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36º MDQ FILM FEST | Mar del Plata a lo lejos (02)

36º MDQ FILM FEST | Mar del Plata a lo lejos (02)

Segundo día. Vi la película que me faltaba para el Jurado Joven, fuimos a caminar a la playa con Flavia y Solita, tuve la sesión de Ruiz con los chilenos (sobre La lechuza ciega, película dificilísima y fascinante), preparé un poco la nota del miércoles para Perfil (aunque no sé si voy a hablar de lo que tenía pensado). Ya estoy agotado y esto recién empieza.

También vi Nuclear Family, de Travis y Erin Wilkerson. Wilkerson es un marxista del CalArts, la escuela de cine californiana, es decir, un cineasta que filma películas radicales pero bellas, de una ferocidad ideológica absoluta y de una prolijidad impecable. La combinación es irresistible, no porque esté de acuerdo con él pero sí porque prueba que, en el fondo, el cine americano tiene una tradición que atraviesa las ideologías y cuyo núcleo está conformado por la claridad y la ligereza de las imágenes, así como la oculta convicción de que los Estados Unidos son el mundo.
Aquí Wilkerson y su mujer Erin emprenden un viaje por el centro del país, en busca de los paisajes en los que tuvieron lugar dos acontecimientos ominosos. Uno, la guerra atómica, que arranca con la construcción de la bomba en Los Alamos y continúa hasta los silos misilísticos todavía en uso. Y con la posibilidad de que, de acuerdo a un cierto informe secreto, la administración esté considerando seriamente las ventajas de lanzar alguno que otro proyectil nuclear. El otro, el exterminio de los indios americanos. Los Wilkerson y sus dos hijos pequeños (después se agrega una hija adolescente) viajan por las rutas, se alojan en los moteles, visitan sitios históricos y se detienen especialmente en los pueblos que tienen que ver con esos hechos. Filmada casi enteramente al aire libre, la mayor parte de los planos corresponde a extensiones llanas y desérticas sobre las que planean las sombras del pasado y los peligros del futuro, atrocidades que Wilkerson asocia entre sí. “Los silos son el Oeste” dice, uniendo la bomba con la colonización como parte de una mismo impulso de destrucción y exterminio. 

La radicalidad de la película es tan absoluta que Erin recoge flores, las muestra a la cámara, las nombra y distingue las especies de acuerdo a dos categorías: “Nativa” e “Invasora” como para subrayar la defensa de un continente virgen al que el hombre blanco (venido de Europa, es decir, desde afuera) llegó para corromper. Lo paradójico de Nuclear Family es que el infierno se presenta con trazos del paraíso, un paraíso de armonía doméstica en Fuyicolor (¿la película se filmó en súper 16?) con paisajes atractivos, canciones bellas y la sensación de paz y alegría que transmiten las buenas road movies. Además escuchamos la calma y un poco lúgubre voz en off de Wilkerson, hablando de los desastres del pasado y las amenazas del futuro. El discurso es tan radical que excede la previsible denuncia del capitalismo. Hay un momento en el que los Wilkerson llegan a Mesa Verde y se encuentran con una locación en la que vivió una tribu paleo-indígena desde el año diez mil antes de Cristo. En uno de los lugares que ocupaban, estas tribus cultivaban en la meseta pero, por razones no explicadas, un día se mudaron a una fortaleza debajo de los cultivos. Allí, en el siglo XIII hubo una sequía y terminaron abandonando el lugar. La voz de Wilkerson dice entonces: “La lección está clara”. Les dejo entender la lección, ya que yo no pude. 

Si ustedes no pueden ver la película, les cuento otras de las cosas que cuenta Wilkerson, quien investigó la historia con pasión y sutileza. Una es sobre la vida de los soldados que cuidan los silos atómicos, en los que nunca pasa nada. Se aburren tanto que son los soldados menos preparados de la Fuerza Aérea y los que más problemas tienen de alcoholismo y abuso sexual: tan mal la pasan que son sometidos a juicios marciales el doble de veces que sus colegas de otros fuertes. Pero lo más interesante es que esos silos en particular están separados en medio de la nada para que el enemigo tenga que gastar sus propios misiles si quiere eliminarlos. Los soldados, en realidad, no se preparan para atacar, sino para ser sacrificados. 

Otra buena historia tiene que ver con Enrico Fermi, que consideró la posibilidad de que la detonación de prueba de la bomba atómica en el 45 hiciera volar todo el nitrógeno del aire y acabara con el planeta. Terminó decidiendo que las posibilidades de que eso ocurriera eran solo de un 10% y, mientras él tomaba apuestas (no está claro cómo iba a pagarlas si perdía), el gobierno siguió adelante con el proyecto. Al mismo tiempo, en Berlín, Werner von Braun le planteó a Hitler la misma duda y parece que Hitler se negó a ser el responsable de la extinción de toda la humanidad (solo le interesaba extinguir a una parte) y mandó a cancelar el programa atómico. No sé si esto es cierto, pero habla de la insania asociada a la combinación de ciencia, empresas y poder en los Estados Unidos, de la que seguimos teniendo pruebas.

Por último, tal vez ustedes hayan visto The Annotated Field Guide of Ulysses S. Grant, una película sobre la Guerra Civil de Jim Finn que pasó en el último Bafici. Finn es un cineasta con claras afinidades ideológicas con Wilkerson, aunque puede que las disputas intra-marxistas los separen. Finn, como buen trotskista, no le deja a los adversarios ni una coma sin discutir. De hecho, su rechazo de todo lo que tenga que ver con la Confederación es tan unilateral que defiende la muy discutible Marcha de Sherman, un raid militar que destruyó salvajemente todo lo que encontró a su paso. Pero en Nuclear Family reaparece el mismo general Phil Sherman, el héroe de Finn, aunque en carácter de villano. Sheridan fue uno de los principales responsables en la orden de exterminar a los búfalos americanos y lograr que los indios se murieran de hambre al perder su principal alimento. Propongo que en un próximo festival Finn y Wilkerson discutan la figura de Sheridan. Creo que, en algún sentido, Wilkerson es más extremista pero Finn es más fanático. Ambos, de todos modos, hacen lindas películas.

Y ahora los dejo porque tengo que elegir una película para mañana, una jornada en la que debo ver, para empezar, tres partidos de la Premier League. Ha sido un placer. 

 

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