Parecería que Espíritu Bauhaus – 100 Años está abordando la historia de la escuela artística de una manera tradicional. Acude al documental interactivo para que las cabezas parlantes hilen los principios y la dinámica de una comunidad que definió el siglo XX, y que sigue haciéndolo aún en este siglo. La modalidad, que podría verse como un recurso fácil en otros casos, acentúa aquí el significado del rostro frente al entorno.
El documental, dirigido por Niels Bolbrinker y Thomas Tielsch, parte de dos realidades antes de hacer un recorrido por los inicios de la Bauhaus en Weimar y Dessau. Por un lado, la cámara rastrea en el presente la Ciudad Radiante diseñada por Le Corbusier. Por otro, visita los barrios (villas) de Medellín donde la armonía se arriesga en pos de la funcionalidad. El contraste abisma visualmente, pero el trayecto emprendido luego por la cámara de Niels Bolbrinker tiende puentes entre ritmo, pensamiento, artesanía y arquitectura.
Los realizadores, quienes también hacen el montaje de su obra, intercalan las entrevistas a arquitectos, con las de artistas de diversas ramas, como un coreógrafo, pintoras, educadores y diseñadores. Esta aparente mescolanza de artes está sostenida con la idea de que el cuerpo es un constante creador de dinámicas con respecto al espacio. Esto adquiere más visibilidad con el coreógrafo, quien además es matemático. Una escena ejemplar de esto ocurre cuando él se desplaza por una habitación mientras son trazados gráficamente sus movimientos con flechas hacia arriba o hacia abajo, curvas sinusoidales, triángulos y otras figuras geométricas; y a la par escuchamos unas valiosas notas musicales que nos sugieren el descubrimiento de un espacio vital. Tal descubrir viene dado por la idea de que un equilibrio dinámico* (caminar, danzar, incluso vivir la cotidianidad) nos obliga a entendernos desde las ciencias y las artes, desde la mente y el cuerpo: pilares indivisibles.
Design is about body / El diseño es sobre el cuerpo**
El documental hace un paréntesis incluso espacial para ejemplificar tal ‘equilibrio dinámico’. Uno de los arquitectos guía el recorrido por las edificaciones de la Bauhaus y entra en un cuarto. El narrador nos presenta entonces un cortometraje hecho por László Moholy-Nagy donde su esposa interactúa con los objetos y muebles de un apartamento. O sea, entrar en esta habitación es ingresar en la “autoficción” que ejemplifica la vida moderna: interactuar con estos nuevos espacios amoblados. Y es en esta interacción entre el ser humano y el entorno donde se hace visible que las cabezas parlantes son una referencia dentro de los alrededores de la misma imagen. Si sólo escucháramos voces hablando durante noventa minutos, no tendríamos a quién identificar.
El ser humano no es una figura espiritual, sino tridimensional (Oskar Schlemmer)
Esa capacidad de reconocer, además acentuada dentro de la película (identificar un rostro, aún el de alguien desconocido, es un reconocimiento social necesario en toda dinámica); está sostenida además por la búsqueda comunitaria de la Bauhaus. Los realizadores ejemplifican esto reuniendo a personas de distintos idiomas. Alemán, inglés, español y francés confluyen en las entrevistas como si estuviéramos en un asomo de ciudad babélica. Por lo menos gracias a los realizadores, estamos en un documental babélico. Y el español, en particular, proviene de una mujer que reconoce el rol de su madre como obrera que construyó y reconstruyó su casa en un barrio de Medellín, aún después de que la alcaldía la demoliera. Cada idioma rearticula, entonces, una búsqueda dentro de la obra.
© Eduardo Alfonso Elechiguerra, 2019 | @EElechiguerra
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