque Palomino es la versión criolla de Superman y el corazón del relato, son sus compañeros de elenco quienes más se lucen: Pablo Rago (El Felipe/ Batman), Lautaro Delgado (Lady Di/ La Mujer Maravilla), Nico Vázquez (El Faisán/ Linterna Verde), Sofía Palomino (Cuñataí Güirá, ¿la Robin del clan?), el roquero Carca (Juan Raro) y Diego Cremonesi, una suerte de Daniel Craig argentino, como el iracundo Ráfaga/ Flash. Por el lado de los de afuera del hospital, Sebastián De Caro interpreta a Ranni, el comisario, y Pablo Pinto es Cabeza de Tortuga, uno de los archivillanos de turno. Y hay tiempo para apariciones de Luis Ziembrowski y Daniel Valenzuela. Mención especial para Diego Capusotto, el Guasón del asunto, que se roba sus pocas escenas.
Kryptonita no es una película de superhéroes sino un policial con referencias al mundo de los comics. De todos modos, al igual que muchas de esas historias que nacieron en viñetas, habla acerca de la unión, la confianza y la amistad, con buenas dosis de heroísmo, y no sólo durante el combate cuerpo a cuerpo. Y además, ¿quién dice que en las zonas marginales no puede haber individuos capaces de volar, capaces de hazañas imposibles, capaces de luchar por lo que es justo?
Por Matías Orta