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[25] BAFICI | Les gens d´à côté

[25] BAFICI | Les gens d´à côté

LA VIDA DE LOS OTROS

El mal cine nos acostumbró a la mala política, o fue al revés. El caso es que, en algún momento, aceptamos llamar cine político a películas que escenifican conflictos sociales con un tono escolar, que ven el mundo en los términos de una lección, y de una que ni siquiera debe ser aprendida porque ya fue enseñada en otras ocasiones (resisto el automatismo de referirme a ese cine usando “panfleto”, un género honesto que merece mejores representantes). My New Friends es el espantoso título en inglés de la nueva gran película de André Téchiné, y que dilapida todo lo que porta con economía el título en francés: La gente del lado. La gente de al lado es eso en lo que está pensando el lector, un grupo humano inconveniente al que debo acoplarme de alguna forma si quiero vivir dentro de los mandatos de la urbanidad; es el distinto a mí, el que no se me parece, al que no tolero y del que me separan más cosas de las pocas, pocas, que me unen (el azar, apenas, de la proximidad territorial). Sobre ese desacuerdo elemental Techiné construye toda una película que entiende lo político no como una moraleja destinada a halagar a los convencidos, sino como un barro del que no se puede salir indemne.

Justamente, la primera escena de La gente de al lado es confusa, irritante, ligeramente conmovedora, incorrecta. Un grupo de policías realiza algo que parece un acto de protesta en el que se recuerda a compañeros caídos o abandonados por la institución. Una tosca coreografía identifica a las víctimas mientras se incrementa el número de agentes que actúan una muerte artificiosa en la vereda. Es, creemos, una escena imposible para el cine francés actual, donde la policía no puede más que ocupar el lugar de villano sin rostro, representante terrible de un orden injusto y desigual. Pero los policías no llevan casi uniformes o señas de pertenencia a la fuerza, están mayormente de civil. Son bastante pocos y todo el acto se desarrolla dentro de los límites de un círculo precario, improvisado en el medio de la vía pública. Son policías sindicalizados que protestan contra las autoridades que los dirigen y contra sus modos de funcionamiento. La imagen se embarra más y ya no sirve a los fines de una lección: uno de los policías fallecidos, esposo de Lucie, era negro y africano, es decir, perteneciente a una de las principales minorías de Francia.  

Todavía falta mucho por presentar y por mostrar, pero Téchiné ya estableció las coordenadas primordiales de su película. Después vendrán los vecinos en cuestión, en especial Yann, un militante anarquista liberado bajo vigilancia que planea nuevos atentados junto a su grupo. El guion plantea el juego de opuestos más viejo imaginable: Lucie y Yann (y su familia) se conocen, complementan y forman rápidamente algo parecido a una familia improvisada, pero la pertenencia a colectivos en pugna (la policía y el grupo anarquista) mina cualquier posible convivencia. Téchiné no cree en las lecciones sino en las leyes de los relatos, que cuanto más antiguas y previsibles mejor aseguran su eficacia. Es en la seguridad de esos confines que el director dispone con disimulo sus trucos de viejo lobo. 

Téchiné filma con velocidad pero sin apuro, como alguien que camina a buen ritmo pero sin esforzarse. Las escenas son ágiles y no duran ni un segundo más de lo que deberían; todo es claro y prístino, como frases cortas compuestas por un sujeto y un predicado, en ese orden. Lucie, acosada por la viudez y por una enfermedad que no se nombra, hace de todo con su tiempo, especialmente ayudar a la mujer y la hija de al lado y preparar platos para otros a los que ella ve comer sin sumarse. Es que Isabelle Huppert está incontenible, es un reactor Tesla que Téchiné debe contener y tratar de conducir. La mujer mira comer a otros, acomoda el plato, los mira de costado, y hay más cine ahí que en toda la filmografía de Stephane Brizé. ¿Cómo se distribuye la energía de una actriz así, que electriza cada plano incluso cuando no pasa nada, solo moviéndose de un lado al otro? No se trata solo de Huppert, sino de Nahuel Pérez Biscayart, es decir, de Yann, el artista rebelde, el burgués arrepentido, el revolucionario con los pies en la tierra, al que hay que dejarle el sitio necesario para que haga sus cosas, para que mueva el cuerpo como si quisiera sacárselo y dejarlo a un costado, para que pueda reconcentrar su conocida mirada hipertiroidea.

Ley del relato: Lucie y Yann tienen una química extraordinaria, quisiéramos verlos pasar más tiempo juntos, conocerse, reuniéndose los fines de semana para alguna comida compartida. Pero no se puede, Téchiné saca la tijera y corta las escenas enseguida y entierra a los personajes en el torbellino de las pasiones irreconciliables, que afloran con violencia toda vez que los personajes se acercan y la amistad parece un horizonte posible. De nuevo, el barro, donde todo se mezcla y se confunden los arquetipos y las causas: Lucie, la funcionaria policial, tiene convicciones tanto o más herméticas que el anarquista, que por lo menos se permite los respiros de la pintura. El asunto va y viene y el director juega el juego del intercambio de lugares, del acercamiento de los opuestos, del desplazamiento de las culpas y las penas. Las cosas suceden y no hay tiempo de ponerse a pensarlas, de buscar marcos de sentido que enmarquen los hechos en ideas oportunas, dice Techiné, cada vez más afecto a la elipsis y a la elegancia narrativa. El cine (podría decir) debería ser un arte de la sustracción, del movimiento discreto y la palabra breve, de las escenas que se desarrollan con la velocidad justa; y el cine político, que debería seguir más que ningún otro esa declinación, no se desarrolla en el campo de las ideas altisonantes ni de la pedagogía juvenil, sino en el fango de la ambigüedad, de los estados alterados; no un grito que vehiculiza proclamas, sino una lengua en la que las cosas se susurran bajo la sospecha de que lo real es siempre sobreabundante y no se deja apresar por las consignas convenientes.

(Francia, 2024)

Dirección: André Téchiné. Guion: André Téchiné, Régis de Martrin-Donos. Elenco: Isabelle Huppert, Hafsia Hersi, Nahuel Pérez Biscayart, Stéphane Rideau, Moustapha Mbengue. Producción: Sylvie Pialat, Benoît Quainon. Duración: 85 minutos.

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