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35º MDQ FILM FEST | Panquiaco / Mascarados

35º MDQ FILM FEST | Panquiaco / Mascarados

The sea was not water

En Panquiaco (2020) y Mascarados (2020) prevalece el ritmo parsimonioso de los planos generales y un diseño sonoro atento a lo omitido por las palabras de los personajes. Ya en los créditos iniciales de ambas producciones se nos sugiere que estemos a la expectativa con los planos generales en su mayoría perdurables en tiempo. Además estos ritmos remarcan los significados del sonido como la posibilidad más viable de atener mundos desoladores en sus incongruencias.

it was our mother

Por un lado, Panquiaco (2020) de Ana Elena Tejera, nos recuerda que las imágenes audiovisuales pueden atravesarnos psíquicamente. Quien cuestione las pretensiones de este adverbio y el pronombre en plural, contemple las columnas, troncos y líneas diagonales presentes en varios planos. Tales objetos junto con los distintos matices de azul hacen sentir una desolación intraducible a los idiomas hablados en la obra.

it was thought

La prueba más fehaciente de esto es el plano general de una construcción ubicada a la derecha de la imagen. Ahí se encuentra Cebaldo y a la izquierda está el mar. La división al centro es una columna, límite aparente nada más. Mientras el lugar concreto le brinda perspectiva a este encuadre, el mar aporta un vaivén latente.

Es significativo que esta escena ocurra cerca de la mitad de la película, como parte de una división también narrativa. Pero es estéril precisar si Cebaldo siente que en su vuelta a Panamá sigue perteneciendo o no a estas tierras aisladas. La verdadera certeza es que él pertenece un poco a la tierra y bastante al mar. Y decir que él vuelve a su origen viajando a Panamá desplaza la propuesta visual de que si bien él está en el centro de la imagen, muchos planos muestran una ausencia detallada incluso por lo musical.

Por su parte, Mascarados (2020), de Henrique y Marcela Borela, proponen un atravesamiento sonoro de los obreros de la cantera. No se puede hablar ahí ni de un diálogo metafórico entre los tantos golpes y estallidos de las piedras cargadas, tiradas y rotas. Con el trabajo sonoro de Guile Martins, estos golpes más bien (nos) oprimen a los trabajadores de quienes apenas escuchamos sus palabras después de siete minutos de empezada la obra.

Por ese retraso en la palabra resuena tanto la mirada entre lágrimas de Vinícius, un trabajador, cuando le dicen que está despedido. Podríamos hacernos los entendidos y recordar que Affonso Uchoa, el montajista, ya se ocupó en Aràbia (2017) estrenada en salas bonaerenses el año pasado, de las graves irregularidades laborales de Minas Gerais.

No es entonces fortuito que en medio de persistentes golpes y estallidos de la cantera, uno de los escasos primeros planos de la obra sea la mirada frágil de Vinícius. Es en su mirada donde la anonimia inquieta busca un lugar en medio de la sordina por las piedras y el dinero que no alcanza.

Así ambas ganadoras del festival ponen la lupa en el mundo de los hombres desolados. Mientras en Panquiaco resuena un hombre en los vaivenes de dos culturas, en Mascarados se encubre a un conjunto de obreros en su entorno laboral. Ambas crean aislamientos sonoros que van más allá de lo geográfico o lo cultural.

 

© Eduardo Alfonso Elechiguerra, 2020 | @EElechiguerra

Permitida su reproducción total o parcial, citando la fuente.

*Las cursivas pertenecen al mito de la creación según los koguis citado en Panquiaco.

 

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