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[25] BAFICI | La Habana de Fito

[25] BAFICI | La Habana de Fito

Las primeras noticias sobre este documental, que narra la relación de Fito Páez con Cuba desde 1987 hasta el presente, llegaron por una polémica que excede lo cinematográfico. En abril del año pasado las autoridades del gobierno cubano suspendieron una exhibición prevista en un espacio cultural de La Habana. Tras las quejas de su director, el documental se emitió en la televisión cubana, pero supuestamente incompleto y sin su autorización ni la del músico argentino. Luego se supo que lo que molestó a la dictadura cubana fueron dos fragmentos de la película, dos intervenciones puntuales de Páez. En un momento se refiere muy críticamente al fusilamiento de tres jóvenes en 2003, atrapados cuando intentaban escapar de la isla hacia Estados Unidos. Páez recuerda que estaba en Cuba cuando eso sucedió y que quedó muy impresionado, lo que lo llevó a empezar a ver de una forma más crítica el proceso revolucionario cubano y la figura de Fidel Castro. El otro episodio referido es la muerte de Camilo Cienfuegos, uno de los jefes de la Revolución, quién murió en un accidente de aviación en 1959. Páez cuenta un encuentro con una mujer, quien le dice haber sido pareja del guerrillero. La mujer le cuenta que está convencida de que Fidel Castro fue el asesino de Cienfuegos. Fito queda conmocionado por este testimonio. Unos días después tiene un encuentro con jóvenes cubanos miembros del Partido Comunista y les pregunta qué opinan de esa versión. No la da por cierta; simplemente les pregunta si como jóvenes revolucionarios no se sienten obligados a indagar para tratar de conocer la verdad. Pero los jóvenes se ofenden con Fito, le dicen que no tienen ningún derecho a poner en duda la versión oficial que habla de un accidente. Fito queda decepcionado por esa actitud pasiva y sumisa frente al poder.

En la Argentina llamó la atención que alguien como Fito Páez explicite estas críticas, por ser alguien vinculado emocionalmente a la isla y por ser un artista identificado con la izquierda política. A mí lo que me llama la atención es que haya estado tanto tiempo fascinado con la Revolución, que su desengaño recién se haya manifestado en 2003 (cuando Castro ordena fusilar a los tres jóvenes) y que recién ahora se anime a explicitar públicamente sus críticas. Según varios organismos que se han dedicado a investigar las violaciones de derechos humanos en Cuba, las cifras de muertes atribuidas al régimen que gobierna la isla desde 1959 supera los 7000 casos, lo que incluye asesinatos políticos, desapariciones, fusilamientos luego de juicios sumarios y ejecutados extrajudicialmente. Son conocidas además las atrocidades cometidas en los UMAP, campos de concentración y trabajo forzoso que existieron entre 1965 y 1968, por los cuales habrían pasado más de 30.000 personas. También Páez debió haber escuchado hace mucho tiempo acerca de las persecuciones a disidentes políticos y homosexuales y habrá sido testigo del control estricto del Estado cubano sobre todas las actividades artísticas y culturales en la isla, las que se tradujeron en numerosos actos de censura y hostigamiento a los artistas disidentes. 

Todo este largo preámbulo tiene que ver y no con el documental propiamente dicho. La película tiene una estructura formal y narrativa muy simple, que consiste en una conversación entre el director y Páez, en la que se narra su relación con el público cubano y con algunos músicos de la isla, intercalada con fragmentos de archivo de varios recitales de Fito en Cuba desde 1987 hasta el presente y algunas otras entrevistas que suman datos puntuales. Está claro que no pretende ser un retrato político de estas últimas décadas de la Revolución sino la narración del vínculo que se establece entre Páez y Cuba, el relato de cómo un público con una cultura musical muy definida no solo adopta sino que también acepta a un músico extranjero que trae algo para ellos novedoso. Y como esa aceptación y apropiación se extiende a lo que se genera entre Páez y varios músicos importantes de la isla: Pablo Milanés, Santiago Feliú y los Van Van, entre otros. 

Sin embargo, cuando se habla de Cuba es imposible eludir la cuestión política. En los últimos 64 años toda la vida cultural de Cuba estuvo condicionada por el poder político, de una manera que no tiene equivalente en el mundo occidental. Referirse a cualquier aspecto de la cultura cubana sin hacerse cargo del contexto político sería un acto de deshonestidad intelectual. Es meritorio que el director y el propio Páez se hayan animado a colocar la película en un lugar incómodo frente al poder político de la isla pero también frente a la mirada de parte del progresismo latinomericano. Los crímenes cometidos por Fidel Castro en cabeza de un estado represivo y dictatorial siguen siendo un tabú en gran parte de la izquierda argentina. Para los que conocemos la historia de Cuba no hay grandes revelaciones en la película e incluso nos puede resultar ingenua cierta mirada condescendiente respecto al régimen cubano. Pero como hemos dicho antes, al tratarse de un artista que es parte de ese mundo cultural que adhirió a la Revolución de una forma acrítica durante tantos años, lo poco que se cuenta adquiere una fuerza mayor.

(Cuba, 2023)

Guion, dirección: Juan Pin Vilar. Elenco: Fito Páez. Duración: 62 minutos.

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