Yo siempre fui
uña y mugre con el azar
Yo siempre agarraba
las vías alternas
(Nico Manzano)
Yo y las bestias (2021) desconcierta a partir del error sintáctico en su título. Luego esta confusión se acentúa una vez que vemos los tonos pálidos de la propuesta visual. En esa intimidad todo ‘parece’ estar bien mientras el contexto sonoro y el color de piel del protagonista pone en duda tales apariencias.
Andrés (Jesús Nunes) se empecina en grabar su disco en solitario después de renunciar a una banda que se ha vendido al gobierno. “Anden a mamarle el huevo a los militares”, les espeta antes de retirarse del ensayo.
Después cuando le propone a su jefa trabajar medio turno, él arriesga perder su empleo en un laboratorio de química. Y en esta escena, su retahíla (“… yo el que graba, yo el que canta, yo el que toca, yo el que mezcla”) marca la reafirmación de su perspectiva.
Los personajes caraqueños de esta ópera prima han tenido que poner por delante y a la fuerza su pronombre. Incluso su interlocutora en otra escena dice que se irá del país, así que también piensa primero en sí misma.
Estos sujetos de ‘clase media’ parecen caprichosos. Sin embargo la recurrencia de manos y de nucas en vez de rostros en el plano plantea acá la búsqueda de un sujeto enunciando supervivencia. Sin egolatría ni aferrarse a un sector social, esta frecuencia manual también se presenta en el corto de Manzano Toflang, Would You Come Out And Space.
Ambas dan cuenta del valor de los oficios para el realizador. Visto así, el guion no cae en romanticismos malentendidos: Andrés no quiere ‘vivir de’ su obra, mas sí llevarla a cabo.
Estas vidas tampoco tienen las preocupaciones económicas, alimentarias ni sociales de sus coterráneos en La familia (2016), La soledad (2016) y ni siquiera Desde allá (2015), pero los problemas persisten. Por algo la mamá le advierte a Andrés que no abra la nevera hasta que regrese la electricidad.
Manzano y su equipo técnico retratan ciudadanos con pretensiones artísticas sin deslindarse de las inquietudes neorrealistas de aquellas obras cinematográficas. Tales ansias también manifiestan la desolación y la locura de estas rutinas en clave de incisos musicales.
Para esto oigamos lo que cantan los personajes y cómo lo hacen. Ello parecería una cuidada construcción audiovisual si no fuera también por la actuación de Jesús Nunes.
Descolocan sus tropiezos discursivos, su mirada diáfana y su tono de voz arrastrando el canto. Hay un entumecimiento superficial en su presencia. Para el ojo desatento este se podría justificar porque el personaje consume marihuana o de esto se quejan los vecinos.
Nico mantiene esa y otras quejas en el ámbito de las interpretaciones. También deja algunos rostros fuera del plano, inclusive el de la madre. Sería necesario trazar y ahondar en los paralelismos de esta figura materna y las presentes o ausentes en las obras mencionadas. Cuál es el rol de la mamá en estas carencias críticas y dónde se ubica la aceptación para los hijos.
De vuelta a las bestias, ellas son multiformes. Pueden vestir trajes amarillos como parte de la banda musical. Suenan en la radio como la voz grave de un presidente populista. O pueden representar las huidas migratorias. También son bestiales los acuerdos ambiguos con asociaciones gubernamentales.
La obra se enriquece con el uso múltiple del plano como pantalla de la computadora de Andrés y de su celular además de ser el lugar donde es visible el resto de la historia. Esta propuesta es coherente con lo prístino de la dirección fotográfica, el vestuario y el diseño de producción en general.
La clarividencia en la propuesta de Manzano está en lo frontal del protagonista caraqueño. En medio de algunos chistes y sus locuras matizadas, ya no huye de la opresión buscando tesoros o emigrando a otra ciudad. Aquí la brevedad temporal y la banda sonora dejan en entredicho el entorno desolador y finalmente enfrentan con la música la inconciencia de la opresión permitida hasta entonces.
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