A unas pocas cuadras del Times Square, sobre la calle Broadway, se encuentra el famoso Gotham Hall. Un hermoso edificio con grandes columnas en su fachada, una alfombra roja en su puerta y un gran salón en forma circular que es la locación de bodas, conciertos y variados eventos. El Festival de Tribeca decidió cerrar allí su edición número 15. A las seis de la tarde, las puertas se abrieron y sólo aquellos con un ticket (las entradas estaban agotadas) podían entrar. Un hombre de seguridad sellaba las manos de los asistentes mayores de 21 años para que pudiesen acceder a los tragos de regalo.
La gente comenzó a llegar, en su mayoría jóvenes de entre veinte y treinta años que comenzaban a dar vueltas por el lugar. En el centro del salón había un pequeño escenario en forma circular donde tocaría la banda The Acid durante 55 minutos. Al mismo tiempo el film sería proyectado en 360º en las gigantescas pantallas que rodeaban a la audiencia. The Bomb es una revolucionaria instalación multimedia que sumerge al espectador en la extraña, perturbadora e interesante realidad de las armas nucleares.
A las siete de la tarde la banda subió al escenario, las luces se apagaron, la música comenzó a sonar y las inmensas pantallas empezaron a proyectar el film. Imágenes de soldados marchando al ritmo de la música hacía vibrar el lugar. Cientos de personas se debatían entre mirar a la banda, mirar la pantalla que tenían en frente y girar en círculos sobre sí mismos para captar todas las imágenes a su alrededor. Una experiencia que inundaba los sentidos y hacía sentir a su espectador como si estuviera dentro de esas pantallas, de ese mundo tan tenebroso como cautivante.
Han pasado más de siete décadas desde que las bombas nucleares fueron lanzadas y destruyeron Nagasaki e Hiroshima. Hoy, nueve naciones poseen alrededor de 16 mil armas nucleares y la típica arma en el arsenal estadounidense es cerca de veinte veces más poderosa que la bomba que detonó Hiroshima.
The Bomb mete al espectador en la continua historia de las armas nucleares. Desde las filmaciones del Trinity Test el 16 de julio de 1945, la primera prueba de una bomba nuclear por parte de los Estados Unidos, hasta la situación actual de las armas nucleares. Durante 55 minutos la audiencia fue bombardeada por simulaciones visuales y sonoras de pruebas nucleares, planificación y ataques junto a sus aspectos tecnológicos y culturales. Puede observar los misiles y bombarderos hechos para transportar las armas nucleares, las computadoras que las controlan, el secretismo que las rodea y la destrucción que dejan a su paso.
Los artistas detrás de The Bomb formaron un conjunto de filmaciones reales, animaciones, textos y música en una escala masiva sin una línea cronólogica pero con un impacto profundo, poderoso y memorable. Al finalizar esos 55 minutos impresionantes, el ambiente sigue vibrando de emoción. Los sentimientos son encontrados.
Por un lado se puede sentir el poder inmenso de las armas nucleares, su capacidad de aniquilarlo todo y ese terrible poder no deja de fascinar y hablar a la parte más oscura del ser humano. Esa parte que no puede evitar sentirse atraído por los villanos más malos del cine, por las historias de asesinos seriales y todo aquello que forma lo más perverso de la humanidad.
Por el otro, uno se siente pequeño ante la imposibilidad de poder controlar esa tecnología, de poder evitar que el mundo estalle en pedazos en cualquier segundo por algún sádico que decida apretar el maldito botón. A la vez que no puede evitar horrorizarse por el hecho de que seres humanos hayan pensado en un arma tan terrible con el único objetivo de aniquilar a millones de personas a la vez y asolar cada centímetro de ese lugar. The Bomb impacta a sus espectadores de una manera irreversible, certera e inolvidable y les recuerda que esas armas tienen un único deseo, uno de muerte.
Eliana Giménez / @GimenezEliana